La noche de Kirian Rodríguez. La vuelta perfecta después de unos meses entre paréntesis, en el que el fútbol pasó a un segundo plano para dar importancia a la salud. Ayer, el ’20’ de la UD Las Palmas volvió a pisar el césped del Estadio de Gran Canaria ocho meses después. Un momento emotivo en el que por un instante la vida se paralizó, al igual que lo hizo el pasado 9 de febrero, cuando la afición amarilla hizo sentir al capitán el calor de todo un equipo: en aquel entonces, la situación era más delicada, porque Kirian había anunciado una recaída del Linfoma de Hodgkin que le había atacado en 2022.
Kirian Rodríguez controla el balón en un momento del encuentro ante el Cádiz en su regreso / Jose Carlos Guerra
Pero este domingo hubo un nuevo capítulo. Probablemente uno de los más importantes, de esos que se quedan para siempre en la memoria del que lo lee, o en este caso el que lo vive. Lo vivió el propio futbolista; lo vivieron sus compañeros que le han acompañado en este camino; su familia que lo sufrió de cerca junto a él y lo vivió una afición que desde el principio se volcó con su capitán. Por eso, estos últimos fueron los que dejaron al descubierto uno de los momentos más llamativos de un partido en el que Rodríguez, independientemente de la victoria de la UD, fue el principal protagonista.
Luis García hizo saltar las alarmas en la previa del duelo ante el Cádiz con una posible incorporación de Kirian al grupo y la sorpresa que dijo que iba a llegar no tardó en hacerlo, porque 48 horas después ya estaba brillando sobre el verde. Desde el cuerpo técnico decidieron que los entrenamientos de las últimas semanas habían sido suficientes para tomar la decisión, y que había llegado el momento oportuno de que Kirian volviera a estar disponible y ayudar al equipo. Y lo hizo como el mejor, con esa energía tan suya con la que logró contagiar a todos.
El momento de saltar al campo
Tras el descanso y el inicio de la segunda mitad, el técnico ovetense mandó a calentar a Kirian. Junto a él, figuras como Jonathan Viera o Jeremía Recoba, que se convirtieron en los dos primeros cambios. Y en el 76, con todo por decidir, llegó el momento de la noche. El capitán se desprendió del peto de calentamiento, se preparó y se colocó en la banda a la espera de que le dieran la orden del cambio. Entonces se congeló el Estadio de Gran Canaria. El reloj se detuvo, el fútbol dejó de importar y entró en primer plano una historia de superación que se recordará siempre. 18.413 espectadores en pie, una ovación de película y un momento para enmarcar.
Enzo Loiodice corrió hacia la banda para no perder más tiempo y Kirian Rodríguez cogió el relevo mientras que la afición amarilla comenzó a corear su nombre. Unos cánticos que retumbaron por todo Siete Palmas y un cambio que marcó el final del partido. Kirian está de vuelta, y su estado de forma es óptimo, algo que demostró a los pocos minutos, cuando ofreció a Recoba un pase con el que estuvo a punto de abrir el marcador. Pero daba igual quien fuera el encargado de abrir la lata en el conjunto de Luis García, porque lo que estaba claro era que la noche era de Kirian y que nada podía arruinársela. Viera al lanzar el córner y Barcia al rematarlo lo supieron.
Un pase mágico a Recoba
Y lo supo el grupo cuando terminó el duelo y sumaron los tres puntos en casa, porque en lugar de quedarse en el terreno de juego y hacerse la foto reglamentaria, decidieron pasar a un segundo plano para que todo el protagonismo lo asumiera Kirian. «Faltaba alegría en casa y creo que estos tres puntos y mi vuelta sea un plus de energía para la afición, para nosotros y empecemos a ganar los partidos en casa», expresó tras el final del partido. Aun así, el capitán también tuvo tiempo para hacer autocrítica: «falta ese ritmo de competición, un poquito más de chispa, hay dos o tres controles que a lo mejor se me van un poco y yo necesito esa frescura para estar un poco más vivo y más atento», apuntó.
Jugó su último partido el 3 de febrero en Girona y días después anunció su recaída. Un discurso en el que prometió volver a los seis meses, y una promesa que cumplió con creces. Volvió en el mejor momento: justo cuando la UD le necesitaba, ante un rival que hasta que se midió a los insulares no sabía lo que era perder este curso y bajo el arropo de una afición que siempre le sintió «como a uno de los suyos», como le gritaron en varias ocasiones. Trece minutos fueron suficientes, no hizo falta más para que demostrara que a veces la calidad es suficiente y que este tiempo ausente le ha servido para volver con más fuerza. Porque ayer, no solo demostró que la palabra resiliencia está en su apellido, sino también que puede ser titular en una UD Las Palmas que ayer vibró con su regreso.
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