Gracias a la inteligencia artificial, la ciencia no solo está escuchando, sino que empieza a comprender el diálogo oculto de la naturaleza, un avance que promete transformar nuestra relación con las otras mentes que habitan el planeta.
La aspiración humana de poder hablar con los animales, un sueño que se remonta a leyendas como la del Rey Salomón o el personaje de ficción Dr. Dolittle, está más cerca de convertirse en realidad gracias a los avances revolucionarios en Inteligencia Artificial (IA) y las neurociencias. Estos desarrollos están permitiendo a los científicos descifrar patrones en la comunicación animal que antes eran indetectables, transformando radicalmente la relación de la humanidad con la naturaleza.
Durante décadas, los investigadores fueron cautelosos al atribuir el concepto de «lenguaje» a cualquier animal aparte del ser humano. Esto se debe a que, si bien la comunicación animal es sofisticada—a menudo ligada a contextos específicos como el peligro o la alimentación—, carece de la estructura simbólica, la gramática compleja y la capacidad de abstracción que definen el lenguaje humano, el cual nos permite generar un número infinito de mensajes y hablar sobre ideas abstractas, el pasado o el futuro.
Descifrando a los delfines
La IA se ha convertido en la aliada crucial, permitiendo a los científicos analizar vastas cantidades de datos provenientes de sonidos, movimientos y otras señales emitidas por animales en su entorno natural.
Un caso paradigmático de este avance se centra en los delfines mulares (Tursiops truncatus) de Sarasota Bay, Florida. Bajo la dirección de Laela Sayigh del Instituto Oceanográfico Woods Hole, la investigación ha utilizado la IA para ir más allá de los conocidos «silbidos de firma» que identifican a cada delfín de forma individual. El equipo ha logrado identificar 22 tipos de silbidos compartidos por el grupo social, utilizados para comunicar conceptos complejos como una señal de advertencia o la pregunta «¿qué fue eso?».
Los hallazgos sugieren un nivel de cognición avanzado, ya que existen indicios de que los delfines pueden incluso comunicarse sobre otros individuos que están ausentes, lo cual indica un nivel de abstracción que antes se consideraba imposible en animales no humanos. Además, los delfines han demostrado ser aprendices vocales excepcionales y modulan su tono, adoptando uno más agudo al interactuar con sus crías, de forma similar a como los humanos hablamos con los bebés.
La multidimensionalidad del diálogo animal
Los investigadores han descubierto que la comunicación interespecies es mucho más compleja que solo el sonido, presentando un desafío extraordinario. El lenguaje animal es multidimensional. Por ejemplo, las señales de los pulpos y las sepias incluyen gestos con sus brazos. Los ruiseñores son capaces de ajustar sus cantos e imitar instantáneamente la frecuencia de otro pájaro, una flexibilidad comparable a la del habla humana. Incluso grandes cetáceos, como las ballenas jorobadas y las espermas, parecen utilizar patrones de sonidos que se asemejan a la estructura del lenguaje humano.
Las señales a menudo están entrelazadas con el lenguaje corporal, cambios de color, expresiones faciales e incluso campos eléctricos en algunas especies. Se ha observado que los orangutanes pueden retrasar las alarmas dirigidas a sus crías y modificar sus llamadas para indicar cuánto tiempo ha transcurrido desde que vieron una amenaza, un ejemplo de comunicación temporal que plantea un reto a los investigadores.
Aun con estos avances tecnológicos, la IA no es una solución mágica. Depende de los datos que recibe, y la validación de un mensaje interpretado correctamente requiere observar respuestas naturales y medibles en el animal, un proceso que no siempre es sencillo.
El Desafío Coller Dolittle impulsa la investigación global
Para superar estas barreras y acelerar el desciframiento del lenguaje animal, los esfuerzos de investigación han recibido un impulso significativo gracias al nuevo Desafío Coller Dolittle.
Este desafío encomienda a la comunidad científica la tarea de desarrollar un algoritmo capaz de comunicarse con organismos no humanos, o al menos comprender lo que dicen.
El proyecto encabezado por Laela Sayigh del Instituto Oceanográfico Woods Hole resultó ser el ganador del Coller Dolittle Challenge en 2025. Su trabajo se centra en el estudio de una manada de aproximadamente 170 delfines nariz de botella salvajes en la bahía de Sarasota, Florida, a lo largo de seis generaciones. El equipo ganador del desafío anual de este año recibió 100.000 dólares para financiar su trabajo.
El gran desafío es el Gran Premio Multianual: El Premio Coller-Dolittle a la Comunicación Bidireccional entre Especies. El premio mayor consiste en una inversión de capital de 10 millones de dólares o un premio en efectivo de 500.000 dólares. Este galardón está destinado al primer grupo investigador que consiga descifrar el código de comunicación entre la especie humana y un animal, como, por ejemplo, lograr hablar con nuestros gatos.
Un horizonte de empatía y conservación
Los expertos apuestan a que la primera especie cuyo código de comunicación sea completamente descifrado será probablemente un animal social que posea vocalizaciones claras y haya sido objeto de estudios a largo plazo y de alta calidad. Entre los principales candidatos se encuentran los cetáceos (ballenas o delfines) y las aves sociales, como los arrendajos. Los periquitos comunes también son considerados buenos sujetos de estudio debido a sus similitudes neurológicas con los humanos y su notable capacidad de aprendizaje vocal.
Más allá del interés mediático, la comprensión del lenguaje animal abre puertas a una nueva forma de entender la cognición, la naturaleza y, fundamentalmente, a una mayor empatía hacia otras especies. Aprender a interpretar las señales de los animales no solo mejorará su bienestar, sino que también nos ayudará a protegerlos mejor y a descubrir aspectos de la vida animal que hasta ahora nos eran invisibles.
Aunque el día en que un loro o un delfín puedan contarnos sus pensamientos más profundos puede que esté lejano, el solo intento ya está transformando nuestra relación con el mundo natural.