Tragicómica y melancólica, esta novela nos presenta un mundo plúmbeo y totalitario, dominado por fuerzas ciegas e impersonales. Un escenario humano desolador en el que la inteligencia es anulada por la fuerza bruta y la violencia, y en el que el caos arrastra irremediablemente a unos personajes que, entre el conformismo y la insignificancia, no aciertan a crear un orden nuevo menos cruel y menos gris. El estallido de violencia no alcanza siquiera el rango de revolución y la vida transcurre, en esta pequeña y anónima ciudad húngara, sumida en una atmósfera de terror y amarga ironía. “Melancolía de la resistencia” es una obra maestra del humor negro.
En los ocho relatos que integran este volumen, Lázsló Krasznahorkai vuelve a deslumbrar al lector con su sagacidad y sentido del humor. Ya se trate de la venganza ejercida por un cazador sobre sus vecinos, del exilio de ciudadanos condenados a una espera insoportable para embarcar en un navío bajo la vigilancia de milicias armadas hasta los dientes o de los intentos de un enigmático personaje de evadir a sus perseguidores, el irresistible ingenio del aclamado narrador húngaro brilla con intensidad. La interrogación sobre las ilusiones, la perfidia, la traición y la desconfianza humanas que atraviesa estos relatos hace de ellos una síntesis perfecta de los motivos que animan el conjunto de su magistral obra.
Poco después de la caída del régimen comunista, en una remota región rural de Hungría azotada por el viento y la incesante lluvia, unos pocos miembros de una fallida cooperativa agrícola llevan una vida anodina en un pueblo ya casi fantasmal mientras aguardan impotentes a que un milagro les devuelva el futuro. Hasta que un día reciben la noticia de que, en la carretera que conduce a la aldea, se ha avistado al astuto y carismático Irimiás, desaparecido años atrás y al que daban por muerto. Su simple reaparición infundirá esperanzas en la pequeña comunidad de vecinos, pero también desencadenará acontecimientos desconcertantes y les revelará aspectos que tal vez habrían preferido ignorar. Paródica y mordaz, esta magnífica novela sobre los avatares de la esperanza y el valor de las promesas inspiró la película de culto de Béla Tarr y ya es hoy un clásico contemporáneo.
Seiobo, una deidad japonesa que tiene en su jardín un melocotonero que florece cada trescientos años y cuyo fruto da la inmortalidad, decide volver a la Tierra en busca de un atisbo de perfección: la belleza, por fugaz que sea, revela lo sagrado, que a menudo apenas somos capaces de soportar. En su viaje, Seiobo explora el Japón que perpetúa algunos rituales desde hace siglos; contempla la pintura en la Rusia medieval o en la Italia del Renacimiento; escucha la música del Barroco y sobrevuela la Acrópolis de Grecia, la Alhambra de Granada o la Pedrera de Barcelona. Una obra melancólica y turbadora en la que Krasznahorkai indaga en el extraordinario consuelo de la belleza y nos ofrece su singular perspectiva de la inmanencia.
En un oscuro puente del ferrocarril, Korin está a punto de ser atacado y robado por unos violentos adolescentes. Desesperado, enloquecido por momentos, pero siempre empático, ha descubierto en los archivos de una pequeña ciudad húngara un antiguo manuscrito de sorprendente belleza: narra la épica historia de dos camaradas que luchan por regresar a casa tras la guerra. Korin está decidido a suicidarse, pero antes de hacerlo cree que debe huir a Nueva York con el precioso manuscrito y preservarlo para la eternidad colgándolo en una web. Siguiendo a Korin obsesivamente por las calles de Nueva York, la novela relata sus encuentros con los diversos tipos humanos que pueblan un mundo dividido entre el vicio y una misteriosa belleza.
«György Korin detuvo el coche ante la entrada del bar non stop de la estación de autobuses, paró como pudo el motor, se apeó y—como quien está convencido de encontrar allí realmente, con esas cuatro palabras en la cabeza, aquello que buscaba después de pasar tres días sumido en un estado etílico—empujó la puerta sin titubear, se dirigió tambaleándose a un hombre solitario, la única persona que se hallaba ante la barra, y, en vez de derrumbarse en el acto, tal y como habría correspondido a su estado de embriaguez, le dijo, silabeando con enorme esfuerzo: “Querido ángel, llevo mucho tiempo buscándote”».
Al sur de Kioto, junto a la vía del tren de la línea de Keihan, a sólo una parada de la ciudad, hay un monasterio. Una escalada laberíntica conduce al nieto del príncipe de Genji a este lugar apartado. No muy lejos de allí, dicen, tiene que hallarse el jardín más hermoso del mundo. Camina por todo el recinto del monasterio como movido por una fuerza interior. Una construcción sutiul ha dado forma a la naturaleza, cada cosa tiene su lugar y cada forma su significado. Y así se desplaza una mirada perspicaz y minuciosa sobre la naturaleza, sobre las plantas, el viento y los pájaros, pero también sobre la arquitectura, las pagodas, las terrazas y los patios.
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