No me arrepiento de denunciar, si no lo hubiera hecho, quizás estaría muerta; el miedo era real

Nevenka Fernández se convirtió a principios de los años 2000 en la primera mujer en conseguir una sentencia condenatoria por acoso sexual en el ámbito laboral contra un político, en este caso el entonces alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez. Sin embargo, la economista, que cuando conoció a su acosador tenía apenas 24 años (y él 53), sufrió el escarnio público. La humillaron, la cuestionaron y muchos cerraron filas con el político.

La presión mediática llegó hasta tal punto que terminó marchándose de España para empezar de cero en Inglaterra, donde desconectada de todo pudo comenzar a sanar de verdad. En 2021, ella misma contó su historia en ‘Nevenka’, una serie documental de Netflix, y el año pasado, se estrenó la película ‘Soy Nevenka‘, que ha tenido un gran reconocimiento.


Imágenes del documental ‘Nevenka’ de Netflix.

Netflix

Esta semana, Nevenka ha concedido una entrevista en ‘La Vanguardia’ en la que ha recordado todo lo que le ocurrió. Explica cómo comenzó a trabajar como concejala en el municipio leonés y cómo al poco tiempo, el alcalde, un hombre casado, trató de «conquistarla». Tuvo éxito, aunque fue una relación breve «de apenas dos meses»

«Empezó el acoso: llamadas constantes, hasta 40 en un día, gritos y humillaciones públicas»


Nevenka Fernández

El problema vino cuando ella quiso poner fin a la relación. «Ahí empezó el acoso», recuerda en el citado medio. «Cuando le dije que no quería seguir, empezó el acoso: llamadas constantes, hasta 40 en un día, gritos y humillaciones públicas«, expone. Incluso llegó a ser abusada cuando Álvarez le preparó una encerrona en una boda. 

Al final, Nevenka decidió denunciar, asegura, por «supervivencia«. Por aquél entonces, sufría ansiedad diaria. «Callar hubiera significado mi muerto psicológica, quizá también física», asegura ahora. 

Imágenes del documental 'Nevenka' de Netflix.

Imágenes del documental ‘Nevenka’ de Netflix.

Netflix

Lo que quizá no esperaba era lo que vino después: «Me llamaron trepa, puta, ambiciosa«. Recuerda cómo, al final, tuvo que empezar de cero en otro país, al principio «con ataques de pánico y muy medicada». Pero poco a poco fue sanando y, después, decidió contar su historia.

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Ahora, visto con perspectiva, Nevenka deja claro que nunca se arrepintió de denunciar e insiste en que fue cuestión de supervivencia. «Nunca. Si no lo hubiera hecho, quizás estaría muerta. El miedo era real. Hoy sé que sobreviví porque denuncié.»



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