La guerra en Gaza está a punto de alcanzar su fin. Israel y Hamás han alcanzado esta madrugada un acuerdo histórico que, tras dos años de invasión israelí y más de 67.000 muertos, activa la primera fase del plan de paz trazado por Donald Trump.
Según ha confirmado el presidente de Estados Unidos, la ratificación del pacto por parte del primer ministro israelí Binyamín Netanyahu y del parcialmente decapitado mando del grupo islamista suní supone un alto el fuego entre ambas partes, el canje de los 48 rehenes israelíes por la excarcelación de unos 2.000 presos palestinos y la entrada de ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, cuya población sufre una desnutrición aguda que, según la UNRWA, afecta a 54.000 niños y niñas menores de cinco años.
El plan, celebrado como un «éxito diplomático» que sienta las bases de lo que Trump ha descrito como una «paz fuerte, duradera y eterna», también incluye un repliegue técnico del ejército israelí «hasta una línea acordada». Hamás habla de una «retirada de la ocupación» y Washington indica que será «completa». No obstante, Israel ha reiterado que mantendrá a sus tropas en un perímetro por definir del enclave palestino, descrito por la ONU como «la cárcel al aire libre más grande del mundo».
Esas distintas versiones auguran un retroceso militar complicado. El Ministerio de Exteriores de Qatar, otro de los mediadores, ha indicado que los detalles de ese movimiento se especificarán más adelante. Pero el plan estadounidense, compartido por la Casa Blanca el pasado 29 de septiembre, establece una retirada progresiva de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) dividida en tres fases.
Tras la aprobación del plan, el primer paso fija un repliegue del ejército «a la línea acordada», de color amarillo. Ese paso atrás supondría la liberación de la Ciudad de Gaza y de Jan Yunis. Esa retirada permitiría, según el Gobierno de EEUU, liberar a los rehenes israelíes y habilitar una vía para la entrada «sin interferencias» de ayuda humanitaria, a cargo de la ONU y Media Luna Roja, además de «otras instituciones internacionales no asociadas con ninguna de las dos partes».
La segunda fase de retirada (la línea azul) se activará cuando se logre la desmilitarización de la zona para que, en términos de la Casa Blanca, Gaza esté «segura» y «ya no represente una amenaza». En la práctica, el ejército de Israel dejará de ocupar el territorio y entregará su control a la Fuerza Internacional de Estabilización (ISF), unas fuerzas policiales palestinas que serán diseñadas y entrenadas por EEUU, Israel, Jordania, Egitpo y otros países aliados.
El plan de Trump habla de una retirada «completa» de Gaza de las IDF, pero no establece un marco claro de cuándo se ejecutará, si es que termina sucediendo. En el mismo documento señala que las tropas de Israel mantendrán una «presencia de perímetro de seguridad» en el enclave palestino «hasta que Gaza esté debidamente protegida de cualquier amenaza terrorista resurgente», una terminología ambigua que podría traducirse en un establecimiento sine die del ejército israelí.
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