Altea vibró este sábado con la Entrada Cristiana que se celebró por la noche con las filaes Els Conqueridors y Contrabandistes como máximos protagonistas al ostentar la alferecía y el reinado cristianos respectivamente. Durante el mediodía tuvo lugar la embajada mora en la plaza de la Iglesia con la posterior conquista del castillo cristiano por las huestes moras tras el alardo y fuego de arcabucería.
Este año se estrenaba un nuevo castillo con una longitud que duplicaba la del que se estaba utilizando desde 2001, hecho de madera, dado que la normativa europea de seguridad había cambiado, y por ello la fortaleza se ubicó junto a la pared lateral del templo parroquial con las consiguientes modificaciones en la colocación de los cargos festeros y los tiradores en los alardos.
La embajadora de la Cora d’Algar, Rosa Mari Ortuño Martínez, representó un excelente papel en su lucha dialéctica con el rey cristiano Jesús García Gómez, de la filà Els Contrabandistes, para que este abandonase la ciudadela, pues consideraba que le pertenecía a su gente asentada ahí durante cientos de años. Al final, y ante la negativa de abandono por parte de los cristianos, se entabló la batalla con la consiguiente victoria del bando moro.
La Entrada Cristiana
Pasadas las ocho de la tarde, comenzaba la Entrada Cristiana que discurrió desde la calle Filarmónica a la Plaça dels Esports con la avenida Rei Jaume I como vía principal, y que tuvo como principales protagonistas al rey de la filà Els Contrabandistes, Jesús García Gómez, su embajador David Gómez Sánchez, y su abanderado Jesús Orozco; además de la alférez de Els Conqueridors, Lola Gutiérrez Rubio, y la abanderada de la Federació de Moros i Cristians Sant Blai, Begoña Amaya Mena, de Cristians de Carteia.
El desfile lo iniciaron las reinas mayor e infantil, Iraya Molina Ivorra y Noelia Romera Orozco, junto a sus damas de honor. A continuación, tras la Colla de Xirimiters apareció el espectacular ballet del alcoyano Gabriel Amador precediendo a la abanderada Begoña Amaya que anunciaba desde su carroza la llegada de las tropas cristianas ataviadas con sus mejores galas. Acto seguido aparecieron las escuadras de las filaes Cristians de Carteia, Arquers d’Altea (se estrenaba en las fiestas), Corsaris, Templaris d’Altea, Creuats d’Altea y Cristians d’Altaia para dar paso al boato de Els Conqueridors y su alférez Lola Gutiérrez que, montada en una carroza, saludaba con extrema simpatía al público.
En el boato de la alférez predominó el protagonismo de niños y niñas. Así, se inició con un ballet infantil exhibido en conjunto por las compañías de Ana Botella, Virginia Bolufer e Inma Cortés. De igual modo, destacó la actuación de un caballo batidor infantil con un jinete de seis años procedente de L’Ollería (Valencia), así como la presencia de un ballet infantil de la compañía Ópera de Onteniente que representaba el agua del río Algar, y la actuación de la banda de niños del Conservatorio Ruperto Chapí, de Villena, así como el grupo de percusión infantil del mismo conservatorio.
Después de la alférez desfilaron las filaes Maseros d’Altea, Els Cebers y Cristians de la Muralla para dar paso a la filà Els Contrabandistes que ostenta el reinado cristiano. En total desfilaron más de 2.500 personas al son de las marchas interpretadas por casi treinta bandas de música y grupos de percusión.
Caballos, navajas y alegría
El boato de Els Contrabandistes fue un «chute» de alegría y vistosidad para los más de 8.000 espectadores congregados en la Entrada Cristiana.
Al ritmo de la marcha «75 aniversario Andaluces», de Gaspar Ángel Tortosa, los contrabandistas abrieron el boato con un carro en el que iba el miembro fundador Pepe «El Xori», de 80 años, portando la bandera. Después aparecieron los niños y jóvenes de la «filà», para dar paso a un espectáculo de caballos, ballets como el del baile que se efectuaba en una de las cuevas que utilizaban antaño los contrabandistas como escondite y como punto de reunión, carros con gitanas bailando, exhibiciones con navajas y abanicos gigantes o representaciones de asaltos a diligencias con enfrentamientos armados de navajas y trabucos.
El boato fue «in crescendo» hasta llegar a la calesa real que, arrastrada por dos caballos frisones, transportaban a la mujer y las dos hijas del rey Jesús García. Posteriormente, te llegaron las escuadras femeninas y masculinas con sus miembros vestidos del color blanco de la realeza contrabandista, y estas dieron paso a dos caballos batidores con el afamado jinete Paco «El Lletuguero», de 84 años, montando un caballo blanco, que precedían la carroza en forma de carruaje contrabandista, con un fondo de la sierra Bèrnia, sobre la que iban el rey, el embajador David Gómez y el abanderado Jesús Orozco cerrando el desfile al filo de la medianoche.
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