En tan solo un mes, el mundo entero mirará hacia Belém, una localidad situada en pleno Amazonas brasileño que acogerá la cumbre del clima, para seguir una de las negociaciones más complejas de la última década sobre cómo reducir de forma urgente las emisiones en un contexto en que, según alerta la ciencia, cada tonelada evitada cuenta. En ocasión de este encuentro, el polémico artista catalán Josep Piñol ha anunciado su intención de construir en plena selva amazónica una gigantesca obra de arte en la que se retratan a decenas de políticos y empresarios flotando sobre ataúdes que representan las víctimas del cambio climático. Según constatan los análisis ambientales, la construcción de esta estructura implicaría la emisión de casi 60.000 toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Pero justo antes de ejecutarla, Piñol ha puesto a la venta la posibilidad de no hacerlo. «No es algo que haya inventado yo. Se trata de un mecanismo que utilizan gobiernos y empresas de todo el mundo», denuncia el artista en una conversación con El Periódico.
Según explica Piñol desde el Museu Tàpies de Barcelona, su plan es construir una enorme planta de captura directa de carbono en pleno Amazonas. Esta estructura serviría, por un lado, para mitigar el impacto de las emisiones derivadas, entre otros, de los desplazamientos masivos hacia la cumbre del clima de Brasil y, por otro lado, para denunciar que «más del 90% de las emisiones globales dependen de apenas un centenar de agentes económicos y políticos que concentran el poder real» y, entre otras cosas, «marcan el verdadero rumbo de las políticas climáticas del planeta». «Esta es una obra para ayudar al mundo a respirar mejor. Está diseñada para purificar el aire. Captura lo que daña, devuelve lo que sana», explica Piñol, quien reconoce como «subversivo» plantear algo así en pleno Amazonas, donde la naturaleza ya ejerce esta función.
El proyecto consiste en construir una enorme planta de captura directa de carbono en pleno Amazonas en la que, además, figuren las siluetas de un centenar de líderes flotando sobre ataúdes
El artista afirma que ya dispone de los planos para poner en marcha la obra, el cronograma de la construcción y hasta 18,4 millones de euros para ejecutar el proyecto de la mano de una compañía canadiense y otra británica. Todos estos documentos, sostiene Piñol, han sido certificados por auditores externos y demuestran no solo la viabilidad del proyecto sino la «amenaza real» de ejecutarlo.
Pero tal y como ocurre con otros proyectos de este estilo, justo antes de ponerlo en marcha el artista ha sacado a la venta la posibilidad de no hacerlo. Y es ahí cuando un inversor ha puesto sobre la mesa una oferta millonaria para frenar este proyecto y evitar las emisiones equivalentes a 500.000 viajes en coche o al consumo anual de 300.000 viviendas. Y tal y como ha certificado un notario, con la compra se certifica que la obra nunca se llevará a cabo.
La construcción de esta obra contaminaría tanto como 500.000 viajes en coche o el consumo eléctrico anual de 300.000 viviendas, según certifica un auditor externo
Una obra «evitada»
Piñol afirma que la suya es la «primera obra de arte evitada de la historia«. «Es paradójico ver cómo la inacción se convierte en solución, la renuncia en estrategia y el vacío en compromiso», afirma el artista tras la ejecución pública de esta performance, que lejos de ser una invención artística es, en realidad, un mecanismo que utilizan grandes empresas y gobiernos para «‘desgravarse emisiones, trampear sus cuentas ambientales y, en definitiva, fingir que están haciendo algo por el planeta cuando simplemente están haciendo ‘greenwashing'». «El objetivo de esta obra no es capitalizar la extinción del arte, sino escenificar las lógicas del mercado voluntario de carbono, en particular las emisiones evitadas», denuncia el artista.
«El objetivo de esta obra no es capitalizar la extinción del arte, sino escenificar las lógicas del mercado voluntario de carbono, en particular las emisiones evitadas»
En el centro de la performance de Piñol está el concepto de las llamadas «emisiones evitadas». Se trata de un mecanismo del mercado voluntario de carbono que funciona, en esencia, como una especie de «bula papal» de nuestra era en la que se concede el permiso de no hacer algo. En la práctica, este sistema permite a empresas y gobiernos anunciar un proyecto que, de realizarse, provocaría una gran cantidad de emisiones, vender la «renuncia» de su ejecución y, finalmente, desgravar unas emisiones nunca generadas. El artista denuncia que bajo esta lógica «el mercado de carbono convierte la nada en negocio» y cada vez son más los poderes que compran estos créditos para descontarlos de sus balances y presentarse como climáticamente responsables, aunque en realidad su actividad contaminante no haya cambiado.
Certificado de renuncia de la ejecución del macroproyecto artístico ideado por Josep Piñol en pleno Amazonas. / Cedidas
Lógica perversa
Hace años que expertos internacionales y entidades ecologistas de todo el mundo advierten sobre los peligros y, sobre todo, de la lógica perversa de las «emisiones evitadas». Según denuncian varios informes de la plataforma ‘Carbon Market Watch’, el mecanismo de créditos de carbono muchas veces se utiliza de forma tramposa y, en ocasiones, se utiliza para que empresas se definan como «neutras de carbono» mientras siguen contaminando. Plataformas como Greenpeace también han documentado casos concretos de empresas y entidades que maquillan sus balances ambientales mediante este tipo de «mecanismo de compensaciones dudosas» para aparentar un falso compromiso con el planeta. La paradoja, sostienen, es que mientras las emisiones aumentan año tras año, proliferan los certificados que aseguran lo contrario.
«En tiempos de emergencia climática, recurrir a este tipo de mecanismos es hacernos trampas en solitario»
Los estudios más grandes realizados hasta la fecha afirman que el mundo debe reducir de forma inmediata sus emisiones de gases de efecto invernadero para esquivar el calentamiento global extremo y un escenario de aún más caos climático. En el último lustro, desde la cumbre del clima de Glasgow hasta la de Dubái, gobiernos y empresas de todo el mundo han prometido redoblar su apuesta para lograrlo y desplegar nuevos mecanismos para reducir el cómputo global de emisiones. Esto se está traduciendo, por ejemplo, en países del norte global comprando créditos de carbono en regiones pobres del planeta para seguir contaminando como antes. O en trampas como el comercio de «emisiones evitadas». «En tiempos de emergencia climática, recurrir a este tipo de mecanismos es hacernos trampas en solitario«, denuncia Piñol.
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