«La niña ya tiene nombre, se llama Milagros», les dijeron los médicos del Hospital Álvaro Cunqueiro que les atendieron tras la compleja cirugía cardíaca de urgencia que le salvó la vida a la Isabel Carrera y al bebé de 24 semanas que gestaba, en un caso inédito en Galicia. La abuela materna coincidía. Los padres decidieron mantener el nombre que la bebé llevaba todo el embarazo escuchando desde la tripa, pero el sobrenombre le ha quedado: África, la niña milagro.
Con ocho semanas de vida, un kilo más de peso sobre los 2,5 con los que nació y el alivio que se acrecienta con cada prueba diagnóstica, su madre la saca a pasear por Salvaterra, donde residen. «Me viene bien para la recuperación», explica Isabel. Se siente bien, «pero siempre queda algo de miedo por la niña».
Recuerda ese 1 de mayo en el que su familia, de Ourense, había venido a conocer la casa en la que se acaba de instalar con su pareja, Manuel Álvarez. Había superado el ecuador de un embarazo con el que, a sus 43 años, ya no contaba por los efectos sobre la fertilidad de un medicamento que tomó para un tumor benigno. Esta auxiliar de enfermería, sentada en una cafetería, sintió entre los pechos «una grimilla como cuando te quitas un padrastro». Era el inicio de una disección de la aorta, un desgarro en la pared interna de la arteria principal del cuerpo, a través del que la sangre se va filtrando y separando las tres capas que la componen. La mortalidad es alta en las primeras horas.
No le dio importancia, pero enseguida percibió una bajada de tensión. Cuando empezaron a dormírsele los dedos de la mano izquierda, advirtió a sus familiares: «Esto no es normal«. Rondaban las 19 horas. En el coche camino del PAC de Ponteareas se le hinchó la pierna izquierda. «Era un dolor adormecido, entumecido. Pensé en un infarto o un ictus», relata y añade: «Mi miedo era la niña».
«¡Llamad a una ambulancia ya!», oyó gritar a la médica. De camino, en Porriño, la pasaron a otra medicalizada. Ella no se acuerda, pero la médica que la recibió en Urgencias del Cunqueiro vio una decoloración roja en su mano y la envió directa al TAC. La radiación puede dañar al feto, así que los radiólogos preguntaron por el permiso. Las ginecólogas apoyaron la decisión. No había un segundo que perder. De hecho, la rapidez en la detección y reacción fueron clave.
Vieron una disección aórtica severa tipo A, el de peor pronóstico de todos los síndromes aórticos agudos. «Iba desde la salida del corazón hasta las femorales», explica el cirujano cardíaco Francisco Estévez, que la operó junto a la doctora Rocío Casais y los anestesistas Iria de la Torre y José Luis Barreiro. La incidencia de un desgarro es de 2 o 3 casos por cien mil habitantes. Cirugía Cardíaca del Chuvi, de referencia para todo el sur de Galicia —salvo el norte de Pontevedra— recibe entre 20 y 25 al año. La cirugía que lo trata tiene una mortalidad del 25%, en población general. En embarazadas, apenas hay referencias «Se añade la dificultad del manejo anestésico y cambia la tensión. Es un reto», explica Estévez. Casi no tenían ejemplos en los que fijarse.
Desde la izq., los cirujanos cardíacos Legarra, Casais y Estévez. / FdV
Conversaciones difíciles
Hablaron con la familia y priorizaron a la madre, poniendo «todos los medios para preservar los órganos y el feto». «La cosa pintaba mal. Si sacaban a la niña, podía morir la madre», cuenta Manuel. El feto, a las 24 semanas, estaba en los límites de viabilidad y no había tiempo. Descartaron la cesárea. A las 23.30 estaba en quirófano.
«La operación ha ido muy bien», comunicaron a las 7 de la mañana a la familia. De tarde, les confirmaron que había latido. «Estaba todo perdido y, de repente, volvía a estar todo en juego«, narra Manuel. Isabel recuerda que, cuando despertó en Rea cardíaca, cableada y con el vendaje en el pecho, estaba en shock. «Solo pregunté: ¿Y la niña?», recuerda. «Está viva», escuchó. La infinidad de pruebas e, incluso, el TAC con el que analizaron su cerebro antes de nacer, descartaron problemas. «Vivíamos en un vilo constante». La recuperación de Isabel, con el esternón fracturado, fue muy rápida. En 14 días estaba en casa. Eso sí, le costó dormir. «Tenía miedo de que me volviera a pasar y no me enterara, porque no sentí dolor».
El embarazo aún le depararía más sustos, con un ingreso por falta de líquido amniótico, pero todo acabó bien. Se deshacen en elogios y agradecimientos a todo el equipo que les atendió. «Son excepcionales». El 5 de agosto África nació por cesárea, con gestación a término, en la semana 37. Les relaja verla crecer. «Un día, cuando sea mayor, se lo contaré«, promete Isabel.
Treinta minutos sin riego sanguíneo ni al cuerpo de la madre ni a la placenta
Con la aorta deshaciéndose como las capas de una cebolla, la operación a la que tenían que someter a Isabel era muy compleja. Le abrieron el pecho cortando el esternón para sustituir la zona de la arteria más cercana al corazón. El doctor Francisco Estévez explica que se coloca una injerto, un tubo de tres centímetros de grosor.
Para permitir estos trabajos –unas 6 horas de cirugía—, el corazón y los pulmones deben estar en reposo, por lo que se conecta la circulación del paciente a una máquina que sustituye temporalmente las funciones de estos órganos. Pero incluso esta hay que pararla en un momento de la operación, para hacer las suturas de los vasos. Fueron entre 20 y 30 minutos, en los que se mantiene irrigado el cerebro, pero el resto del cuerpo no. Tampoco el feto. Se baja la temperatura a 28º para proteger los órganos.
«Teníamos muchas dudas en el postoperatorio. Es mucho tiempo sin circulación y el feto es muy sensible a tiempos de isquemia«, señala el cirujano. Pero, según las pruebas realizadas hasta el momento, funcionó.
El doctor destaca que el éxito de esta cirugía ha estado en el trabajo en equipo. Además de Cirugía Cardíaca, se involucraron especialistas en Cardiología, Anestesia, Obstetricia, Neonatología, Radiodiagnóstico, Urgencias y personal de Enfermería. Era la primera vez en más de 20 años de carrera que él operaba a dos pacientes a la vez y cree que todos eran conscientes de esta repercusión. «Estos casos ponen a prueba a todo el sistema».
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