Vinicius condujo al Real Madrid a la victoria en el partido contra el Villarreal. El brasileño se acercó a su mejor versión y fue la baza ofensiva que quiere Xabi Alonso. Se encargó de romper el autobús amarillo que Marcelino plantó delante de Arnau Tenas en el Santiago Bernabéu. Un buen planteamiento defensivo que hizo saltar por los aires el delantero blanco, que volvió a lucir su fútbol desequilibrante para adornarlo con dos de los tres goles de su equipo.
Aviso de Xabi
El brasileño se había refugiado en la cueva para vivir del pasado y echar un pulso al Real Madrid con su renovación. Sus actuaciones estaban muy lejos de su mejor nivel, y eso llevó a Xabi Alonso a darle un toque de atención dejándolo en el banquillo en el estreno europeo ante el Olympique de Marsella. Vinicius no escondió su enfado convencido de que es un jugador imprescindible para su equipo.
Sin embargo, el entorno aplaudió la valiente decisión del vasco que cuestionó su compromiso con el equipo. Demasiado individualista, poco implicado en defensa y retador con quien le cuestionase. A eso se sumó la postura inflexible del club a ceder a sus exigencias económicas para cerrar una renovación que estaba apalabrada. Su paso atrás enfadó y tiene enfadado a los dirigentes madridistas, que están abiertos a traspasarlo.
Tándem con Mbappé
Vinicius marcó dos de los tres goles al Villarreal, el segundo de penalti dudoso del que fue objeto y que le cedió amablemente Mbappé. Dos dianas que elevan su acierto a los cinco goles esta temporada, a lo que suma otras cuatro asistencias, dos de ellas al delantero francés. Juntos han marcado 14 de los 19 goles del Madrid en la Liga, el 73,68%: 9 del galo y 5 del brasileño.
Además, Vinicius ha rebajado su nivel histriónico, y sus quejas a los árbitros y a los rivales han ido a menos, aunque algunos se empeñen en criticarlo para atacarlo y rebajar el suflé de su fútbol. Criticarlo es gratis con o sin razón. Eso no quita que proteste como hace cualquier jugador, aunque ya no en ese nivel exageradamente estridente que no gusta en los despachos, en el vestuario ni en la grada madridista.