La lluvia intensa de este jueves puso en jaque al Monasterio de la Santa Faz, en Alicante, cuando las precipitaciones activadas por la alerta naranja de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) amenazaron con inundar el hogar de las Canónigas Regulares de San Agustín. La calle Mayor, en la que se encuentra la puerta pequeña de acceso al Camarín de Santa Faz, se llenó rápidamente de agua, arrastrando hojas, ramas y restos de árboles, y poniendo en riesgo tanto a las religiosas como al monasterio.
En medio de la emergencia, fueron los vecinos quienes actuaron para evitar que el agua alcanzara el interior del monasterio. «Estábamos a punto de que entrara el agua. Otras veces nosotras mismas hemos tenido que intentar desatascar los desagües con palos largos, como pértigas, pero esta vez han sido los vecinos quienes se han lanzado a ayudarnos», relata sor Irene Estadella, vicaria de la comunidad. «Especialmente la vecina de enfrente se puso a quitar la broza que se acumulaba en el desagüe, aunque por mucho que se limpie, el agua siempre arrastra más restos de los que se pueden retirar», señala.
El riesgo no es nuevo. La calle sigue el curso de un antiguo barranco natural, el barranco del Lloixa, desviado con el tiempo, pero que cuando llueve se inunda arrastrando hasta el acceso al monasterio restos de árboles que bloqueando los desagües de la calle y dificultando la evacuación del agua. «En otras lluvias nos ha llegado a entrar agua. Creemos que con el tiempo se tendrán que hacer actuaciones para que no se ahogue la Santa Faz», afirmó Estadella.
Un lugar marcado por la naturaleza
El Monasterio de Santa Faz, famoso por albergar la reliquia del milagro de la Santa Faz ocurrido en el barranco del Lloixa, se encuentra en un entorno que todavía conserva la memoria de aquel cauce natural. La vicaria recuerda que la puerta que da acceso al camarín, por la que hoy se evitó la entrada de agua, ha sido históricamente uno de los puntos más vulnerables en episodios de lluvia intensa.
«Ante una emergencia tenemos que hacer todo lo que esté en nuestra mano. Especialmente cuando cae agua que arrastra restos de árboles y hojas», afirma Estadella, con la gratitud hacia los vecinos.
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