El giro de Podemos esta semana marca un hito en la legislatura, después de que los cuatro diputados morados contribuyeran a aprobar dos normas claves para el Gobierno tras semanas amenazando con tumbarlas. El mismo partido que lleva meses instalado en una dura estrategia contra PSOE y Sumar, declarándose abiertamente como un partido «de oposición», fue el que salió en su auxilio. Un cambio de última hora que, creen en los partidos del Gobierno, pone en cuestión la estrategia de Podemos y las amenazas que lanza semana tras semana.
«Estamos ante un engaño del Gobierno y ante un auténtico coladero», defendió Podemos cuando el Consejo de Ministros alumbró el decreto del embargo de armas. «Decreto fake» fue otra de las expresiones más empleadas entre sus cuadros. La norma contemplaba la posibilidad de hacer excepciones por motivos de seguridad nacional, y tampoco abordaba el tránsito en las bases de EEUU en Morón o Rota; unos aspectos que invalidaban la medida a ojos de Podemos.
La secretaria general del partido, Ione Belarra, aprovechó la tribuna del Congreso este martes para cargar contra el embargo. «Señores del PSOE, dejen de hacer electoralismo barato con un tema tan grave como es un genocidio», espetó, criticando la «complicidad» del Gobierno con Israel: «No han dejado de comprar ni de vender armas». «Aprueban ustedes un embargo fake y después se dedican a apoyar ese plan de colonización 2.0 que tiene Donald Trump para convertir la Franja de Gaza en un resort de lujo».
La sorpresa llegó al día siguiente, el miércoles, cuando Podemos anunció que votaría a favor de la norma. Este movimiento sucedía después de que Junts sembrara dudas sobre su posición, dejando en vilo el decreto, y tras las presiones de asociaciones propalestinas para su aprobación. El equilibrismo argumental del partido fue notable. «Vamos a permitir la convalidación de este real decreto, precisamente porque pensamos que es la mejor forma de que todo el mundo pueda ver que España sigue manteniendo relaciones militares con Israel (…) porque el Gobierno ha hecho un embargo fake», defendía la formación.
A esto se sumó el cambio respecto a la ley de movilidad sostenible, la ley estrella de Óscar Puente. Podemos había amenazado con tumbarla en caso de no suspender las ampliaciones de El Prat y del Puerto de Valencia. «La ley de movilidad sostenible no va a salir adelante si no se paralizan esos grandes proyectos contrarios a la lucha climática», amenazaba Belarra la semana anterior. Finalmente, el partido también permitió su aprobación anunciando un acuerdo para «aplazar» hasta 2031 las obras del aeropuerto catalán. Un acuerdo que después desmintió el Ministerio de Transportes, que aseguró que la ejecución no se había atrasado según el plan inicial.
El resultado fue victorioso por el Gobierno frente a un Podemos que tuvo que envolverse en justificaciones para argumentar su voto final. El cambio de posiciones a última hora fue observado por los partidos del Gobierno como un signo de debilidad. Algunos ministros socialistas ya restaban credibilidad a las amenazas incluso antes de la votación, desdeñando el pulso de los morados.
La factura del desgaste
La estrategia de oposición frontal al Gobierno comenzó en el momento exacto en que fueron vetados del Consejo de Ministros y se endureció tras las europeas, cuando Irene Montero empezó a posicionarse para ser su candidata en el plano nacional. El nivel de agresividad desde entonces ha ido in crescendo. «Cada vez estamos más lejos del Gobierno«, proclamó Belarra la semana pasada. Pero lo cierto es que estas amenazas cada vez parecen inquietar menos en el Consejo de Ministros, donde creen que esta estrategia de acoso y derribo también pasa factura a los morados.
En Sumar hay quien atribuye a este motivo los giros de Podemos pasa salvar las medidas del Gobierno. Ejercer una oposición tan aguerrida a un Gobierno progresista conlleva, creen, un desgaste entre el electorado de izquierdas. Algo que se refleja en las encuestas. Se refieren en concreto a la de 40db, donde el partido encadena caídas en los últimos meses que le sitúan por debajo del 3% del voto. Han bajado del umbral, creen, tras acentuar su política dura contra Sánchez y Díaz.
Otras veces avanzan que esto restará credibilidad a Podemos de cara a futuros órdagos. «Quién les creerá cuando vuelvan a amenazar», se preguntaba un dirigente, convencido de que este episodio restará fuerza a los morados a la hora de plantear sus próximas exigencias.
En las filas moradas sí existe una obsesión que pudo justificar el auxilio que prestaron al Gobierno: la preocupación por la imagen que reflejan entre los suyos. El discurso de Podemos busca desgastar al Gobierno y situarse como única alternativa de izquierdas -frente a IU o Sumar-. Y sin embargo el partido intenta evitar a toda costa ser percibido como un agente desestabilizador de un Ejecutivo de izquierdas. No quiere ser señalado como responsable de su caída, aunque semana tras semanas intente ponerle en apuros.
La formación tiene hambre de elecciones. Quiere el que Irene Montero retorne a la política nacional y dejar de ser un actor secundario en la izquierda respecto a Sumar. Pero al mismo tiempo, se esfuerzan en sacudirse esta idea de que quieran generales y señalan al Gobierno para justificarse. Si tumban leyes, es porque no son lo suficientemente progresistas, y si hay elecciones, será por la incapacidad de su presidente. En partidos como IU acusan a Podemos de preferir que gobierne PP y Vox, un escenario hoy probable según los sondeos. Y es algo de lo que no quieren ser acusados.
«Que Sánchez no nos responsabilice a nosotros», es un argumento que se esfuerzan en repetir en la cúpula estatal de Podemos, mencionando la eventual caída de la legislatura. Una lógica curiosamente similar al que emplearon el miércoles para apoyar el decreto. «No seremos la excusa del PSOE». Y en esta tesis, para evitar la factura de hacer caer al Gobierno, esta semana han terminado por salvarlo.