Un viaje a través del tiempo y la fe entre tambores, clarines y pólvora. Crevillent cerró este domingo sus desfiles de Moros y Cristianos con una Entrada del bando de la cruz legendaria después de que Beduinos luciera el sábado todo el trabajo para rendir tributo a la villa. Esta vez Dragones de San Jorge, que ostenta la capitanía cristiana, tenía la gran responsabilidad de poner el broche con un boato de peso con más de 1.300 participantes—entre festeros, bailarines, actores y músicos de una decena de bandas— que recrearon a lo largo de más de cuatro horas de recorrido un relato que combinó historia, mito y devoción.
Con “Gloria a Crevillent” la comparsa narró a través de un auténtico espectáculo una simbólica reconquista local, su redención espiritual y el renacer de la fe cristiana tras la oscuridad. Y es que cada cuadro del boato era una epopeya sobre la identidad del municipio alfombero desde la Edad Media.
Fin del asedio
Tras el paso de las tropas castellano leonesas entraron en escena, y por este orden, los astures, almogávares, maseros y caballeros del Cid, que fueron encendiendo la mecha de una noche mágica que, como si de un cuento andante se tratase, Dragones empezó a contar desde una batalla de fuego para representar la purificación de la tierra y el fin del asedio enemigo. Entre llamaradas y humo, emergió entre el público el escudo de los Dragones de San Jorge, símbolo de fe y valor, seguido por el capitán 2017, José Francisco Rovira, y las princesas Gema Adán y Sae Mallol, custodias del legado festero.
Homenajes
Durante el desfile fueron entrando filàs que abrieron el cortejo y los estruendos cambiaron de repente por el recogimiento a través del “Réquiem”, interpretado por el Coro Nuestra Señora del Carmen de Crevillent, en un claro homenaje a los antepasados y a quienes entregaron su vida por la fe. Con cirios y voces solemnes se representó la importancia de la plegaria del pueblo que, cuando vienen tiempos oscuros, confía su destino a la protección divina.
La «danza de la gratitud» a través de bailarinas formando círculos, cruces con telas blancas evocaron la paz y la unión tras la batalla. Las princesas de distintas capitanías del 2018 al 2023, entre ellas Claudia Bernabéu, Consuelo Madrigal o Cristina Guilabert, estuvieron acompañadas por las marchas de varias bandas en un claro recordatorio de que la fiesta no se hereda: se transmite.
Gratitud
Después del emotivo gesto de gratificación el pueblo vibró con júbilo al paso de campesinos, y tampoco faltaron guiños a los juglares y bufones medievales que, entre sátira y comedia, contaban las hazañas del pasado. El boato mantuvo en vilo a los asistentes todo el mundo, y uno de los momentos más especiales llegó cuando los estandartes ondearon mientras la Princesa infantil 2025, Julia Candela Molina, desfiló entre vítores encarnando el relevo generacional.
El tramo final se centró en el renacer del Reino poniendo en valor la alegría y la abundancia tras la victoria con lo que acróbatas, escuadras especiales y bandas escoltaron a los caballeros de la corte y uno de los instantes más entrañables fue cuando los soberanos se consagraron ante el altar del fuego.
El dragón como custodio
El dragón Draak, figura mítica de la comparsa apareció envuelto en fuego y luz gracias a Pyros Espectáculos que recreó el vuelo del animal mitológico con una sincronía perfecta escoltando a los cargos.
Una de las sorpresas de la noche fue cuando se apagaron las luces en uno de los tramos y las hermanas soprano María, Pepa y Gemma García Maciá encandilaron con su voz al público, y en especial a los cargos.
La actuación de las soprano crevillentinas fue una de las sorpresas de la noche / Matías Segarra
Un cierre de altura lo puso el Capitán, Enrique Ortolá Gilabert, encarnando al Magnánimo, y Laura Serra Andrés, Princesa 2025, cuando se abrieron paso con los ecos del Orfeón Voces Crevillentinas y el Grupo Adlibitum de Albatera. La pareja saludó en todo momento emocionada mientras vecinos y visitantes se deshacían en aplausos tras una velada para no olvidar que se cerró con cantos a la victoria, y en la que quedó claro que en la unión descansa el porvenir.
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