A Nozobunie le gustaría que su marido no fuera minero. «Es peligroso y a veces hay accidentes«, afirma. El problema, dice Nozobunie, es que ni la agricultura ni los empleos casuales que su marido puede conseguir alcanzan para traer comida a casa. «Pero tampoco con las minas vivimos bien, el dinero es poco y también dependemos de ellas para el agua», dice esta mujer de 30 años, residente en una zona rural de la provincia zimbabuense de Matabeleland Norte, conocida sobre todo por sus yacimientos de carbón, oro y metano, pero donde también, con creciente frecuencia, ahora llegan noticias de nuevos proyectos relacionados con el «nuevo oro» de Zimbabue: el litio.
Zimbabue, un país del África subsahariana ubicado en el extremo sur del continente africano, es una tierra riquísima en minerales que han sido explotados durante siglos. En su superficie, en medio de un clima hostil y tierras áridas, se encuentran también los mayores depósitos conocidos de litio de toda África. Este mineral, muy requerido por la transición verde de las economías globales, es cada vez más codiciado por su uso en baterías de ordenadores, teléfonos y coches eléctricos. Por eso, su demanda se ha disparado y Zimbabue se convirtió en 2024 en el cuarto productor de litio a nivel mundial (según el Nasdaq, una de las bolsas de valores más grandes del mundo, con sede en EEUU), con la previsión de que el país cubra el 20% de la demanda total de litio del mundo en 2030. Con esta particularidad: el litio de Zimbabue es de roca dura, es decir —a diferencia del que se encuentra, por ejemplo, en América Latina— está más cerca de la superficie y, por tanto, no hay que excavar demasiado.
Un trabajador junto a sacos de litio en una mina en Goromonzi. / PHILIMON BULAWAYO / REUTERS
A medida que gobiernos y empresas de todo el mundo han empezado a requerir el litio con más urgencia, China ha tomado la delantera. En poco menos de una década, el gigante asiático ha empezado a extraer litio, mediante licencias obtenidas del Gobierno local, en cinco de las seis más grandes minas de este mineral en Zimbabue —Sabi Star, Prospect, Bikita, Sandawana y Kamativi; siendo la única gran excepción la mina de Zulu, en manos británicas—, para llevarlo luego a China. Pero, en un país en el que la riqueza de la tierra no se ha correspondido hasta ahora a un aumento del bienestar para gran parte de la población, esta fiebre también ha empezado a suscitar indignación entre activistas y gente común. En este contexto, el Gobierno de Zimbabue anunció en 2022 la prohibición de la exportación de litio en bruto y, en julio pasado, también decidió bloquear la de concentrado de litio en el año 2027; una postura inédita en toda África que además le daría al país una mayor soberanía sobre sus recursos.
Ecuación difícil
El analista zimbabuense Grasian Mkodzongi, director ejecutivo del centro Tropical Africa–Land and Natural Resources Research Institute de Harare e investigador sénior del Instituto Nórdico de África de Suecia, define el plan como «una buena idea, si contempla inversiones para la creación de infraestructuras que generen puestos de trabajo, y un producto que pueda competir en el mercado». El problema, según Mkodzongi, es que la ecuación no es tan sencilla. «Por ejemplo, si produces carbonato de litio o hidróxido de litio en Zimbabue, el problema es: ¿tienes la infraestructura y los otros componentes necesarios para ensamblar baterías en Zimbabue? Esa es una gran pregunta. Todos los países africanos desean localizar las cadenas de valor de sus minerales, y es un buen paso, pero debe ir acompañado de una infraestructura adecuada y tecnología para que el país pueda crear oportunidades de empleo», explica, al indicar que la respuesta no está nada clara.
Este, sin embargo, no es el discurso desde el Gobierno. El presidente del país, Emmerson Mnangagwa, ha afirmado reiteradamente que el plan es —en un país donde el 42% de la población vive en pobreza extrema, según el Programa Mundial de Alimentos— convertir Zimbabue en una economía de «clase media» en 2030. Y lo mismo el ministro de Minas, Winston Chitando, quien al presentar la más reciente decisión de su Gobierno, informó que actualmente se están desarrollando plantas de sulfato de litio en dos minas zimbabuenses: Bikita, propiedad de Sinomine y Prospect, propiedad de Zhejiang Huayou Cobalt (un grupo de empresas chinas, junto con Chengxin Lithium Group, Yahua Group y Canmax Technologies, que han invertido más de 1.000 millones de dólares desde 2021 para adquirir y desarrollar proyectos de litio en Zimbabue). El sulfato de litio es, en efecto, un producto intermedio que puede refinarse hasta obtener materiales de grado batería, como hidróxido de litio o carbonato de litio, usados en la fabricación de baterías.

Mineros de la planta de extración de litio de Goromonzi. / PHILIMON BULAWAYO / REUTERS
La pugna con China
No obstante, diversos analistas coinciden en que el camino para Zimbabue es dramáticamente cuesta arriba. Prueba de ello es que, ya en 2023, Harare dio a las compañías mineras de litio hasta marzo de 2024 para presentar planes de desarrollo de refinerías locales, pero luego suavizó su postura tras el colapso de los precios del metal. Algo que, según el analista Mkodzongi, también se debe a que Zimbabue no tiene el cuchillo por el mango. «Lo que hay que tener en consideración es que la mayoría de estos gobiernos africanos, como el de Zimbabue, están desesperados por atraer inversión extranjera directa. Y esto también se debe a que están muy endeudados. Zimbabue tiene una deuda de más de 20.000 millones de dólares. Zambia está en la misma situación: también tiene más de 20.000 millones de dólares de deuda», explica, al argumentar que por ello también «se permiten inversiones malas» en el sector.
Desde su oficina en Harare, el activista Farai Maguwu, director del Centro para la Gobernanza de los Recursos Naturales, también apunta al «colonialismo» de China como parte del problema. «Pekín está pagando una miseria al Gobierno por las minas de litio», afirma tajante, al poner el acento también en la «degradación ambiental» que supone para Zimbabue la extracción de litio, ya que consume enormes cantidades de agua en un país en el que este bien escasea. «No conocemos con exactitud los términos de los acuerdos [con las empresas chinas] porque no han sido hechos públicos, pero sí sabemos que están creando problemas de salud a las comunidades porque están emitiendo polvo las 24 horas del día, los 7 días de la semana, lo que definitivamente provoca enfermedades respiratorias en las personas, así que no es un acto de caridad lo que les estamos pidiendo, sino más bien ayudar a la gente», afirma Maguwu. Él también pone énfasis en que las minas no han dado suficiente trabajo ni a los llamados ‘mineros ilegales‘ (según estimaciones de la Agencia de Gestión Ambiental de Zimbabue, unos 1,5 millones), básicamente gente de bajos recursos que busca minerales de forma casera para sobrevivir.
Pekín tiene otra versión y dice que sus proyectos mineros han tenido un efecto positivo para Zimbabue, que se ha beneficiado de sus reparaciones de escuelas, hospitales y otros centros donde se hallan las minas, tanto las de litio como las tantas de otros minerales en las que China también tiene presencia. El cambio, sin embargo, apenas se ve, un reflejo más de una pugna difícil. Esta periodista también intentó contactar durante varios días y a través de múltiples canales con el Gobierno de Zimbabue para tener más información sobre su plan. Sin embargo, todos estos intentos fueron rechazados o no tuvieron respuesta.
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