¿Oro en Guadalajara? Una empresa lo busca en la Sierra Norte entre el recelo vecinal

La Sierra Norte de Guadalajara ha vuelto a convertirse en objeto de deseo para la industria minera. Más de 14.000 hectáreas de terreno de alto valor ecológico están bajo el radar de Oroberia, una empresa recién constituida en Salamanca que ha solicitado tres permisos de investigación para buscar oro en esta comarca emblemática de Castilla-La Mancha. El eco de la vieja «fiebre del oro» del siglo XIX resuena ahora en pueblos como Atienza, Sigüenza, Hiendelaencina o Medranda, donde la población rural observa con mezcla de expectación y alarma el renacer del interés por su subsuelo.

Los proyectos, denominados “Gua”, “Dala” y “Jara”, contemplan sondeos de hasta 400 metros de profundidad para localizar posibles concentraciones auríferas y determinar si su explotación sería viable. En total, las autorizaciones solicitadas afectarían a 14 municipios de la provincia, en su mayoría integrados en espacios protegidos de la Red Natura 2000, donde la minería a gran escala podría alterar gravemente los ecosistemas.

Desde el primer momento, los pueblos afectados han reaccionado. En La Toba, Medranda, Pinilla de Jadraque o San Andrés del Congosto, los vecinos han presentado alegaciones junto a Ecologistas en Acción y distintas asociaciones locales. Argumentan que las prospecciones comprometerían los acuíferos que abastecen a los municipios, degradarían la calidad del aire y pondrían en peligro la apicultura, la agricultura y el turismo rural, principales fuentes de ingreso en una zona que se ha esforzado durante años por construir un modelo de desarrollo sostenible ligado al paisaje y a la naturaleza.

La Sierra Norte, con su patrimonio natural, sus rutas senderistas y sus pueblos medievales, representa uno de los entornos más singulares de Guadalajara. La posible llegada de maquinaria pesada y perforaciones a cientos de metros de profundidad amenaza ese equilibrio. Los ecologistas advierten que los impactos podrían ser irreversibles, afectando a los suelos, a las aguas subterráneas y a la biodiversidad que alberga el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara.

Por su parte, Oroberia, constituida hace apenas unos meses con un capital social de 3.000 euros, defiende que su intención no es abrir minas, sino realizar estudios geológicos preliminares. Alega que se trata de una actividad «temporal y controlada» y recuerda que la comarca cuenta con antecedentes históricos en este tipo de explotaciones. En el siglo XIX, Hiendelaencina vivió una auténtica «fiebre de la plata y el oro», con más de 500 concesiones mineras activas y un breve auge económico que, sin embargo, terminó en decadencia.

Ascenso del precio del oro

La empresa justifica su apuesta en el contexto internacional, marcado por el ascenso del precio del oro, que ha alcanzado en 2025 los 4.000 dólares la onza (124.000 dólares el kilo). El metal precioso vuelve a ser un valor refugio ante la incertidumbre global, y eso ha reavivado la carrera por localizar nuevos yacimientos en Europa. Según Oroberia, si los resultados fueran positivos, el proyecto podría traducirse en empleo local, ingresos fiscales y oportunidades de inversión en municipios que hoy luchan contra la despoblación.

Sin embargo, la historia y la prudencia pesan más que las promesas. Las asociaciones locales recuerdan que la minería aurífera moderna requiere grandes cantidades de agua y el uso de sustancias químicas para la separación del metal, procesos que dejarían una huella difícil de borrar en un entorno tan frágil. “Nos dicen que esto traerá riqueza, pero sabemos que lo que deja es polvo, ruido y contaminación”, lamentan algunos vecinos de Medranda.

La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha mantiene los proyectos en fase de información pública, a la espera de resolver las alegaciones presentadas. Hasta entonces, la Sierra Norte vive en vilo, atrapada entre dos modelos de futuro: el del oro fugaz que prometen las prospecciones o el del desarrollo sostenible que sus pueblos llevan años intentando consolidar.

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