La narrativa que culpa a los boomers de las dificultades de todo tipo que sufren los millennials es simplista, divisiva y profundamente injusta. Señalar a una generación como responsable de problemas tan complejos ignora el contexto histórico y las dinámicas globales, aparte de fomentar la confrontación y desviar la atención de las soluciones. Tan arbitrario es imputar a los boomers la carestía de la vivienda como decir que los millennials son superficiales o que no han desarrollado herramientas ante las adversidades. Los boomers no son un enemigo anónimo al que combatir, son vuestros padres o vuestros tíos, los escritores a los que leéis o los directores de las series que disfrutáis, el taxista que os devuelve a casa por la noche o el camarero que os sirve en el restaurante, el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición. Ponerles una etiqueta es deshumanizarlos.
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