Córdoba brillaba bajo las luces de Los Califas. La plaza vibraba con suspiros y expectación de los seguidores de Pastora Soler que la noche de este viernes se reunieron allí. Y ella apareció. Desde el comienzo, su voz llenó cada asiento, cada rincón, cada mirada. Cada canción era un recuerdo, un instante, una rosa o una espina. El público escuchaba, cantaba y sentía y la noche se convirtió en un abrazo colectivo de historia, elegancia y música compartida.
Aterrizaba en Córdoba como una de las últimas paradas de su Rosas y Espinas Tour. 30 años, trayendo consigo toda la emoción acumulada de un recorrido que ha llenado de recuerdos y música a miles de seguidores. Pastora Soler, con su elegancia y cercanía, consiguió conectar con cada persona en la plaza, no importaba que estuviera en primera fila en el ruedo o arriba en la última grada. La energía del público se mezclaba con la suya, creando un vínculo muy especial, un instante que parecía detener el tiempo cada vez que su potente y elegante voz celebraba sus «rosas y espinas» sobre el escenario.
«Los sueños se hacen realidad, cree en ti, el trabajo y la perseverancia dan su fruto», anunciaba Pastora Soler antes de arrancar un viaje íntimo y compartido con su público. Apareció con bata de cola y abanico en la mano libre. Su voz, clara, potente y elegante, llenó cada rincón de la plaza, desprendiendo la seguridad de las grandes folclóricas. Desde la primera canción desató aplausos, vítores y más de una ovación con el público en pie. A lo largo de la velada repasó su extensa discografía, sin olvidar algunos de los temas más queridos por sus seguidores, como La mala costumbre, Te despertaré o La tormenta.
Antes de cada bloque, las imágenes proyectadas servían de hilo conductor, introduciendo las diferentes etapas de su vida y dando paso a nuevas emociones. Hubo cambios de vestuario, además, y Pastora hablaba con el público, compartiendo historias y anécdotas que acercaban aún más su carrera a los asistentes. Ese recurso convertía el concierto en un relato vivo, donde cada canción encontraba su contexto y su recuerdo. Entre los momentos más sorprendentes, la artista se atrevió incluso con un tema de Whitney Houston, demostrando una vez más la versatilidad y potencia de su voz, capaz de atravesar géneros sin perder su esencia. La noche terminó entre aplausos interminables y un público en pie que no quería dejarla marchar. Se despidió agradecida y emocionada, dejando en Córdoba la huella imborrable de una celebración única.
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