Treinta mil kazajos, por más que la capacidad del estadio fuera solo de 23.000 espectadores, contarán a sus hijos y nietos que vieron a Kylian Mbappé en directo el día que la Champions llegó por primera vez a Almaty. La voracidad del francés certificó una victoria de trámite en un lejano partido que aparecía atravesado en medio del calendario tras la dolorosa goleada en el derbi, tropiezo que ha despertado viejos fantasmas en un Madrid que sigue sin dar la talla en los días trascendentes. Y este en Kazajistán, no lo era.
La Champions llevó al Real Madrid a los confines de Europa, en el balcón de Asía a apenas dos horas de coche de China. Enfrente un equipo kazajo con más alma que fútbol. Para ese singular compromiso Xabi sacudió la pizarra alineando un once de circunstancias con una defensa formada por Asencio, Alaba, Huijsen y Fran García. Por delante un doble pivote equilibraba la medular con el físico de Tchouameni y el gen asociativo de Ceballos. Y arriba proponía una línea de tres mediapuntas (Mastantuono, Arda y Vinícius) escoltando a Mbappé. Un equilibrado 4-2-3-1 con brochazos de 4-3-3 y fases de 4-4-2 en esa pizarra líquida que propone el de Tolosa.
El Kariat se dispara en el pie
Diez segundos tardó en poner a prueba a Courtois el Kairat, con un cabezazo del ‘Lamine kazajo’, Satpayev, en la primera jugada. La excitación local acorraló inicialmente a un Madrid bajo sospecha que se fue sacudiendo la incomodidad con el paso de los minutos. Vinícius erró una oportunidad clamorosa a los 13 minutos, cuando el furor local ya había remitido. Los locales pagaron su bisoñez en el minuto 24, cuando una destartalada salida de Kalmurza, portero local de 18 años, terminó con Mastantuono por los suelos en un penalti absolutamente evitable que permitió a Mbappé adelantar a los blancos. Franco, que confirmó con su energética actuación el fallo de Alonso al dejarlo en el banquillo en el derbi, rozó el segundo. Y Arda evidenció que si aún le falta jerarquía para gobernar partidos de primer nivel, este tipo de compromisos se le quedan pequeños. Al descanso Xabi se mostraba más satisfecho con el desempeño de los suyos que con la renta acumulada.
La segunda mitad apenas escondía un par de incógnitas: saber en qué minuto sentenciaría el encuentro el Madrid y conocer la dimensión de la victoria. Porque el Kairat con la pelota en los pies poco o nada tenía que ver con el Atlético de Simeone. Ni tan siquiera con el Oviedo o el Mallorca. Alaba podrá contar que fue titular en Champions en su año de despedida del Madrid en un plácido partido en Kazajistán, mientras a Huijsen le habrá servido para recalcular un GPS que en los últimos encuentros parece haberse desorientado. Quienes aprovecharon perfectamente su oportunidad fueron un Fran García muy incisivo y un Ceballos que cada vez que se asoma al once hace más sencilla la vida de todos, especialmente la de Arda.
La primera incógnita se resolvió rápido, a los seis minutos de la reanudación, cuando Courtois asistió desde su área a Mbappé, al que plantó ante Kalmurza para anotar su segundo gol en el partido. Perdido el duelo, el Kairat se lió la manta a la cabeza y se fue arriba en busca del tanto del honor, lo que multiplicó los espacios de un Madrid que desperdició muchas ocasiones. Se llevaron un susto los de Xabi, con un penalti de Ceballos que el VAR deshizo evitando el disgusto. Quien no rebajó su hombre fue un Mbappé que coronó una buena jugada de Rodrygo que Arda dejó pasar para que el francés mandase a la red. Su tercer gol en el choque, el quinto en esta Champions y el decimotercero del curso. 13 de los 21 goles del Madrid esta temporada son suyos, lo que delata la dependencia blanca en ataque de Mbappé. La goleada se cerró con otra gran jugada de un Rodrygo, que volvió a mejorar a Vinicius, que remató a la red Camavinga, y un gol final de Brahim para cerrar una manita en Kazajistán que como advirtió Mbappé al final «no sirve para olvidar lo del Metropolitano. No hay que olvidar nunca».
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