Macron ahonda la crisis más grave de la Quinta República al devolver el cargo al primer ministro que había renunciado

Patada hacia delante. Eso es lo que ha hecho el presidente de Francia, Emmanuel Macron, esta noche de viernes ante la imposibilidad de encontrar un nuevo primer ministro tras la dimisión, el pasado lunes, de Sébastien Lecornu. En lugar de asumir una de las dos alternativas que dejaba la vacante –elecciones parlamentarias o elecciones presidenciales– el líder galo ha decidido nombrar a… Lecornu. Otra vez.

Conviene recordar que el antiguo ministro de las Fuerzas Armadas llegó por primera vez al cargo el pasado 9 de septiembre con la misión de elaborar un presupuesto estatal capaz de combinar tres aristas. A saber: las demandas de justicia social presentadas por la socialdemocracia francesa, la aversión al aumento de impuestos característica del conservadurismo clásico y la agenda reformista y pro-empresarial del propio Macron.

Lecornu estuvo intentándolo durante cuatro semanas, hasta que a comienzos de octubre anunció que dimitía. Dos días más tarde, el miércoles por la noche, informó al país de sus razones: había fracasado en el empeño pese a “haberlo intentado todo”. Acto seguido añadió que nadie dentro del establishment político francés parecía estar por la labor de ceder y que así no había manera. Poco después Macron se comprometió a nombrar un nuevo primer ministro –el cuarto en doce meses– antes del fin de semana.

Ocurre que no ha encontrado candidato y ha tenido que pedirle a Lecornu que vuelva. “Acepto –por deber– la misión”, ha declarado el político tras acordar con Macron el regreso al puesto. Éste, por su parte, ha prometido dar “carta blanca” a Lecornu para lograr acordar y firmar un presupuesto antes de que termine el año.

Semejante escenario, dicen los analistas que siguen de cerca la política francesa, ahonda todavía más la crisis en la que se encuentra actualmente la Quinta República. La más grave, añaden, desde su fundación en octubre de 1958 bajo la batuta de Charles de Gaulle.

“Esta situación sin precedentes ha revivido el espectro de la temida Cuarta República”, escribía este mismo viernes Sylvie Kauffmann, la antigua directora del diario Le Monde, en alusión al sistema político que gobernó Francia entre 1946 y 1958… y que casi termina en un conflicto civil espoleado por la Guerra de Argelia. “En aquellos años los partidos políticos rivales, incapaces de cooperar, paralizaron sucesivos gobiernos franceses hasta que Charles de Gaulle tomó el poder e instauró un nuevo régimen constitucional”, añade Kauffmann.

La pregunta que muchos se hacen hoy en Francia es: ¿quién es el principal culpable de la situación? Como era de esperar, no son pocas las respuestas que apuntan directamente a Macron.

“El caos actual se originó en la apresurada decisión, unilateral por cierto, de Macron al disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones anticipadas el 9 de junio de 2024 con el fin de frenar el auge de la extrema derecha”, explica Kauffmann. “Al no lograr una mayoría parlamentaria, esas elecciones generaron una inestabilidad permanente al tiempo que fortalecieron tanto a la extrema derecha como a la extrema izquierda”. Y hubo un claro perdedor: el bloque centrista. O sea: el bando presidencial.

Pese al resultado de aquellos comicios, Macron decidió que podría salir adelante y aguantar hasta el final de su segundo mandato, en 2027, tratando de proteger su legado reformista en el proceso.

Con todo, dicen los expertos, el resto de figuras políticas francesas también tiene parte de culpa. Y es que los líderes de todos los demás partidos políticos –explican– se han negado obstinadamente a colaborar, o como mínimo a plantear acuerdos, pese a la grave situación fiscal de Francia –arrastra un enorme problema derivado de su sistema de pensiones– y pese a la volatilidad imperante en el entorno internacional.

De hecho, el propio Lecornu ha culpado a sus colegas de haber sido “incapaces de anteponer el país al partido” y de estar obsesionados con las elecciones presidenciales del 2027.

Por otra parte, y dado el peso que tiene en la Unión Europea, la crisis de Francia también afecta, y mucho, a los países del viejo continente. Y es que, más allá de ser la segunda economía de la eurozona (la primera es Alemania) y un país del G-7, Francia también es una potencia nuclear y uno de los principales actores foráneos en la guerra de Ucrania.

“Es un país que ha vuelto a cobrar protagonismo en el mundo en un momento en que Estados Unidos se retira y existen interrogantes existenciales e importantes sobre el futuro de Gaza y el futuro de Ucrania”, señala Mujtaba Rahman; analista jefe de Europa en la consultora geopolítica Eurasia Group. “Así que el resultado de esta crisis trasciende sus propias fronteras y tendrá implicaciones cruciales para el resto del mundo”.

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