La identidad canaria se ha tejido con símbolos que cambian de forma según la época: los famosos canes, las estrellas que cuentan las islas, lemas y escudos.
Mucho antes de que la bandera de las siete estrellas verdes se hiciera popular como emblema simbólico del nacionalismo en los años sesenta, hubo un antecedente poco conocido que se gestó en La Laguna a comienzos del siglo XX: la llamada “bandera del Ateneo”.
No fue oficial (no existía entonces ninguna bandera autonómica), pero sí es, hasta donde alcanzan los registros, el primer diseño moderno de una bandera canaria en clave identitaria.
Antecedentes
En el siglo XVI, lo que ondea sobre las islas son estandartes de la Monarquía: insignias de poder, no símbolos civiles del Archipiélago.
En esas telas aparecen combinaciones de blanco, azul y amarillo, colores que, sin pretenderlo, irán conformando la memoria visual del territorio.
Con el siglo XIX llega la práctica marítima y provincial: Tenerife se identifica a menudo con el blanco y azul, Gran Canaria con el azul y amarillo.
No son aún banderas “nacionales”, pero sí un lenguaje cromático que la gente reconoce en puertos, mapas y uniformes.
De aquellos primeros modelos nacerán en el siglo XX los diseños identitarios y por eso, cuando aparezcan las propuestas modernas, esos tres colores regresarán como si siempre hubieran estado ahí.
La bandera del Ateneo
En el Ateneo de La Laguna (institución cultural de referencia en Tenerife) ondeó, a comienzos del siglo XX ( 1907), una bandera azul con siete estrellas blancas dispuestas de acuerdo con la posición de las islas.
En la bibliografía y la divulgación académica canaria se la cita como el primer diseño moderno de bandera canaria en clave identitaria/nacionalista.
En un archipiélago entonces partido administrativamente y sin emblema político propio, aquella imagen ofrecía una idea de unidad que no dependía de leyes ni decretos.
Surgió en el ámbito cultural y cívico como símbolo compartido y con el tiempo cruzó el océano: en los años veinte, la adoptó el Partido Nacionalista Canario en la emigración cubana, y su presencia en fotografías y prensa de la época la asentó como emblema identitario duradero, el hilo que más tarde enlazarían la tricolor y las siete estrellas verdes.
La tricolor
En 1961 surge la tricolor vertical blanco-azul-amarillo, atribuida al círculo de Canarias Libre, un grupo de jóvenes profesionales y abogados de Gran Canaria, entre los que destacaba Fernando Sagaseta.
Esta bandera no llevaba estrellas y combinaba los colores históricos asociados a las islas centrales (azul/amarillo/blanco) en tres franjas verticales.
Es el gran salto de diseño del siglo XX: de un paño azul estrellado a una tricolor que, con variaciones, llegará a nuestros días.
Las siete estrellas verdes
En 1964, el MPAIAC de Antonio Cubillo incorpora al paño tricolor un círculo de siete estrellas verdes centrado en la franja azul, que fue derivando a un color casi celeste por varios motivos, principalmente porque mejora el contraste con las estrellas verdes en el centro (con un azul oscuro el verde se apaga) y más tarde ya como diferenciación de la oficial.
Nace así la bandera de las siete estrellas verdes, que no es oficial, pero se convierte en símbolo político de amplio reconocimiento social, que aun hoy perdura, en parte gracias a fusionar las dos tradiciones previas.
1982: la única bandera oficial
Con el Estatuto de Autonomía de 1982 se oficializa la bandera tricolor vertical blanco-azul-amarillo como bandera de Canarias.
Para usos institucionales puede llevar en el centro el escudo de Canarias, pero el símbolo oficial es, en esencia, la tricolor sin estrellas.
Por su parte, el escudo oficial de Canarias muestra, en la franjaa azul, las siete islas blancas dispuestas 2–2–2 y una en la punta.
Sobre ellas, una corona real cerrada con una cinta plateada con el lema OCÉANO en letras negras. A ambos lados, como soportes, se sitúan dos canes en su color natural.
Parecidos
Aunque nacen en momentos y contextos distintos, las tres comparten un hilo evidente: la unidad del Archipiélago y el mar como idea central.
La bandera del Ateneo y la de las siete estrellas verdes usan el motivo estelar para “contar” las islas mientras que la oficial mantiene esa paleta histórica, con el azul como si fuera el océano entre territorios.
En conjunto, son variaciones de un mismo lenguaje, con la diferencia clave de la oficialidad frente al uso identitario de las versiones con estrellas.
Versiones que aun hoy siguen conviviendo en la cultura canaria como una historia de símbolos que se heredan, cambian y, sin ser excluyentes, construyen identidad.