Hace cuatro años, la cantautora asturiana Lorena Álvarez se vio perdida y sintió la necesidad de parar y de regresar a su aldea, San Antolín de Ibias, para recomponerse. Ese proceso de reconstrucción personal, con todos los aprendizajes que conlleva, forma ahora el sustento argumental de su nuevo álbum, ‘El poder sobre una misma’, una colección de canciones libres con honda resonancia espiritual que publica este viernes en el sello Montgrí.
Han pasado seis años desde su anterior elepé en solitario, un periodo bastante insólito para los ritmos actuales del negocio musical. ¿No le ha provocado ansiedad verse tanto tiempo sin canciones nuevas que enseñar?
La ansiedad ya la tengo siempre de manera natural, pero no por esta razón. En realidad, yo tardo bastante en sacar discos, porque solo hago música cuando creo que tengo algo que decir y porque no estoy de acuerdo con esos tiempos que nos quieren imponer a todos. Yo quiero hacer las cosas a mi propio ritmo, darles a las canciones el tiempo que necesitan. Ese es el compromiso que he adquirido con mi arte, y lo llevo a rajatabla.
Dice la nota promocional que en el disco usted ha dejado de mirar a su alrededor para volver la mirada hacia dentro, «como después de haber vivido un gran susto».
No sé si es eso o si es la edad. Cuando hago música, me guío por mi intuición y no tengo un discurso preparado ni me pongo un objetivo temático ni nada. Dejo que las cosas vayan sucediendo. En este caso, una vez hecho el disco, algunas personas me comentaron, pienso que con acierto, que en mis anteriores discos estaba un poco más echada hacia fuera, reaccionando, a veces con rabia, frente a las cosas que ocurren, y que este disco, en cambio, es un poco más pasivo.
¿Más pasivo o más introspectivo?
Es que todos mis discos son bastante introspectivos. Diría que simplemente me he situado en otro lugar. Me he sentado a intentar comprender que las cosas que pasan a tu alrededor no tienen por qué determinar cómo te encuentras, que hay una calma disponible dentro y que puedes acceder a ella siempre que quieras y hablar desde ahí. En estos últimos años he estado practicando meditación y eso me ha dado otra visión. El disco está muy influido por lo que he aprendido meditando.
¿Le ha ayudado la meditación a recuperar ese control sobre sí misma que reivindica en el título del disco?
El control, no; el poder. No es lo mismo.
¿En qué se diferencian?
Es distinto, porque tener el control no es garantía de nada. En cambio, tener el poder sobre una misma, aunque esté todo descontrolado, significa que estás en tu lugar. El disco habla de ese proceso; de recuperar la autonomía, los trozos que se van perdiendo por el camino, para recogerlos todos y volver a componerte con ellos, y así ir haciendo tu vida a tu medida. Es un poder que no podemos ostentar en ningún lugar fuera de nosotros mismos.
«Ese proceso de romperse y recomponerse es una situación que vivimos muchas mujeres; estamos acostumbradas a eso»
En la canción que da título al álbum describe un proceso de desmoronamiento personal en clave autobiográfica y lo acaba convirtiendo en un himno colectivo de reafirmación.
Sí, bueno… En realidad todo el disco va más hacia la poesía, pero esta canción salió así, un poco descacharrada, un poco urgente, como diciendo: «esto es lo que me ha pasado». Al principio no tenía esa vocación de himno que dices, pero, cuando la estaba haciendo, me apeteció darle ese punto. Tengo la sensación de que ese proceso de romperse y recomponerse es una situación que vivimos muchas mujeres, estamos acostumbradas a eso. Todas las amigas que han oído la canción se han sentido muy identificadas; todas dicen: «yo también quiero recuperar el poder sobre mí misma porque me lo quitan».
¿Quién se lo quita?
La pregunta es: ¿quién no te lo quita? Hay pocas personas que de verdad respeten tu libertad, la mayoría tiran de ti hacia todas partes. El poder te lo quitan las parejas tóxicas, los trabajos en los que te explotan, la gente que demanda de ti cosas, la sociedad, las redes sociales, el mundo en que vivimos… El disco es un poco un resumen de esa situación y una observación personal de todo lo que conlleva el proceso de recuperar el poder sobre ti misma: la búsqueda del silencio, la necesidad de parar, de estar en contacto con la naturaleza… Pequeñas cosas que a mí me sirven y que supongo que a otras personas, también.
Lorena Álvarez, en la plaza Osca de Barcelona / MANU MITRU
Algunas canciones del disco, y especialmente ‘Guíame’, parcen sugerir una búsqueda religiosa.
Más que religiosa, espiritual. ‘Guíame’ es una especie de plegaria, sí, pero no está dirigida a ninguna religión en concreto. Es más un sentimiento espiritual, de ponerse en contacto con una idea de trascendencia que para mí es importante. Creo que es raro que una persona que se dedica al arte no sienta que en ocasiones está en contacto con algo que es más grande que ella.
Ese algo, ¿está dentro o fuera de la persona?
Pueeees… En las filosofías orientales se habla mucho de que esa divinidad está dentro de todos nosotros. Para mí es una experiencia mística, una manera de ponerse en contacto con algo divino sin necesidad de ningún dogma ni de ninguna religión. Es algo que puedes hacer directamente. ¿Dónde se esconde eso? Puedes decidir, por ejemplo, que está en tu corazón, y si te pones en contacto cada día con ese sentimiento, es algo benéfico que te ayuda a estar en tu centro y a tener el poder sobre ti misma.
En lo musical, este disco marca distancias tanto respecto al pop indie como respecto al movimiento neo-folk. ¿Existía ese propósito deliberado de definir un espacio propio?
Pues mira, el título viene de ahí también. Es verdad que a mí muchas veces me han querido encasillar en sitios en los que no me siento cómoda para nada. Pero yo sigo haciendo lo que hago, y quien lo quiera entender… Yo no tengo que ir diciendo lo que soy. Yo ofrezco lo mío y que cada uno lo entienda como quiera. Si hay personas que lo quieren reducir a algo que no es, pues esa es su visión y yo no puedo hacer nada.
«No he visto ninguna escena que me haya convencido tanto como para apuntarme»
¿No echa a veces en falta formar parte de una escena más amplia?
La verdad es que no. No he visto yo ninguna escena que me haya convencido tanto como para apuntarme [risas].
Le pasa con las escenas como con las casas discográficas…
Sí, que las he catado todas y ninguna me ha convencido [risas]. Y quizá tampoco les he convencido yo a ellas. Yo pongo tanto en lo que hago que no espero que la gente con la que trabajo ponga lo mismo, porque eso es imposible, pero al menos quiero no sentir que todo ese trabajo se va a la basura. Trabajar con gente que también tenga ilusión y que se interese por este proyecto de una manera sincera. Mi trabajo no es comercial ni va a generar grandes ganancias; entonces, qué menos que hacerlo con personas que estén involucradas.
¿No le resulta complicado vivir de la música y al mismo tiempo trabajar completamente al margen de lo que la industria musical espera de usted?
Es que no creo que la industria musical espere nada de mí. Yo trabajo centrándome en lo que creo que tengo que hacer, aunque eso no coincida con las supuestas demandas de la industria. A mí es que esas pautas de que las canciones tienen que tener cierta duración o que aquí tiene que ir un estribillo o no sé qué, pues me parece muy ridículo, porque para mí el arte es un espacio de libertad y no se puede coartar de esa manera. Si construir mi vida entera en torno a esa manera de trabajar exige algunos compromisos, como reducir mis gastos, estoy muy dispuesta a hacerlos, porque para mí es más importante que los discos se hagan como creo que tienen que hacerse.
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