El centro de la defensa del Real Zaragoza ha sido epicentro de problemas en los últimos tiempos. Varios mercados acumula ya el club con la sensación de no abrochar del todo una parcela clave en todas las categorías, pero aún más en Segunda. Falló Juan Carlos Cordero durante dos ventanas consecutivas en las que no llegó ese central tan necesario como deseado y también supo a poco el pasado verano la llegada de tres especialistas en esa parcela cuando el objetivo era reestructurarla por completo tras las salidas de Jair, Vital, Lluís López y Clemente (de vuelta a Las Palmas tras su cesión) y la presupuestada de Kosa, aunque el eslovaco cayó lesionado, lo que finalmente impidió su marcha.
Llegaron tres. El primero fue Tachi, tras acabar contrato con el Mirandés. Después aterrizó Radovanovic apenas unos días después de haber renovado en el Almería y Pablo Insua fue el último en llegar. Lo hizo el 25 de agosto, a apenas unas semanas del cierre del mercado para convertirse en el octavo refuerzo del Zaragoza. Y el gallego se está convirtiendo en pilar básico. De hecho, el equipo no conoce la derrota cuando Insua ha formado en la foto, algo que ha ocurrido en cuatro partidos hasta la fecha.
Debutó en Castellón, donde ya fue titular en un conjunto aragonés que sumó en Castalia el primer punto del curso en la tercera jornada (1-1). Dos partidos más se mantuvo Insua en el once, ambos disputados en casa ante Valladolid (1-1) y Albacete (0-0) para construir su condición de talismán en un Zaragoza en el que ya derrochaba jerarquía.
Sin embargo, y a pesar de la solidez y solvencia exhibidas por el gallego, Gabi sorprendió dejándolo fuera de la alineación en Ceuta, donde Saidu y Radovanovic fueron los centrales elegidos por el técnico. La decisión, en principio, se enmarcaba en un escenario de rotaciones como consecuencia de la disputa de dos encuentros en apenas cinco días. Insua no aparecería en todo el choque para reaparecer la jornada siguiente, con Gabi en la cuerda floja, en Vitoria contra el Mirandés.
Y el gallego volvió a lo grande. La imperial actuación del zaguero fue clave para lograr una victoria balsámica que salvaba a Gabi y revivía a un Zaragoza que volvía a echar el candado a su puerta (0-1) por segunda vez en la temporada. En todas ellas estuvo Insua en el centro de la defensa. Con él, el ratio de goles encajados se reduce hasta quedar fijado en 0,5 tantos por choque (2 goles recibidos en 4 encuentros).
Los números y las sensaciones subrayan que el Zaragoza es mejor cuando Insua está en el campo. De hecho, el equipo aragonés siempre ha perdido cuando el gallego no ha participado. Así sucedió en las dos primeras jornadas, cuando el zaguero todavía militaba en el Granada. Con un centro de la defensa de circunstancias marcado por las bajas (lesiones de Kosa y Tachi en pretemporada) y los problemas físicos de Radovanovic como consecuencia de la lesión de tobillo sufrida apenas a unos días del inicio de la competición, el Zaragoza formó reubicó a Pomares para acompañar al serbio en las dos primeras jornadas (1-0 en San Sebastián y 1-3 en casa frente al Andorra) antes de que Insua hiciera acto de presencia por primera vez en Castalia, donde acabaron las derrotas consecutivas. «Pablo ya ha demostrado el central que es: con jerarquía, mandando a toda la defensa. Creo que ha sido un puntal importante para nosotros mantener ese equilibrio», subrayó Gabi tras sumar el primer punto de la temporada.
El gallego impuso su jerarquía pronto para liderar una defensa que empezó a carburar. Las llegadas del rival eran cada vez menores y peores y el Zaragoza sumó otros dos empates seguidos hasta que, de nuevo, sin Insua, cayó en Ceuta (1-0). En Vitoria, claro, todo cambió. El Zaragoza ganó, con Insua, por supuesto.