«Dicen que Yahvé les dio Palestina. ¡Pues que muestren las escrituras!», se podía leer en una de las cartelas. Miles de personas (3.600 según las estimaciones de la Policía Nacional, aunque la sensación era de muchos más) han salido a las calles de Zaragoza este viernes por la tarde para denunciar el genocidio israelí. Sin titubeos, sin ambages. «¡Netanyahu, asesino!» se escuchaba, el mismo día que uno de los mayores genocidas del siglo XXI hablaba en la sede de la ONU, como si tal cosa, mientras la mayoría de diplomáticos le dejaban solo, entre abucheos.
Entre los manifestantes había personas de toda edad y condición. «Recordad que todos estamos aquí bajo el mismo altavoz y el mismo objetivo: Palestina», cantaba una de las organizadoras antes de salir desde Sagasta, punto de encuentro, hasta la plaza España, llenando Independencia a lo largo y ancho. En primera línea, dos grandes pancartas, una sostenida por los partidos políticos que secundaban la protesta (CHA, IU, PSOE, entre otros) que rezaba por la libertad del pueblo palestino y reivindicaba el rechazo de Aragón al genocidio. La otra, por ciudadanos de a pie, cansados de que la comunidad internacional mire hacia otro lado. «Palestina vencerá».
Los cánticos, los habituales en los últimos 75 años, recrudecidos en los últimos dos. «No es una guerra, es un genocidio», era uno de los más repetidos. Por desgracia, sigue siendo necesario recordarlo. «Es un hospital, no una base militar», en referencia a los más de 20.000 niños y niñas vilmente asesinados. En el centro de la marcha iba Fátima, una joven palestina de 17 años, nacida en Zaragoza, y que andaba emocionada junto a su madre, Muna. «Me encantaría poder volver a mi país, solo he estado dos veces. Y aún tenemos familia ahí», lamentaba, a la par que mostraba su agradecimiento al pueblo aragonés y español por el apoyo a su no tan lejana causa: «Está siendo muy solidaria, porque lo estamos pasando muy mal».
Porque Fátima y Muna son de Belén, en la Cisjordania ocupada. Mientras todos los focos se los lleva, con razón, la Franja de Gaza, los colonos israelís siguen cercando y expulsando de sus hogares a los cisjordanos. «Las tierras robadas serán recuperadas», se escuchaba entonces, recordando que la protesta no es solo contra el genocidio, también contra la ocupación ilegal. Fabiola, Marisa, José y Ana son habituales en las caceroladas y también hacían fuerza este viernes. «Hace décadas que esto viene sucediendo, y parece que la gente por fin de va dando cuenta», remarcaban.
«Hay que vetar a Israel en todos los sitios, hay que hacer presión», añadían Julia y Diego, este acompañado de su hijo pequeño. «Hasta que no hemos salido a la calle, los políticos no han hecho nada. Hay que seguir», suscribían Anabel y Joaquín, que resumían los recientes acontecimientos en la Vuelta ciclista con una palabra de lo más aragonesa: «Nos parece cojonudo». Todos ellos, con el palestino ajustado a sus cuellos.
Ya en la plaza España esperaban los activistas internacionales de Red Rebel Brigade, ataviados con túnicas rojas y con bolsas que simulaban ser algunos de los más de 20.000 menores masacrados. Ibrahim Abiat, presidente de la Casa Palestina de Aragón, que en Pilares se convertirá en hija predilecta de la ciudad, resumía su sentir con su micro, al final del recorrido. «De parte de la comunidad palestina, deciros que el apoyo del pueblo noble de Aragón va a quedar para la historia. Gracias por existir».