No es ningún secreto que Donald Trump ambiciona el Premio Nobel de la Paz. Es su gran obsesión. El inquilino de la Casa Blanca declaró a finales de septiembre que no otorgarle el galardón sería «un gran insulto» no sólo para él, sino para Estados Unidos.
El mandatario republicano cree haber hecho méritos suficientes para cumplir los estándares del comité noruego. Además, su némesis, Barack Obama, lo ganó cuando ni siquiera llevaba un año en el Despacho Oval por haber creado, argumentó entonces el comité noruego, «un nuevo clima en la política internacional».
Otros presidentes de Estados Unidos como Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson lo levantaron mientras ocupaban el cargo, y sólo Jimmy Carter hizo lo propio más de dos décadas después de abandonar la Casa Blanca. Y eso que, a diferencia de Trump, ninguno había resuelto la friolera de siete guerras —ocho, contando con Gaza—. Según sus propios cálculos, claro.
En la lista que el mandatario estadounidense enumeró a principios de septiembre desde la tribuna de la Asamblea General de la ONU figuraban conflictos remotos (o no tan remotos) como los contenciosos entre Serbia y Kosovo, Egipto y Etiopía, India y Pakistán, Tailandia y Camboya, Ruanda y la República Democrática del Congo o Armenia (un país que Trump llegó a confundir con Albania) y Azerbaiyán (nación a la que se refirió durante varias semanas como Aberbaiyán).
En la mitad de los casos, su mediación no resolvió el conflicto armado. En la otra mitad, ni siquiera había un conflicto armado que resolver. El elefante en la habitación era su inacción en Ucrania y Gaza. Dos guerras reales que, desde su toma de posesión en enero, no habían hecho más que recrudecerse.
Faltaban méritos. Esos méritos los hizo, sin embargo, en la tarde del miércoles, cuando anunció a través de su plataforma Truth Social que Israel y Hamás habían acordado la «primera fase» del acuerdo sobre la base de su plan de paz para Gaza.
Este jueves, antes de que el Gabinete de Benjamin Netanyahu ratificara el acuerdo, alcanzado en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheij, Trump presumió de haber logrado «un avance trascendental en Oriente Medio, algo que la gente decía que nunca conseguiría».
«Hemos puesto fin a la guerra en Gaza y, en realidad, a una escala mucho mayor, hemos creado la paz. Creo que será una paz duradera, una paz eterna», presagió.
La asociación de los familiares de los rehenes pidió para él el Nobel de la Paz. No fueron los únicos que se pronunciaron en este sentido. Netanyahu, que nominó formalmente a Trump el pasado mes de julio (aunque el plazo para las nominaciones había vencido a finales de enero), volvió a sumarse a la iniciativa.
El primer ministro israelí compartió en redes sociales una imagen generada por Inteligencia Artificial en la que él mismo entregaba a Trump el galardón. «Den a Donald Trump el premio Nobel de la Paz; lo merece», recoge el mensaje.
Otros líderes internacionales, como los primeros ministros de Pakistán, Camboya y Armenia, así como el presidente azerí, Ilham Aliyev, ya habían anunciado que nominarían a Trump para alzar un galardón que el año pasado ganó Nihon Hidankyo, un grupo de supervivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki que se dedica a hacer campaña contra las armas nucleares.
Poco probable
El Comité Noruego del Nobel anunciará el ganador este viernes. Pero la decisión ya está tomada. El grupo que preside Jørgen Watne Frydnes, un activista en defensa de los derechos humanos, y que componen la experta en relaciones internacionales Asle Toje y tres antiguos ministros noruegos, terminó las deliberaciones este lunes, según su portavoz, Erik Aasheim. Es decir, más de 48 horas antes del anuncio de Trump sobre la paz en Gaza. Un poco tarde.
«El acuerdo entre Israel y Hamás no tiene absolutamente ningún impacto en la elección del laureado de 2025, porque el Comité Nobel ya tomó su decisión», declaró el historiador Asle Sveen, especialista en el Premio Nobel, que vaticinó que Trump no ganaría el premio este año: «Estoy cien por ciento seguro».
Las quinielas no le colocan como favorito. La plataforma de predicción Polymarket, que permite apostar a los usuarios, pone a Trump con menos de un 5% de posibilidades, por detrás de las Salas de Respuesta de Emergencia de Sudán (ERR, por sus siglas en inglés), cuyo papel humanitario resulta esencial en la guerra civil en curso que sufre el país africano.
Tampoco supera a Yulia Navalnaya, viuda del líder opositor ruso Alexei Navalni. Incluso Médicos Sin Fronteras y la Corte Penal Internacional (CPI), un tribunal cuyos fiscales han sido sancionados por la Administración Trump, tienen más opciones.
La directora del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO, por sus siglas), Nina Græger, avanzó este jueves que las Salas de Respuesta de Emergencia de Sudán, el Comité para la Protección de los Periodistas y la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad partían con una clara ventaja.
«Aunque [Trump] claramente merece reconocimiento por sus esfuerzos para poner fin a la guerra en Gaza, aún es demasiado pronto para saber si la propuesta de paz se implementará y conducirá a una paz duradera», remarcó.
Presión diplomática
La presión que Washington ha ejercido sobre Oslo es feroz. Según el Financial Times, el propio Trump sacó a colación la cuestión del Nobel de la Paz durante una conversación telefónica que nada tenía que ver —negociaban sobre aranceles— con el ministro noruego de Finanzas, Jens Stoltenberg, antiguo secretario general de la OTAN.
Su colega de Exteriores, Espen Barth Eide, ha reiterado en público que, por mucho que sus miembros sean nombrados por el Parlamento, el comité es independiente. Pero sus argumentos no convencen a Trump.
La citada Græger lamentó esta semana que el hecho de ejercer presión sobre los encargados de tomar la decisión «no es, digamos, un enfoque muy pacífico».
La líder del Partido Socialista de Izquierda de Noruega, Kirsti Bergstø, cuyo grupo parlamentario sirve como muleta del Gobierno del laborista Jonas Gahr Støre, advirtió este jueves en declaraciones a The Guardian que el país nórdico «debe estar preparado para cualquier cosa» en caso de que Trump, como todo hace presagiar, no reciba el Nobel de la Paz.
«Donald Trump está llevando a Estados Unidos en una dirección extrema, atacando la libertad de expresión, utilizando fuerzas policiales secretas enmascaradas para secuestrar personas a plena luz del día y reprimiendo a las instituciones y a los tribunales», remató. «Cuando un presidente es tan volátil y autoritario, por supuesto debemos estar preparados para cualquier cosa».
No sería la primera vez que Noruega paga los platos rotos. Cuando el disidente chino Liu Xiaobo ganó el premio en 2010, Pekín congeló los lazos diplomáticos con Oslo e impuso sanciones económicas durante seis años. ¿Reproducirá Trump los métodos del Partido Comunista Chino?