Una nueva investigación revela que el acto de andar pone en marcha un sofisticado mecanismo neuronal que modula activamente la audición, permitiéndonos escuchar el mundo no solo con los oídos, sino con todo el cuerpo en movimiento.
Un nuevo estudio revela que el cerebro humano no procesa los sonidos de la misma manera cuando estamos quietos que cuando nos movemos. Al caminar, nuestro sistema auditivo se agudiza y se vuelve más receptivo, en un claro ejemplo de cómo el movimiento y la percepción están íntimamente conectados. La investigación, publicada en JNeurosci, demuestra que el simple hecho de andar intensifica la respuesta neuronal a los estímulos sonoros.
Para llegar a esta conclusión, los científicos registraron la actividad cerebral de varios participantes mediante electroencefalogramas (EEG) portátiles mientras realizaban diferentes acciones: permanecer de pie, caminar en el sitio sin desplazarse y recorrer una trayectoria en forma de ocho. Durante las pruebas, los voluntarios escuchaban tonos continuos con frecuencias específicas en cada oído.
El cerebro en movimiento agudiza el oído
El resultado más notable fue que, al caminar, el cerebro mostraba una mayor «sincronización» con los sonidos, un fenómeno conocido como Respuesta Auditiva de Estado Estable (ASSR, por sus siglas en inglés). Esta respuesta, que mide cómo las neuronas se acoplan a un ritmo auditivo, fue significativamente más intensa durante la caminata en comparación con estar de pie o incluso caminar en el sitio. Esto sugiere que el desplazamiento espacial, y no solo la acción motora, es clave para potenciar el procesamiento auditivo en las primeras etapas corticales, según los autores de esta investigación.
Este hallazgo se corresponde con una conocida disminución de las ondas alfa en el cerebro durante el movimiento. Las ondas alfa se asocian con un estado de inhibición neuronal; por lo tanto, una menor actividad alfa equivale a «quitar el freno» al procesamiento sensorial. El estudio confirmó esta relación: cuanto más disminuían las ondas alfa de un participante al caminar, más se intensificaba su respuesta auditiva (ASSR). Este mecanismo de desinhibición permite que el cerebro se vuelva más permeable a la información del entorno mientras nos movemos.
La atención auditiva cambia al girar
Otro de los descubrimientos del estudio es cómo nuestra atención auditiva cambia dinámicamente al girar. Al analizar la actividad cerebral durante los giros en la trayectoria en forma de ocho, los investigadores observaron un patrón muy específico.
Justo antes de llegar al punto central del giro, el cerebro priorizaba el procesamiento del sonido proveniente del lado hacia el que se estaba girando. Por ejemplo, en un giro a la izquierda, la respuesta al sonido presentado en el oído izquierdo era más fuerte.
Inmediatamente después de pasar el ápice del giro, la atención se desplazaba hacia el lado contrario. Siguiendo el mismo ejemplo, tras el punto medio del giro a la izquierda, el cerebro comenzaba a procesar con más intensidad el sonido del oído derecho. Este cambio dinámico sugiere un sofisticado mecanismo de «detección activa» (o active sensing). El cerebro no se limita a recibir información pasivamente, sino que ajusta la atención sensorial de forma predictiva para optimizar la navegación y anticipar lo que encontraremos al cambiar de dirección.
Referencia
Walking modulates active auditory sensing. Xinyu Chen et al. Journal of Neuroscience 29 September 2025, e0489252025. DOI :https://doi.org/10.1523/JNEUROSCI.0489-25.2025
Mayor sensibilidad al entorno periférico
La investigación también reveló que caminar no mejora la audición de manera uniforme, sino que prioriza específicamente los sonidos que provienen de la periferia. En un segundo experimento, se introdujeron breves ráfagas de ruido para interrumpir los tonos continuos, presentándolas a un solo oído (sonido periférico) o a ambos simultáneamente (sonido central). La alteración en la respuesta cerebral (ASSR) fue mucho mayor durante la caminata cuando el ruido provenía de un lado, pero no cuando venía del centro.
Esta mayor sensibilidad a los estímulos periféricos es coherente con lo que ya se conocía en el ámbito visual: al movernos, la visión periférica se vuelve crucial para interpretar la velocidad y la dirección del flujo óptico.
Este estudio demuestra que el sistema auditivo opera de forma similar, potenciando la percepción del entorno que nos rodea para facilitar la orientación y la conciencia espacial.