La aprobación del Real Decreto que permite acceder a la FP sin contar con formación formal previa es un despropósito, una decisión extremadamente imprudente para la preparación en la excelencia de nuestros jóvenes, sobre todo en estos nuevos tiempos donde sólo van a sobrevivir los tecnológicamente bien «dotados». La usencia de capacidades y habilidades laborales en muchas personas, o la falta de reconocimiento y certificación en otras, es un enorme hándicap para la creatividad, la innovación, el dinamismo, la modernización productiva, y el crecimiento de nuestra economía.
La FP actual no es contribuyente neto al problema estructural de falta de profesionales cualificados: es poco proactiva, no se anticipa a las nuevas realidades y se ve arrastrada por la propia inercia de la oferta repetitiva. Un sistema conservador por comodidad y también porque cambiar o ampliar la oferta, tiene un coste y un riesgo que hasta la fecha no se ha querido asumir. Sin embargo, cabe resaltar que hay iniciativas privadas que tratan de acercar los títulos de más empleabilidad a los demandantes de formación, pero que quedan en el cajón de la desidia. Millones de parados y, sin embargo, a día de hoy, en la empresa hay decenas de miles de empleos vacantes en el área industrial y tecnológico por falta de capacitación.
En este sentido, la educación técnica, española en general, y la asturiana en particular, sigue de espaldas a lo que requiere el actual tejido empresarial y las demandas de futuro inmediato en el encaje a las necesidades de un mercado globalizado altamente competitivo donde las herramientas de trabajo son cada día más sofisticadas y los procedimientos cambian más rápido que el propio tiempo. Técnicos en robotización industrial, en instrumentación, en calidad total, en instalaciones petroquímicas y energéticas, en mecánica de precisión, en automoción 4.0, inyección termoplástica, instrumentación nuclear, bioquímica, nanotecnología; diseño multidisciplinar tridimensional, electromecánicos en tareas automatizadas, técnicos en máquinas quirúrgicas, expertos en logística intermodal, especialista en acuícola y agroalimentaria. Robótica, ciberseguridad, solucionadores de nubes de datos, etc., son algunas de las disciplinas que reclama el mercado, y que no existen en la actual parrilla de especialidades.
A esto hay que añadir que la actual FP está escasa en capacitadores de nuevas materias sin experiencia «en la empresa». Se echa en falta aquellas escuelas de aprendices que añadían ciencia al arte de formar y donde los profesores se desplazaban desde las fábricas para transferir sus conocimientos y vivencias prácticas. Pero esto hoy es imposible debido al actual sistema de selección docente, que prioriza la pedagogía con perspectiva de género y las lenguas cooficiales, y menosprecia los méritos de su historial laboral. El carácter dual de la Formación Profesional que actualmente se ejerce no produce los efectos de imbricación en las necesidades reales de la empresa, siendo, en muchos de los casos, los alumnos incorporados, una rémora por su baja preparación y deficiente educación al trabajo. Según el INE, la tasa de matriculación en FP en España es sólo el 12%, inferior al de los países de OCDE (29%) y de la Unión Europea (25%). Y ello es entendible, pues la mayoría de las especialidades que se imparten están fuera del mercado de demanda de trabajo. Lo ideal sería disponer de un 50% de la población activa con un nivel medio de cualificación ligada a la empleabilidad.
La OCDE advierte que en España hay pocos estudiantes que cursan FP y que sólo el 35% de los profesores han participado en programas de desarrollo profesional, lejos del 50% de la media europea y a un mundo de 90% de Japón. Y sin que nos demos cuenta, se está creando la tormenta perfecta: el 100% de los nuevos empleos del mundo civilizado está relacionado con la tecnología, pero sólo el 26% de estudiantes españoles está matriculado en carreras técnicas, y se estima que para el cercano 2030 el 65% de los empleos serán para profesionales de FP en tecnologías potenciadas por la IA.
Es hora de poner en marcha una FP eficaz en disciplinas empleables que permita a los jóvenes adquirir los conocimientos, habilidades y actitudes que les dé garantías de una reinserción laboral para emprender e integrarse en un perfil profesional competitivo del siglo XXI. Las administraciones tienen la facultad de hacerlo.
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