Antonio Garamendi, presidente de la CEOE. / Redacción
Antonio Garamendi (*), sindicalista del metal patronal, emplea el método socrático de educar interrogando. Ha sacudido al país por última vez con una pregunta que probablemente altere para siempre los cánones económicos. «¿Tú crees que Carlitos trabaja 37 horas y media a la semana?» Se presupone que Carlitos es Carlos Alcaraz, sin que esta capacidad de síntesis autorice a jibarizar en Antoñito a Antonio Garamendi Lecanda Aldecoa. Dando por resuelta la identificación, procede responder preguntando: ¿El ‘plan Draghi’ para la economía española debe consistir en proporcionar una raqueta a cada trabajador, cuando hasta Toni Nadal le decía a su sobrino Rafita que no tenía ningún mérito pasar una pelota por encima de una red?
Dividiendo los cien millones que lleva ganados Alcaraz por su edad, sale a una media de 14.000 euros por hora desde el día de su nacimiento. ¿Conoce usted a algún trabajador que tenga esos ingresos, presuponiendo que Carlitos haya trabajado cada minuto de su vida?
Dado que solo una persona puede ganar Roland Garros, una dedicación de escasa productividad, ¿propone usted un sueldo único por objetivos para los 22 millones de trabajadores españoles, que solo sea cobrado por el ganador del torneo?
Ante su admiración por Carlitos, ¿le cedería la presidencia de la CEOE, incluidos los 400.000 euros que cobra usted por un trabajo en coche oficial más descansado que ganar torneos de tenis? Garamendi, otro que trabaja menos que Alcaraz.
La fijación con Carlitos solo demuestra que jugar bien al tenis es la frustración de los empresarios emigrados ilegalmente a pensadores socráticos. El milmillonario Bernard Arnault, de LVMH, puede pagarse dos horas anuales en la pista con Roger Federer, que no le descolgaría el teléfono a Garamendi ni aunque lo llamara Rogerito.
Valga la oportunidad para homenajear al gestor de un clásico de la banca española, que nombró máximo ejecutivo a su profesor de tenis. Acabaron ambos despedidos y en el banquillo penal que no deportivo, porque todavía no habían arraigado las propuestas tenísticas de la CEOE.
Debe admitirse que el Garamendi desafortunado salvo en lo salarial viene empeorado por Yolanda Díaz, junto a la que debería interpretar la tercera versión de La guerra de los Rose matrimonial. Nos libraríamos así del mal sabor de la segunda entrega, y recuperaríamos el sadismo del abrazo mortal entre Michael Douglas y Kathleen Turner, otros que cobran como Carlitos.
Reconvertido en management guru, el presidente que no líder de la CEOE pretende armarse con su dilema existencial frente al baby boom, el conflicto de los babies contra los boomers. Sin embargo, humillar a los jóvenes confrontándolos con Carlitos conlleva el problema de verse a su vez comparado con Elon Musk, que gana en un minuto lo que a Garamendi le cuesta un año. ¿Deberíamos dudar por ello de la laboriosidad o rendimiento del presidente de una entidad subvencionada por el Estado socialcomunista, en al menos la mitad de su salario?
Ningún español que trabaje las mismas horas que Garamendi tiene garantizado el sueldo del presidente de la CEOE, aunque sí una carcajada en el caso de que acaricie tal pretensión económica. Queda así desactivada, esperamos que definitivamente, la ecuación de Garamendi. Es más falsa que la curva de Laffer, que predican sus adeptos para dejar de pagar impuestos.
Si Garamendi pensara que puede ganar lo mismo que Alcaraz, estaría trabajando a destajo como los empresarios de éxito, en lugar de perder el tiempo con ocurrencias dignas de Gabriel Rufián. De hecho, el motor de su desafío entre interrogantes no consiste en humillar a millones de trabajadores, a quienes ni siquiera toma en consideración porque puede aplastarlos con su sueldo semipúblico. Nos hallamos ante el enésimo ejemplo del pecado nacional, la envidia ante la facilidad para obtener ingresos de Carlitos con una pelota, sin necesidad de licenciarse en la Wharton School.
En auxilio de Garamendi, no debe olvidarse el estrés que acumula ante la inminencia de la Inteligencia Artificial. Le preguntaron a Geoffrey Hinton, ganador del Nobel de Física por sus avances en las redes neuronales, qué profesionales sobrevivirían a la IA. Tras pensárselo, respondió con una palabra: «Fontaneros». La presidencia de la CEOE también está condenada a ser ocupada por un chatbot.
(*) Conviene adjuntar una alerta tranquilizadora o trigger warning para Isabel Díaz Ayuso, lectora inevitable de este artículo, porque «Garamendi» puede traducirse con cierta liberalidad por «monte de los helechos», y carece de connotaciones amenazantes pese a su intrínseco aroma vasco.