He quedado perplejo al leer en la prensa, en INFORMACIÓN del 22 de septiembre, una declaración de usted afirmando que «los menas (niños migrantes no acompañados) no vendrán a Elche». Es esta una decisión, una postura desafortunada que en nada le favorece.
El acontecimiento, ya muy lejano en el tiempo, que marcó una frontera fija entre el ser animal y el ser humano fue, ni más ni menos, que la aparición de las primeras muestras de la compasión. Es muy conocida, y creo que está bien traída aquí, la famosa anécdota que protagonizó la célebre antropóloga norteamericana Margaret Mead. En una ocasión un estudiante de la Universidad le preguntó en clase cuál sería, a su juicio, el primer signo de civilización en el mundo. La respuesta, desconcertante, pues se esperaba que fuese alguna herramienta como la rueda, el fuego, vasos, piedra de moler…, fue contundente: cuando se encontró un esqueleto con un fémur soldado y curado en una cueva. Un animal con una pata quebrada está condenado a la muerte. Fue necesario que alguien se tomara el paciente trabajo de cuidar, ayudar, alimentar, asear a esa persona para que pudiera sobrevivir. Ahí apareció la civilización, con la compasión. Son numerosos los distintos esqueletos adultos muy dañados, o discapacitados que han ido apareciendo en distintos lugares del mundo (también en Atapuerca, Burgos) que demuestran que alguien ayudó y cuidó a esas personas a vivir.
Alcalde Ruz, no sea usted incivilizado en su comportamiento respecto estos niños africanos, más bien, sensible y compasivo ante tantas tragedias como vemos a diario. No cruce hacia atrás esa frontera primitiva del ser humano. Además, sabe usted mejor que muchos que la religión cristiana nos enseña, nos impulsa, nos obliga a ser empáticos, generosos, compasivos con los necesitados. Tiene en sus manos una magnífica ocasión de practicar este mandamiento.
Es usted una persona muy activa en pro de su ciudad, exhibe una agraciada sonrisa omnipresente, da buena imagen. La ciudad que usted dirige hoy está en estado de gracia. Tiene aeropuerto propio, uno de los mejores parques industriales de España, Patrimonios de la Humanidad, una bellísima Dama, un equipo triunfal en la Liga de Fútbol… Esta ciudad tuvo y tiene una gran capacidad de acogida. Acogió a numerosos niños huérfanos austriacos cuando Hitler arrasó Austria. Más tarde acogió a niños saharauis, recientemente a ucranianos. Haga un gesto que daría valor a su ciudad, un gesto público esclarecedor y ejemplar en momentos de tanta confusión e insensibilidad. Sería un gesto de gran alcance, y muy valorado, dar entrada a estos niños migrantes, pues también son mayoría los vecinos que aprobarían su medida. No recule como alcalde. Aporte dignidad humana a una ciudad digna y avanzada. Son niños que huyen del hambre, de la muerte, de las guerras o una miseria de vida. No le importe el color de la piel. Todos los niños son iguales, son niños.
Sea valiente, libre, decidido. Practique una política con una mente y una visión amplia y generosa, de buen gusto ético por la vida, señor alcalde. Aléjese y no escuche, no se contagie ni comparta voces broncas, perversas, mezquinas que difunden odio, división, miedos, falsas promesas. Rellene de humanidad compasiva su eterna sonrisa y su buena imagen. Que estas sus cualidades no queden en buenas palabras, muecas o máscaras vacías de compasión.
Compasión, sensibilidad ante situaciones tan sangrantes, ante estos niños migrantes indefensos a los que usted les podría garantizar sus vidas.
Reciba un atento y animoso saludo.
Rafael Amorós, un vecino de Elche.
Suscríbete para seguir leyendo