A mediados de mayo, con el objetivo de la salvación bajo el brazo y una mínima esperanza de regresar a Europa vía Conference League, el Valencia CF levantó el pie del acelerador y, diez partidos después no ha vuelto a pisarlo como corresponde. Entre el final de la pasada Liga y el inicio de la actual, el conjunto de Carlos Corberán apenas ha sumado nueve de 33 puntos posibles. Ocho de 24 en esta 2025/26, en la que los blanquinegros son decimocuartos, con solo tres de renta sobre la zona de descenso, aunque puede ser alguno menos porque este domingo todavía jugarán la Real Sociedad y el Rayo Vallecano, entre ellos, y el Celta, en casa, contra el Atlético de Madrid.
La tendencia, sin olvidar la decepcionante pretemporada entre medias, oculta tras el mercado de fichajes, es preocupante. Sobre todo, después de los dos últimos encuentros en que el Valencia ha revivido a los que eran colistas de la Liga: el Real Oviedo y el Girona FC. Dos rivales de los que el Levante UD, mientras tanto, se ha deshecho de los dos sin problemas. Los de Julián Calero golearon en Montilivi (0-4) y este fin de semana han pasado con solvencia por encima del Carlos Tartiere (0-2).
Último de los valencianos en la Liga
Ahora, el Valencia de la administración Lim afrontará el parón de selecciones en plena depresión. Durante los últimos seis años, el problema se ha eternizado y hoy se aviva con la fuerza característica de cada octubre. Cuando llega el tiempo en el que empiezan a descoserse las costuras de las plantillas que confeccionan los ejecutivos que el máximo accionista tiene a su servicio en València. Llegan dos semanas sin fútbol en las que el valencianismo deberá verse como último de los cuatro clubes valencianos en la clasificación de Primera. Además, con el Villarreal luchando este sábado por el liderato en el Santiago Bernabéu, el Elche en posiciones europeas y el Levante disfrutando de futbolistas como Etta Eyong y Carlos Álvarez.
La realidad del golpe duele al valencianista de a pie. Seis puntos con los que se contaba después del desastroso partido en Cornellà-El Prat frente al Espanyol (2-2) han volado por completo. La vuelta a la competición -el 20 de octubre nuevamente a domicilio ante el Alavés– asusta, especialmente, por lo que esperará en las semanas posteriores. Las visitas de Villarreal y Betis con una parada intermedia en la capital para medirse al Real Madrid.
La crisis del Valencia es de tal magnitud que no nadie que dice trabajar para el escudo puede escapar a ella. «La afición exige, porque el escudo que llevamos en el pecho no es un escudo cualquiera», argumentó Diego López a la conclusión del duelo, entendiendo el cabreo de los aficionados, tanto de los desplazados a Girona como de los que se quedaron en casa. Todos, miembros de un sentimiento incontable. Centenario. Las palabras del futbolista asturiano, autor del único gol del equipo en tierras catalanas, denotan que el grupo de futbolistas puede hacer más. Igual que las de Pepelu y el capitán en Montilivi, César Tárrega.
Falta intensidad y fichajes más determinantes
De hecho, la sangría de goles en contra a balón parado, donde la atención e intensidad son factores clave para contener al adversario, evidencia que al equipo le faltan dosis de intensidad. Lo ofrecido hasta el momento por el conjunto de las ocho nuevas caras, no obstante, muestra que las fallas existen también en la confección de plantilla. Solo Arnaut Danjuma ha cumplido con las expectativas globales del verano, probablemente, exageradas en la medida de lo visto hasta la fecha.
José Copete sigue sin ofrecer garantías, esta vez supliendo al lesionado Diakhaby. Baptiste Santamaría aporta muy poco en la construcción de juego. Lucas Beltrán, en su primera titularidad, careció de presencia en el área. Julen Agirrezabala volvió a dudar debajo de los palos… y de Philip Ugrinic apenas hay noticias sobre el campo.
Fallas en la exigencia desde arriba a abajo
El equipo no se exige y nadie más allá del entrenador le exige. Ninguno de los cinco cargos, en teoría, por arriba del técnico en la pirámide se ha encerrado con la plantilla para delimitar sin rodeos el objetivo que económicamente le urge al club: el regreso a las competiciones de la UEFA, la verdadera fuente de ingresos que rige en el fútbol. Más si cabe, con un camino interminable de seis años sin pisar Europa para disputar un partido oficial. Mientras el entorno pide, justamente, más a los jugadores, estos -los que más tiempo acumulan en el vestuario- comprueban como la exigencia de Lim con los dirigentes no existe. En años de crisis institucional aguda, Javier Solís pasó de portavoz y director corporativo a director general, el cargo que ocupó Mateu Alemany, y Miguel Ángel Corona, de ayudante de director deportivo -César Sánchez- a director deportivo.
Ron Gourlay habló antes del partido a los micrófonos de DAZN / DAZN
En marzo, el máximo accionista decidió la presidencia de su hijo, Kiat, quien en mayo apostó por Ron Gourlay como CEO de Fútbol. Hace unas semanas, el presidente a la distancia -inaudito en la historia del club hasta la efímera y triste excepción de Khojama Kalimuddin, causada también por Meriton-, habló de la existencia de «un plan deportivo, de verdad, con profesionales en sus puestos». Un plan deportivo que, escuchando las palabras de Gourlay en Girona consiste en «una transformación que necesita tiempo». ¿Más? ¿Después de seis años sin un solo euro de la UEFA?
Gourlay, asimismo, echó balones fuera sobre un objetivo concreto: «Queremos ser competitivos todos los partidos». Los dirigentes del club continúan sin fijar un horizonte en público a un grupo que parece carente de estímulos. Este Valencia requiere profesionalidad con urgencia. Metas más serias conforme a la gloria de su historia que terminar entre el octavo y el duodécimo.