Solo unos días antes de que Donald Trump presentara su plan para la paz en Gaza, la CNN entrevistó a Ghazi Hamad, uno de los pocos líderes políticos de Hamás que siguen vivos. Hamad reconoció que los palestinos «han pagado un precio muy alto» por la sangrienta incursion militar en el sur de Israel que puso en marcha la ofensiva sin cuartel contra el enclave de los dos últimos años, pero en ningún momento mostró una pizca de contrición o arrepentimiento. «¿Sabe cuál es ahora el beneficio del 7 de octubre? Solo tiene que fijarse en el debate en la Asamblea General (de la ONU) y ver que 194 países han abierto sus ojos a las atrocidades y la brutalidad de Israel. Todos ellos han condenado a Israel. Llevábamos 77 años esperando este momento», dijo el dirigente islamista, uno de los supervivientes del ataque israelí contra el equipo de negociadores de Hamás en Qatar. Y por si alguien tenía dudas, remachó: «Nunca, nunca nos rendiremos».
Eso es exactamente lo que busca el plan de Trump, que coincide con la postura de los europeos y los países árabes. Su primera fase para un alto el fuego y el intercambio de prisioneros fue aceptada por las partes el jueves. Pero a partir de ahí el plan reclama que Hamás se desmilitarice, ceda el poder en Gaza y renuncie a participar en su futuro. Un órdago que no es del todo nuevo para los islamistas, por más que esta vez se enfrenten al momento más crítico de sus casi cuatro décadas de existencia. Su cúpula militar y política ha sido descabezada. De su modesta infraestructura militar, no quedan más que los restos. Gaza ha sido arrasada. Y su aislamiento internacional es casi completo. «Entre los países árabes solo les quedaba el apoyo de Qatar, pero lo perdieron con el respaldo qatarí al plan de Trump. Paralelamente, Irán ha sido derrotado y es ya incapaz de prestar ayuda alguna a Hamás», explica el analista y exministro palestino Ghassan Khatib. «Están solos y no creo que tengan futuro a menos que se transformen exclusivamente en un partido político».
Un miembro de Hamás hace guardia durante la entrega de rehenes israelíes en febrero de 2025. / ABED RAHIM KHATIB / DPA / EUROPA PRESS
De hacerlo, perderían su razón de ser. Hamás es por encima de todo un movimiento de resistencia a la ocupación israelí. Más incluso que un proyecto político ultraconservador con el islam como bandera. Su apuesta por la lucha armada y su recurso periódico al terrorismo le han valido la designación de grupo terrorista en Occidente, aunque otros países lo consideran un movimiento de resistencia anticolonial. En 2006 trataron de hacer las paces con Occidente, presentándose por primera vez a las elecciones, y en 2017 enmendaron su carta fundacional para aceptar un Estado palestino en las fronteras de 1967, lo que implícitamente incluye el reconocimiento de Israel. Pero no les sirvió de mucho. Poco después de que ganaran las elecciones democráticamente, Israel y Occidente boicotearon con sanciones a su Gobierno.
Hamás no ha sido destruido
En cualquier caso, Hamás no está muerto. La «destrucción total» prometida por Binyamín Netanyahu tendrá que esperar. Y son muchas las voces cualificadas que dudan que vaya a desaparecer. «Después de conocer a muchos de sus miembros, nunca encontré a uno solo que esté dispuesto a entregar las armas o desmantelar el movimiento», dijo recientemente Michael Milshtein, quien fuera jefe del Departamento de Asuntos Palestinos de la inteligencia militar israelí. «Eso no va a suceder, Hamás no desaparecerá pronto».
La organización ha sabido adaptarse a la nueva realidad, según los especialistas, pese a los miles de combatientes que ha perdido estos dos años. «Hamás sigue siendo un actor central en Gaza, donde opera como autoridad en la sombra», explica a este diario Salma Eissa, responsable de las investigaciones sobre Oriente Próximo en ACLED, una entidad dedicada a monitorear los conflictos armados en el mundo con el uso de ‘big data’. «Sus estructuras formales han sido severamente diezmadas, pero sigue ejerciendo influencia a través de sus redes locales, comités de emergencia y actividades policiales en algunas zonas de Gaza», añade desde El Cairo. Entre los palestinos muchos consideran que cometió un error estratégico monumental.
En el plano militar, ha pasado a operar exclusivamente «en modo guerrilla, con pequeñas unidades descentralizadas» que tratan de mantener la presión sobre las tropas israelíes con «ataques esporádicos». En el plano político, ha sobrevivido «más por incomparecencia de otros actores que por su dominio efectivo del territorio» o su popularidad entre la población, que se ha desplomado en Gaza a medida que Israel destruía el enclave, enterrando o hiriendo por el camino a cerca del 10% de sus habitantes. En Cisjordania siguen teniendo un apoyo minoritario, pero considerable, según las encuestas.
Unos 10.000 militantes muertos
No hay cifras oficiales de cuántos miembros de Hamás han muerto estos dos años, pero ACLED los cifra en algo menos de 10.000, de los más de 30.000 combatientes que tenía antes del 7 de octubre de 2003. Un número similar a los 8.900 que estimó la revista israelí-palestina ‘+972’ en febrero tras acceder a una base de datos del Ejército de Netanyahu. A modo de referencia, los palestinos sepultados en Gaza superan los 67.000.
«Mucha gente en Israel no entiende a Hamás: estaban convencidos de que tras la muerte de [Yahya] Sinwar, [Ismail] Haniyeh y muchos otros toda su estructura se desintegraría», le dijo Milshtein a la agencia italiana Agenzia Nova, refiriéndose a sus principales líderes. «Pero gracias a la naturaleza flexible de la organización, su entusiasmo y su fe ideológica han logrado mantener unas estructuras básicas, incluso tras sufrir un golpe tan severo».
Hamás está muy acostumbrado a perder a sus cabecillas, liquidados con persistente regularidad con Israel. Pero es un movimiento descentralizado, donde las decisiones se toman de forma consultiva entre la rama política, desperdigada entre Qatar, Líbano y Turquía, la rama militar, asentada en Gaza y liderada por Ezzedine Haddad y Raed Saad tras el asesinato de los hermanos Sinwar, con las aportaciones de los presos encerrados en las cárceles israelíes. «Su supervivencia ha sido siempre el factor más importante. De ahí que su desarme esté llamado a ser probablemente el principal obstáculo para que avance el plan de Trump», asegura Eissa desde ACLED.
De momento, los islamistas han aceptado la primera fase del plan, con la que se han desprendido de la única baza política que les quedaba: los rehenes israelíes. A partir de aquí todo son incógnitas. Ese plan no incluye ninguna vía para acabar con la ocupación militar de los territorios palestinos, la madre del cordero. Y la resistencia palestina continuará, de forma pacífica o violenta. Esté Hamás o no en primera línea.
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