‘El cerebro del niño explicado a los padres’ –uno de los libros sobre crianza y educación más influyentes– cumple 10 años (Plataforma editorial). Publicado en 40 países y traducido a 25 idiomas, es un fenómeno editorial que lleva la firma del neuropsicólogo Álvaro Bilbao. Padre de tres hijos, el divulgador y conferenciante tiene detrás toda una legión de seguidores en las redes sociales, donde acostumbra a publicar consejos prácticos para madres, padres y docentes. Colaborador de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Bilbao insiste en que hay dos ingredientes claves en la crianza y la educación de niños y niñas: huir de los extremos y sentido común. Así de sencillo y así de difícil.
¿Tenemos las familias poco sentido común a la hora de educar?
Cuando escribí el libro, en 2015, la educación estaba muy polarizada entre los que defendían una vía más tradicional de castigos y amenazas y los que defendía algo más novedoso por aquel entonces, como no poner límites a los niños, darles mucho amor y cariño y menospreciar normas y disciplina. Diez años después creo que sigue habiendo mucha necesidad de equilibrio y de educar con sentido común para no irse a los extremos.
Defiende que la paternidad y la maternidad es, más que una responsabilidad, un privilegio. Pero en un país donde la conciliación no existe, es inevitable verlo como una carga.
Entiendo que para muchas familias es difícil, efectivamente. Cuando nació mi primer hijo, yo tenía tres trabajos y los permisos laborales eran más cortos. Pero no estoy de acuerdo con los que dicen que nosotros lo tenemos más difícil que nuestros padres. Ellos también tuvieron que hacer muchos sacrificios. Es fundamental entender que hay cosas que implican una renuncia pero merecen la pena. No todos están dispuestos a tener hijos a cambio de no poder irse de vacaciones a un sitio exótico o no poder comer en restaurantes. Es lo que nos venden las redes sociales. Para mí, es un camino que merece la pena. Entiendo que para la gente joven tener un hijo es un desafío a nivel económico por las dificultades de la conciliación y la vivienda.
«La frustración es fundamental, pero parece que los niños tienen que vivir en un parque de atracciones constante»
La felicidad de los hijos se ha convertido en un mantra. ¿Por qué hay tantas familias empeñadas es criar hijos felices a toda costa?
Más difícil todavía es tener como objetivo que tu hijo no sufra, sobre todo en los primeros años de vida. La frustración es fundamental y hace que los niños desarrollen estrategias de afrontamiento. Sin embargo, parece que tienen que vivir en un parque de atracciones constante. Las familias inundan su agenda de planes con otras familias con niños y ya no hay tiempo ni para ir a ver a los abuelos. El mayor valor para muchos padres y madres es el disfrute y la felicidad. Pero hay valores importantes, como encontrar soluciones al aburrimiento y solucionar problemas. Hay días para pasarlo bien e ir con los amiguitos del cole, y otros, para estar tranquilos en casa. Y si el niño se aburre, que se aburra.
¿Y si tiene una rabieta? ¿Cuál es la guía básica para sobrellevarla?
Lo primero, entender que es parte natural del desarrollo. Y lo segundo, darle tiempo para que se calme. Si, además, al final podemos ser empáticos y abrazarles, estupendo. Hay padres que dicen que las rabietas son larguísimas. Muchas veces es porque les hacen mil preguntas intentando ser empáticos y todo se complica porque se riza el rizo de la empatía. Hay que estar a su lado y darles el tiempo que necesitan.
«Sabemos que los premios para que estudien más suelen tener resultados contraproducentes»
Los refuerzos positivos están muy bien, pero no recomienda hacerlos todo el tiempo para que los chavales no se crean semidioses.
Hay madres y padres que todo el rato dicen a sus hijos lo listos que son pensando que así les brindan confianza en sí mismos, pero la confianza no se construye con halagos continuos sino con el desarrollo de habilidades. Tienen que sentir que son capaces de conseguir cosas y luchar por lo que quieren.
«La crianza en la primera infancia es más cansada pero la adolescencia te enfrenta a desafíos más complejos»
¿Por qué son tan importantes las recompensas no materiales?
Hay quien premia con comida, por ejemplo. Los niños necesitan saltarse las normas y comer un día pizza, claro que sí. Pero sabemos que los premios para que estudien más suelen tener resultados contraproducentes. Es mejor evitarlos. Es preferible el simple reconocimiento de lo que están haciendo. Por ejemplo, decirle que hoy se ha esforzado, hacer una actividad juntos o chocar las manos. Todos estos refuerzos duran más en el tiempo porque les generan serotonina en su cerebro, que es un reforzador que, al contrario que la dopamina, tiene largo recorrido.
Los castigos no funcionan y las consecuencias sí. ¿Cuál es la diferencia?
El 99% de las familias no lo distinguen (risas). La diferencia principal es que los castigos no están explicados de antemano y suelen tener un fin punitivo. Las consecuencias siempre son explícitas y se conocen con antelación. Pueden ser unilaterales, pero no buscan que el niño se sienta mal sino que encuentre habilidades de autocontrol. Te pongo un ejemplo. Un padre lleva a su hijo a casa de un familiar, pero siempre pega a su primo. Una consecuencia sería decirle con antelación que en ese hogar no se agrede a nadie y que si lo hace se tendrá que ir. Un castigo sería decirle, una vez que ha dado la bofetada a su primo, que el lunes no irá al entrenamiento de fútbol. El castigo busca castigar y la consecuencia siempre tiene que ver con lo que ha ocurrido.
Adolescencia o primera infancia: ¿qué etapa es más dura?
He estado en ambos frentes y creo que la crianza es más cansada físicamente pero la adolescencia te enfrenta a desafíos más complejos. Prefiero trabajar con niños. No es lo mismo que un niño te dé un manotazo que un chaval de 15 años pegue a su padre, que ahí tenemos que entrar en medidas judiciales.
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