Por primera vez, la ciencia revela que los grandes sistemas naturales que sostienen el equilibrio climático global están perdiendo su capacidad de resistir el cambio. Un posible efecto dominó sería capaz de alterar de forma abrupta regiones enteras y el destino humano.
La capa de hielo de Groenlandia, la Circulación Meridional de Vuelco del Atlántico (AMOC), el sistema monzónico sudamericano y la selva amazónica se acercan a colapsos irreversibles por nuestra influencia sobre el clima y el uso del suelo, según una investigación cuyos resultados se publican en la revista Nature Geoscience.
Estos sistemas están interconectados y son capaces de desatar cascadas de cambios abruptos que reconfiguren la faz del planeta para siempre, advierten los autores de este trabajo.
Estos “elementos de inflexión” pueden funcionar como interruptores cuyo encendido o apagado depende de sutiles umbrales térmicos, hidrológicos o ecológicos. Cuando uno de ellos llega a su límite, no solo cambia su estado bruscamente, sino que puede arrastrar a los demás consigo, desencadenando una reacción en cadena cuyo alcance exacto no podemos anticipar. La dificultad estriba en que estos umbrales se ocultan tras décadas de aparente calma, retrocesos lentos o variaciones estadísticas solo perceptibles mediante un análisis detallado.
Señales de alerta temprana
Los autores de esta investigación realizaron ese análisis detallado: buscaron en registros climáticos, datos satelitales y complejos modelos matemáticos las “señales de alerta temprana” de que un sistema pierde estabilidad. Estas señales aparecen cuando el sistema tarda cada vez más en recuperarse de perturbaciones ante la presión del calentamiento global o la deforestación, avanzando hacia su eventual colapso.
Por ejemplo, la capa de hielo de Groenlandia padece desde 1996 un deshielo alimentado por el aumento de temperaturas y por mecanismos como el albedo —que le lleva a absorber aún más calor— y la reducción de altura del hielo, que expone la superficie a temperaturas mayores. Incluso a temperaturas ligeramente superiores a las actuales, en cuestión de siglos Groenlandia podría pasar de un estado estable a una pérdida masiva e imparable de hielo, sin que podamos saber cuándo sucederá, según los autores de esta investigación.
Infografía sobre los principales datos de la desestabilización de los elementos climáticos analizados por Boers et al. (2025). / Elaboración propia/T21
Indicadores paleoclimáticos
En el océano Atlántico, la AMOC, la cinta transportadora de calor que condiciona los climas de Europa, África y las Américas, muestra síntomas de debilitamiento en los registros modernos y en los indicadores paleoclimáticos. En el pasado, esta circulación ha cambiado de régimen en tan solo décadas, con efectos devastadores a escala planetaria. Ahora, el deshielo de Groenlandia puede estar añadiendo la gota extra de agua dulce que empuje la AMOC al borde de su colapso.
La selva amazónica y el sistema del monzón sudamericano forman otro eje crítico. Deforestación y cambios en las lluvias actúan como un doble impacto: menos árboles significa menos evaporación y reciclaje de agua, lo que a su vez agrava las sequías y prolonga la estación seca. Basta superar cierto umbral de sequía o pérdida de biomasa para que grandes extensiones de bosque se transformen en sabanas en cuestión de décadas, con consecuencias tanto para la biodiversidad global como para el clima.
Referencia
Destabilization of Earth system tipping elements. Niklas Boers et al. Nature Geoscience (20225). DOI:https://doi.org/10.1038/s41561-025-01787-0
Sistemas acoplados
Otro de los descubrimientos de esta investigación es que estos sistemas no solo pueden colapsar por separado, sino que están física y dinámicamente acoplados y pueden provocar un efecto de arrastre sobre los demás. La destrucción de la Amazonía, por ejemplo, facilita el trastorno del monzón sudamericano y puede ser influenciada —para estabilizarse o desestabilizarse— por lo que ocurra con la AMOC o el clima norteatlántico. Las interacciones pueden provocar que un colapso abrupto en uno puede provocar un colapso a los otros sistemas, antes de que las señales clásicas sean siquiera detectables.
Eso significa que los modelos climáticos tradicionales son insuficientes para prever con precisión cuándo y cómo ocurrirán estos cambios. Los registros observacionales proporcionan pistas, pero suelen ser demasiado limitados para estimar los niveles de peligro real, especialmente por la interacción y el “ruido” inducido entre elementos.
Sistema global de seguimiento
Los investigadores plantean la necesidad de crear un sistema global de observación y alerta temprana, capaz de integrar datos satelitales, históricos y experimentales, apoyándose en técnicas de Inteligencia Artificial (aprendizaje automático) y en indicadores estadísticos robustos.
Estamos expuestos a transiciones que, aunque lentas a escala geológica, serían abruptas y devastadoras en términos humanos, concluyen los investigadores.