Este sábado por la noche, tras un mes de espera procedimental, Alemania, Francia y el Reino Unido —los tres países europeos firmantes del acuerdo nuclear iraní de 2015— activan su mecanismo de enormes sanciones internacionales contra Irán, levantadas cuando se llegó a ese histórico pacto hace diez años.
Desde hace meses, los tres países europeos y Teherán han protagonizado negociaciones para evitar esta imposición. Las charlas, sin embargo, no han dado frutos. A continuación desgranamos las claves de las negociaciones nucleares iranís, y el futuro de un conflicto cuya tensión solo va en aumento.
Después de la guerra de bombardeos de 12 días en junio, en la que Israel destruyó a casi toda la cúpula militar y científica iraní al completo, las negociaciones entre Teherán y Washington sobre el programa nuclear iraní quedaron muertas.
La República Islámica, además, bloqueó la entrada de inspectores de la Organización Internacional para la Energía Atómica (OIEA), que fue acusada por Irán de complicidad con Tel Aviv. La OIEA, sin embargo, reclamó en todo momento que las instalaciones nucleares iranís no podían ser en ningún caso objetivo militar: Israel las atacó a discreción.
Desde entonces, Francia, Alemania y el Reino Unido han reclamado dos grandes puntos a Irán para evitar la imposición de sanciones, un mecanismo que permite el acuerdo nuclear de 2015, que caduca este año. París, Berlín y Londres pidieron, a cambio de una prórroga de seis meses, que Teherán permitiese la libre entrada de los inspectores de la OIEA a todas sus instalaciones nucleares, y que mostrase su compromiso oficial a volver a la mesa de negociaciones con el ejecutivo estadounidense de Donald Trump. Ninguno de los dos puntos ha sido cumplido por Irán. Las sanciones llegan este fin de semana, a las doce de la noche de este sábado a domingo.
Las integran seis paquetes de sanciones impuestos durante 2006 y 2010 contra Irán, que ahora volverán a ser válidas. Incluyen un embargo total de armas, la prohibición de cualquier tipo de enriquecimiento de uranio, la prohibición de probar, comprar y vender tecnología de misiles balísticos intercontinentales, la congelación y toma de todo patrimonio y cuentas bancarias que tenga Irán en el extranjero y, por último, la autorización de inspección de todo tráfico comercial desde y hacia la República Islámica.
La dureza de estas medidas es enorme, y empujará aún más al país persa a la autarquía y el aislamiento internacional, ahora apenas roto por la cooperación militar de Teherán con Rusia y la venta de su petróleo a China.
La Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el pasado 24 de septiembre / Angel Colmenares EFE
Irán ha llamado a consultas a sus embajadores en Francia, Alemania y el Reino Unido, y a pesar de que Teherán asegura que la vía de la diplomacia no ha muerto, sí que Irán acepta que ha quedado muy tocada.
“EEUU traicionó la diplomacia [con su apoyo a Israel y el ataque estadounidense contra la central nuclear iraní de Fordow], pero los países europeos la han enterrado. Las sanciones son ilegales, vacías y no tienen sentido. La diplomacia nunca morirá, pero será ahora mucho más difícil y complicada que antes”, dijo este viernes, tras una votación fallida en el Consejo de Seguridad de la ONU para posponer las sanciones, el ministro de Exteriores iraní, Abbás Araghchi.
Ante la reactivación de las sanciones, así, no se espera una vuelta a la mesa de negociaciones con Trump para llegar a un acuerdo que certifique que Irán, con su uranio enriquecido, no busca la bomba atómica.
Cuando terminó la guerra de 12 días entre Israel e Irán, el multimillonario estadounidense se apresuró a señalar, gritar, corregir y asegurar que su país y Tel Aviv habían “destruido por completo” el programa nuclear iraní, a pesar de un informe preliminar del Pentágono, que aseguró que el daño no había sido tan grande.
La realidad, sin embargo, tan solo la conoce Irán: Teherán no ha permitido investigadores de la OIEA acceder a sus centrales atacadas, y no hay ninguna información respecto a qué porcentaje de uranio enriquecido aún posee la República Islámica. Antes de junio Irán tenía suficiente uranio enriquecido al 60% como para construir varias bombas en cuestión de meses (para una bomba es necesario un uranio enriquecido a niveles superiores al 90%). Según los expertos, no obstante, Irán aún estaba lejos de haber conseguido el desarrollo suficiente como para conseguir montar una bomba atómica en la cabeza de un misil balístico.
Así las cosas, el horizonte es incierto, y sin negociaciones a la vista y un Irán hermético, muchos temen en la región una posible repetición del conflicto y bombardeos de un Israel que cada vez es más visto como un Estado “en descontrol”.
“Conseguimos terminar con una nube negra que podía haberse llevado la vida de millones de personas, pero debemos mantenernos vigilantes”, dijo este viernes ante la Asamblea General de Naciones Unidas el primer ministro israelí, Benyamín Netanyahu, que continuó: “No podemos permitir que Irán reconstruya sus instalaciones nucleares ni sus existencias de uranio enriquecido. Debemos eliminar estas existencias, sea como sea”.