Hunosa ya no extrae carbón, saca titulares. La última veta de creatividad de las sesudas mentes que idean el futuro de la empresa estatal minera conduce a una fábrica de moscas devoradoras de residuos industriales. Donde había picadores habrá picaduras de mandíbulas poderosas capaces de triturar el acero, como hizo Teresa Ribera desde el Ministerio de Transición Ecológica. Entomología industrial en el pozo de las lamentaciones. Elucubraciones de carbón piedra. Del tajo pasamos al powerpoint. De las prejubilaciones a insectos de incubadora con contrato indefinido.
Algún genio ha frotado la lámpara del minero y ha alumbrado asombrosas ocurrencias. Así, pretenden construir un laboratorio lunar en el subsuelo, tal que una sucursal de la NASA en la cuenca del Nalón, donde recrear la luna de Valencia. O utilizar los pozos como centros de almacenamiento de datos. Otros guardan los datos en la nube, nosotros preferimos enterrarlos. Donde antes había vigilantes, ahora habrá servidores. ¿No estaremos construyendo castilletes en el aire? ¿No se tratará de proyectos para la galería?
Desconocemos si las del pozo Sotón serán moscas existenciales, como las de Sartre, pero tal vez el siguiente paso sería la crianza de lombrices para la gestión de fondos europeos. O mosquitos trompeteros con casco y linterna educados para el acompañamiento musical del Coro Minero de Turón.
Se nos anuncia la última Metamorfosis de Hunosa. Si Kafka levantara la cabeza… O David Cronenberg.
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