Mondiacult 2025, la cumbre de la UNESCO sobre políticas culturales globales que se celebra estos días en Barcelona, ha sido el marco escogido por la agencia de las Naciones Unidas para anunciar la puesta en marcha del Museo Virtual de Objetos Culturales Robados, una iniciativa que pretende despertar conciencias sobre «las funestas consecuencias» de la destrucción y el tráfico ilegal de patrimonio y poner a las comunidades en contacto con un legado que en demasiadas ocasiones se ha perdido para siempre.
El chileno Ernesto Ottone Ramírez, director general adjunto de Cultura de la UNESCO, fue el encargado de presentar este «museo sin paredes pero lleno de memoria», un ambicioso proyecto que cuenta con un presupuesto de unos 2.150.000 euros (financiados en buena parte por el Reino de Arabia Saudí) y que ha sido desarrollado en colaboración con la Interpol, organización en cuya base de datos figuran más de 57.000 objetos de valor cultural robados de museos, colecciones y yacimientos arqueológicos de todo el mundo.
Recreación en 3-D
Francis Kéré, un arquitecto nacido en Burkina Faso que en 2022 se convirtió en el primer africano en ganar el prestigioso premio Pritzker, es el responsable del diseño de esta instalación virtual en la que los visitantes podrán navegar a través de una serie de espacios que contienen detalladas imágenes en 3-D de los objetos, acompañadas de abundante información sobre sus características, su historia y su importancia, incluyendo testimonios de los miembros de las comunidades a las que pertenecían y de las que fueron sustraídos. «Por supuesto, de muchos de estos objetos disponemos de una información muy limitada -explicó Ottone-, pero todo el proceso de reconstrucción digital, con ayuda de la IA, se ha hecho de manera escrupulosa, sin añadir nada que no tuviéramos documentado».
En el momento de su puesta en marcha, el Museo Virtual de Objetos Robados de la UNESCO -que se podrá visitar a través del ordenador, el teléfono móvil o los dispositivos de realidad virtual- cuenta con más de 250 objetos procedentes de 56 países, desde a una máscara ritual de Zambia a una estatuilla de la diosa egipcia Isis desaparecida en Libia o un cuadro del pintor sueco Anders Zorn. La previsión es ir enriqueciendo la colección, aunque «en realidad -apuntó Ottone-, el propósito último de este museo es su propia desaparición; conseguir al menos que las dinámicas de recuperación y restitución hagan que cada vez haya menos objetos que exponer». De hecho, la instalación virtual incluye una ‘sala del retorno’ en la que se exhibirá patrimonio que ha sido recuperado y devuelto a sus comunidades, «un espacio de esperanza, de justicia y de bienvenida».
Francis Kéré, durante su intervención / Rafael Tapounet
«Un árbol puede tener un tronco muy grande y robusto y una copa espléndida, pero si le quitas las raíces, se muere. Eso mismo les ocurre alrededor del mundo a muchas comunidades que se ven desposeídas de su patrimonio cultural», declaró Francis Kéré, que en buena parte de su obra, y también en esta instalación digital, ha tomado los baobabs de su país como principal fuente de inspiración. «La cultura es el alma de todas las naciones y el valor que estos objetos tienen para sus comunidades es indescriptible», sentenció el arquitecto.
«Más que un museo -concluyó Ernesto Ottone-, queremos que esto sea una plataforma de referencia para todos los actores involucrados en la lucha contra el tráfico ilegal de bienes culturales», una actividad criminal, dijo, que «borra los recuerdos y no permite que la humanidad avance».
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