Noviembre fue mal mes para el Barça de Flick en la temporada pasada. Y ahora este caos se ha adelantado en el calendario. Es, parafraseando lo que dijo el técnico alemán hace un año, “un shit October». Un octubre de «mierda» para un equipo que ha topado en apenas cuatro días con dos entrenadores que han desnudado la libreta del técnico azulgrana.
Primero; Luis Enrique; luego, Almeyda. Dos entrenadores que lo han desconfigurado de tal manera que no solo han provocado dos caídas sino que han desnaturalizado el juego del campeón de Liga, pagando su destensión defensiva recibiendo seis goles, la mayoría de idéntica manera concediendo latifundios para que PSG y Sevilla encontraran su botín.
Hansi Flick reclama la atención de sus futbolistas en el Sánchez Pizjuán. / Dani Barbeito / SPO
Tanto el asturiano como el argentino han sabido quitarle su esencia al Barça al punto de que lo convirtieron en un equipo vulgar. No tanto en Montjuïc como en el Sánchez Pizjuán, donde los goles iban cayendo de forma natural porque no era el Barcelona habitual. No se había visto algo así. Es, sin duda, la peor derrota del alemán desde que llegó en junio de 2024 al club azulgrana.
Del 4-2 de Osasuna al 4-1 del Sevilla
La peor también en términos estadísticos, superior incluso al 4-2 encajado en El Sadar ante Osasuna. Ni siquiera el aviso del Rayo en Vallecas, prólogo del parón de selecciones de septiembre, sostenido entonces por un soberbio Joan Garcia. Llegó a Sevilla como si aún estuviera en la montaña olímpica lamentando el gol, el frustrante gol del PSG en los minutos finales.

Ferran y Pedri discuten en un momento del partido. / Dani Barbeito / SPO
Se quedó en Montjuïc y el Barça no compareció en unos horribles 40 minutos aguantando en el partido gracias a las paradas de Szczesny y el gol en el tiempo añadido de Rashford. Pero le pasó lo mismo que ante el PSG. Luis Enrique supo estrangular el juego azulgrana una vez superada la media hora inicial.
Ahogado el centro del campo
Almeyda, en cambio, gobernó el encuentro ordenando un triple marcaje individual en el centro del campo con Agoumé, Mendy y Sow borrando del mapa a De Jong, superado, Pedri, angustiado, y Dani Olmo, desaparecido. No era solo un problema físico. Era, en realidad, un problema de fútbol. «Ellos jugaron uno contra uno, muy agresivos, y no tuvimos soluciones para sacar la pelota», reconoció luego el entrenador azulgrana.
«Ellos jugaron uno contra uno, muy agresivos, y no tuvimos soluciones para sacar la pelota»
Era, por lo tanto, un grave problema de fútbol porque el equipo de Flick no compareció en la primera parte. Y descuidó sus tareas defensivas en el tramo final de la segunda mitad recibiendo el castigo más doloroso para el técnico azulgrana.
No compareció en los 45 minutos iniciales, aturdido por el recuerdo del PSG, desempolvándose los trágicos partidos del “shit november”. En dos encuentros, seis goles ha recibido el Barça. Y el 50% en el último minuto, con el equipo defendiendo de forma lamentable.

Lewandowski lanza el penalti que falló. / Dani Barbeito / SPO
Así llegó el tanto de Gonçalo Ramos (m. 90), el 1-2 del conjunto francés. Así llegaron también de Carmona (3-1, m. 90) y Akor Adams (4-1, m. 90+6). Apuntillado por Luis Enrique en el tiempo añadido. Aniquilado luego por Almeyda al inicio y al final de un choque que ha provocado una imagen desfigurada del Barcelona. Un equipo irreconocible, que no sabía, como confesó Pedri, qué hacer con la pelota.
Esa es la mayor rendición tras encadenar dos derrotas consecutivas, algo que sólo había sucedido en una ocasión durante la pasada temporada. Y no, no fue en ese noviembre de mierda sino en diciembre cuando Leganés (0-1) y Atlético (1-2) se llevaron el triunfo dejando unas Navidades llenas de preocupación para el Barça.
Sin referencias
Todo se ha adelantado en este curso cuando el equipo ha perdido sus referencias. Hasta Flick admitió que le había sorprendido el cambio de sistema de Almeyda, que abandonó su traje de los tres centrales para refugiarse en un atrevido y valiente 4-3-3 para quitarle la identidad al Barça. Y lo consiguió. Le quitó, además, su capacidad de rebeldía porque Pedri y De Jong no tuvieron peso alguno en el encuentro.

Flick, en la banda, parece estar esperando los árbitros del Sevilla-Barça. / Dani Barbeito / SPO
Fue, sin embargo, el canario quien sirvió un precioso (y preciso) centro a Rashford para que alimentara la esperanza azulgrana. Del neerlandés no hubo noticia alguna en el Sánchez Pizjuán. De Dani Olmo, tampoco. Y en los instantes finales, aún con el 2-1 en el marcador, eligió situar a Christensen de medio centro mientras Marc Casadó no jugaba ni un solo minuto.
No tuvo, por lo tanto, control alguno en el centro del campo. Ni puntería en un equipo que veía como Lewandowski, su máximo goleador, fallaba un penalti. No existió, además, reacción en el campo aturdido por la empanada que tuvo ya antes de pisar incluso el césped.
«Hemos salido dormidos«, confesó Pau Cubarsí, denunciando que el equipo no tuvo «la intensidad» que merecía el rival. Y el escenario. Tampoco hubo reacción desde el banquillo, añorando Flick la larga lista de ausencias (Joan Garcia, Fermín, Gavi, Lamine Yamal, Raphinha, entre otros) que debilitan el esqueleto de su obra.
Hasta eso -acordarse en la sala de prensa del Sánchez Pizjuán de los lesionados- no se le había escuchado nunca antes a Flick, a quien se le acumula el trabajo a la vuelta del parón de selecciones. Debe reconfigurar, de nuevo, al Barça.
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