Ni las fugas de ediles y una diputada del Parlamento canario, ni la falta de estructura del partido en todas las Islas, ni que los políticos que lideran Vox en Canarias, Nicasio Galván y Alberto Rodríguez, sean prácticamente desconocidos para los votantes o que no defiendan propuestas específicas para el Archipiélago, sino que reproduzcan las que les llegan de la cúpula nacional; ni, aun con todos esos hándicaps, las proyecciones del partido de Santiago Abascal para las elecciones de 2027 no solo no se desinflan, sino que se mantienen en tres o cuatro diputados. Los expertos coinciden en que, es más, las expectativas electorales mejoran y que hay un voto «oculto» que no se revela en las encuestas, pero sí en las urnas.
Según las previsiones de Miguel Martín de la Cruz, director del Instituto Perfiles Canarias, Vox puede llegar a los 100.000 votos, frente a los casi 72.000 que tuvo al Parlamento canario en 2023, con cuatro diputados, de los cuales conserva tres. ¿La razón? El partido de ultraderecha se alimenta de la desafección, del cabreo, del rumor de bar y del eco de un pasado que algunos aún echan de menos, y bombardea las redes sociales con mensajes simples que enganchan, sobre todo a los jóvenes: un electorado descontento, cuya mentalidad no percibe a Vox como una línea roja política debido a la carencia de vivencias del pasado.
A juicio de Martín, el votante joven ha abandonado la fidelidad histórica a los partidos, volviéndose mucho más permeable a nuevas opciones políticas. Para ellos, votar se ha convertido en un «producto de consumo», equivalente a probar una nueva marca de yogures. Existe una desafección política generalizada. Los jóvenes ven su futuro con pesimismo y tienen una sensación de «no futuro», con problemas como el acceso a la vivienda o el desempleo, y es ahí donde calan los mensajes duros contra los inmigrantes que lanza Vox.
El electorado joven busca un partido que se perciba como «outsider» o no convencional. Pese a que formaciones como Podemos y Sumar ya se han integrado en la «casta», Vox sigue siendo percibido como una opción fuera del sistema tradicional, opina Martín. La participación política se traslada a las redes sociales, donde Vox es un gran motor comunicacional y está ganando la batalla.
La permeabilidad del voto joven ha provocado que el crecimiento de Vox se extienda más allá del segmento inicial de los de 18 a 24 años. En la actualidad, esta franja de edad votaría en mayor medida a Vox frente a otras formaciones tradicionales, según datos del CIS y otros estudios, recuerda Martín. No obstante, hace aproximadamente un año, el crecimiento de Vox saltó a la siguiente franja de edad, de 25 a 34 años, y ahora el partido está empezando a coger fuerza en el segmento de 35 a 44 años, un grupo que también está expuesto a los canales de comunicación utilizados por Vox.
A juicio de Martín, a partir de los 45 años Vox se desploma. Opina que el votante mayor de centro-derecha es conservador y está fidelizado al Partido Popular (PP). La estrategia de comunicación de Vox, centrada en redes sociales, lo desactiva entre la población mayor, a la que no llegan sus mensajes. La clave del éxito comunicacional de Vox radica en la simplicidad: se trabaja con ideas que calan fácilmente y son comprensibles para cualquier ciudadano, independientemente de su nivel educativo o cultural, y en Canarias explotan la inmigración y la inseguridad.
Corrupción
Además, Vox se beneficia de la corrupción del PSOE y del PP, en sus distintas etapas de gobierno. Cada vez que sale un caso de corrupción, Vox no tiene que hacer nada, solo usar esa información. Para el director del Instituto Perfiles Canarias, Vox en las Islas no se nutre del grupo de los votos fachas, pues, en su opinión, más de 70.000 votos no pueden ser franquistas.
Al respecto, Armando Peña, directivo de Hamalgama Consultores y Ágora Integral, sí cree que hay un voto franquista «latente» en España, que ronda el «20%» y sigue vivo. «En Canarias es más visible de lo que se reconoce, sobre todo en las islas capitalinas», indica. En su opinión, está compuesto en su mayoría por personas mayores o de clases populares que asocian el orden con la autoridad y el progreso con el caos, y mantienen a Vox en pie incluso cuando el partido parece desmoronarse.
También resalta el radicalismo juvenil. «Lo más paradójico es que los jóvenes son ahora el combustible más fiel de Vox», añade. Peña describe a estos electores como «un voto oculto muy fuerte», un voto que no se confiesa en encuestas, pero sí se expresa en las urnas, y que está reconfigurando el mapa político del Archipiélago.
Además, considera que los mensajes de Vox calan en los barrios obreros. En Las Palmas de Gran Canaria se ha notado un cambio significativo en barrios como Las Rehoyas y El Batán, que han sido históricamente votantes socialistas, indica. Actualmente, aunque el PSOE sigue siendo la primera fuerza, Vox ya se ha posicionado como la segunda, superando al Partido Popular.
La situación de vulnerabilidad económica es un factor, afirma: 40 de los 130 barrios de Las Palmas de Gran Canaria presentan rentas per cápita que no superan los 8.000 euros anuales, y considera que son focos impresionantes para el voto de Vox, personas que piensan que el «pobre que es más pobre que yo (especialmente inmigrantes) tiene más derechos y más ayudas», financiadas con sus propios impuestos. No los mueven las siglas, sino el enfado y la indignación, asevera Peña. Y canalizan su frustración hacia lo que el partido les ofrece: si no tienes trabajo ni ayudas es por los migrantes y por la corrupción del Gobierno.
Y muchos electores, desencantados de la izquierda y descreídos de la derecha tradicional, se abrazan a ese relato centralista y airado que promete «orden» en un país donde lo único que abunda, dice Vox, es la precariedad.
El partido se deshace
Y, sin embargo, mientras el voto crece, el partido se deshace. Vox llegó al Parlamento de Canarias con cuatro diputados en 2023. Hoy solo quedan tres. Marta Gómez se fue al grupo mixto después de chocar con la dirección, alegando que: «no me metí en un partido para rendir pleitesía, no soy servil y no puedo estar en un partido piramidal donde todas las iniciativas vienen bajo mandato nacional; menos ir a la iglesia a rezar y más calidad humana», dijo. En la Cámara canaria se mantienen Nicasio Galván, Javier Nieto y Paula Jover.
En los ayuntamientos, el goteo de renuncias se ha convertido en costumbre: Janoa Anceaume, concejala en Telde, se marchó porque se siente «alejada del espíritu» que la ilusionó. Rosa Altafaj, en Ingenio, criticó que «Vox no quiere a gente que trabaje, quiere títeres». Los concejales Ginés González (Teguise), José Manuel Brito (La Laguna), Roberto Martínez (Agüimes) y Juan Manuel Hermoso (Santa Cruz de Tenerife) coincidieron en que había serias discrepancias «con la manera de tratar los asuntos municipales desde la dirección regional y nacional del partido».
En Fuerteventura, la dirección provincial cerró la sede de Miguel Felipe Rastrero, único concejal de Vox en Puerto del Rosario, tras votar en contra de la explotación de tierras raras promovida por el partido a nivel regional, y se ha quedado como concejal no adscrito, con duras críticas a la formación de ultraderecha.
La última ha sido la concejala Clotilde Sánchez, que estalló en un pleno en Las Palmas de Gran Canaria: «Ninguno queremos estar al lado de personas que son semilleros de odio», acusando a Vox de usar la fe como escudo mientras amedrentan a funcionarios y colegas, y defendiendo su derecho a conservar el acta como concejala no adscrita. «Conmigo son nueve los cargos que han abandonado Vox en Canarias; ninguno quiere estar al lado de personas así», en clara alusión al portavoz del partido y diputado nacional, Alberto Rodríguez, la conexión canaria con Abascal.
El resultado es un partido que, para los críticos, parece ser más una secta que una organización política, con portavoces imbuidos por el hermetismo, que no atienden a los medios salvo que puedan grabar las entrevistas.
Abascal como marca
No hay una estructura clara de la organización, sobre todo en las islas no capitalinas, y más ahora con las fugas, como en Fuerteventura; no hay discurso canario, pero hay rabia importada; y no hay dirigentes conocidos, pero hay un nombre que basta: Abascal.
Como apuntan Peña y Martín, «los votantes canarios no saben quiénes son los candidatos locales; votan a Abascal, no a Nicasio Galván ni a Alberto Rodríguez». Y eso explica por qué su mensaje nacional, antiinmigración y centralista, cuaja igual en Las Palmas que en Lugo o Almería.
En Tenerife, la ola ha sido más suave. Coalición Canaria actúa como dique de contención. Las asociaciones vecinales próximas a CC han ayudado a frenar el avance de Vox, que no logró concejales en Santa Cruz de Tenerife. En Canarias, aunque el partido pierde cuadros, conserva el relato: el del agravio, el miedo y el centralismo. Y eso, dice Peña, basta para mantenerlo vivo.
Las perlas de los ‘ultra’ en migración, la ley trans y la enseñanza del árabe
Una tras otra, las iniciativas de Vox en el Parlamento de Canarias se han estrellado contra el mismo muro: el rechazo del resto de los grupos. Desde que comenzó la legislatura, el partido de Santiago Abascal ha convertido la Cámara autonómica en el altavoz de su ideario nacional, presentando propuestas que van desde la inmigración hasta la identidad de género o la enseñanza de lenguas extranjeras. Ninguna ha prosperado.
Las iniciativas de Vox en materia migratoria son, probablemente, las más polémicas. El grupo ha propuesto la expulsión inmediata de inmigrantes irregulares, la repatriación forzosa de menores migrantes y la eliminación de los programas de acogida. Todas fueron rechazadas por el resto de fuerzas, que las calificaron de inhumanas y contrarias al marco legal. Solo Vox las defendió como medidas «necesarias para proteger la identidad y los recursos del Archipiélago».
El mismo patrón se repite en los debates sobre igualdad y diversidad. Vox ha votado en contra de la ley trans canaria y ha intentado suprimir la visibilidad LGTBI en las escuelas, bajo el argumento de «proteger a los menores de la ideología de género». Las iniciativas no solo fueron rechazadas sino que provocaron una de las imágenes más comentadas de la legislatura. En una sesión plenaria, el consejero de Educación, Poli Suárez (PP), recibió una ovación de toda la Cámara al desmontar una propuesta de Vox sobre la ley trans.
En el terreno educativo, Vox ha lanzado otra perla en las Islas y en otras comunidades, al pedir la eliminación de la enseñanza de la lengua árabe y la cultura marroquí en los centros escolares, alegando que estos programas «fomentan la segregación y la islamización de la sociedad». La propuesta volvió a encontrar un rechazo unánime en Canarias: todos los grupos la consideraron xenófoba y perjudicial para la convivencia.
En conjunto, las iniciativas de Vox apenas han dejado huella legislativa, pero sí han contribuido a definir su perfil político: el de un partido que usa la tribuna parlamentaria como escaparate ideológico y que no busca acuerdos sino visibilidad de su discurso radical.
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