El cambio climático está afectando notablemente al planeta y a los seres que lo habitan. No se libran ni los animales, ni las plantas. En estas últimas, el calentamiento global está modificando la producción y la calidad del néctar, lo que acarrea profundas implicaciones en industrias como la de la miel y en los esfuerzos de conservación de la biodiversidad.
El néctar constituye una fuente de alimento crucial para numerosas aves e insectos y es el ingrediente fundamental de una industria melífera de alto valor. Una investigación de la Universidad de Waikato, en Nueva Zelanda, liderada por la investigadora Johanna van Deklen y publicado en la revista ‘Frontiers in Plant Science’, analizó ocho especies de árboles nativos comunes, desde el extremo norte hasta el sur de ese país, abarcando una gran diversidad de climas. Los resultados han sido sorprendentes.
«Descubrimos que el clima influye en el volumen de néctar de manera diferente según la especie, y pudimos medir estos efectos», revela Van Deklen. Un hallazgo importante es que no existe un patrón único que se repita en todas las especies estudiadas. «Las condiciones más húmedas no siempre se tradujeron en más néctar, ni las condiciones más secas condujeron sistemáticamente a concentraciones más altas», explica.
Respuestas especificas
La investigación demuestra que la respuesta de cada especie de árbol es altamente específica. «Por ejemplo, la cantidad de azúcar aumentó con mayores precipitaciones anuales en el tarata (Pittosporum eugenioides), pero disminuyó en el tī kōuka (árbol de la col neozelandés, Cordyline australes), señala van Deklen.
Ejemplar de Metrosideros excelsa. / Ed323
«Cada especie responde de forma distinta, lo que probablemente refleja sus diferencias evolutivas. Compararlas sería como comparar elefantes y ratones: ambos son mamíferos, pero su biología y sus respuestas ecológicas difieren enormemente», indica la científica. Esta variabilidad subraya la complejidad de las interacciones entre las plantas y su entorno.
El equipo de científicos realizó un extenso trabajo de campo durante dos temporadas de floración consecutivas. Recogió muestras de néctar de más de 4.200 flores pertenecientes a 164 árboles distribuidos en siete localidades de las principales zonas climáticas del país, desde las costas norteñas, cálidas y húmedas, hasta las regiones del sur, más frías y secas.
El papel clave de la humedad
En cada ubicación, los investigadores midieron el volumen de néctar, su concentración de azúcar, la masa de azúcar total, el peso fresco de la flor y su tamaño. «Nuestro objetivo era ver si los árboles en climas más secos producían menos néctar pero de mayor concentración debido a una mayor evaporación y a la limitada disponibilidad de agua en el suelo», detalla Van Deklen.
Aunque no se halló una regla general, el estudio sí identificó tendencias regionales discernibles. Una de ellas fue que las zonas más soleadas tendieron a producir flores de mayor tamaño, pero con volúmenes de néctar menores. Por el contrario, en las áreas más secas el néctar mostró consistentemente concentraciones de azúcar más elevadas.

Las zonas más soleadas tendieron a producir flores de mayor tamaño, pero con volúmenes de néctar menores. / Pixabay
Otro patrón observado fue que los volúmenes de néctar y el peso de las flores fueron mayores en el sitio con menor cantidad de horas de sol anuales, combinado con una de las humedades relativas más altas. Este hallazgo sugiere que la humedad ambiental juega un papel clave en la producción de néctar para muchas especies, posiblemente al reducir la tasa de evaporación del agua del néctar dentro de la flor.
Una información fundamental
La aplicación práctica es uno de los aspectos más destacados de la investigación. Para los apicultores, esta información es fundamental, ya que los modelos desarrollados señalan las regiones donde es más probable que las colmenas produzcan miel de mayor calidad o en mayor cantidad, guiando decisiones estratégicas sobre dónde ubicar sus colmenas.
«Los equipos de conservación que liberan aves nativas pueden evaluar qué especies de árboles están presentes y predecir si habrá suficiente néctar para sustentarlas. Si el suministro de alimentos parece insuficiente, los datos pueden señalar ubicaciones alternativas con mejores probabilidades de supervivencia para estas especies», señala van Deklen.
El estudio también arroja luz sobre cómo el cambio climático global podría alterar estos delicados equilibrios. Según los modelos, un aumento de las temperaturas incrementaría la concentración de néctar en unas zonas, pero reduciría el volumen en otras.

La humedad ambiental juega un papel clave en la producción de néctar. / Pixabay
Alta sensibilidad al clima
En regiones con alto aumento de precipitaciones se esperaría una disminución en la concentración del néctar del pōhutukawa (Metrosideros excelsa) y del contenido de azúcar en el árbol de la col. Estos cambios no son meramente cuantitativos; alteraciones en la viscosidad del néctar, ligada a su concentración, podrían dificultar o imposibilitar que polinizadores como abejas, mariposas y polillas accedan a su alimento, desencadenando así efectos en cadena en toda la red de polinización, explican los autores.
Los investigadores concluyen que, si bien la cantidad total de azúcar –el valor energético del néctar para los polinizadores– fue la variable más estable y predecible entre regiones, las otras características florales mostraron una alta sensibilidad al clima.
«Nuestras observaciones beneficiarán a la industria de la miel y a los esfuerzos de conservación, ya que los resultados podrían usarse para proporcionar estimaciones de la disponibilidad de azúcar de néctar basándose solo en el número de flores, o en el número y el tamaño de las flores, dependiendo de la especie», concluye Van Deklen.