Marta Luisa de Noruega
Al rey Harald V de Noruega no se le puede preguntar Adivina quién viene a cenar esta noche. Cuánto daría el monarca nórdico por que, como en la mítica película protagonizada por Spencer Tracy y Katharine Hepburn, su retoña se hubiera enamorado del tipo que encarna Sidney Poitier, un médico viudo de asentados principios. La hija de Harald, Marta Luisa (54 años), también ha entregado su corazón a un hombre negro norteamericano, pero en su caso de oficio chamán de celebridades, escritor de remedios curativos chiripitifláuticos, personaje estridente con el ego del tamaño de un fiordo y con antecedentes penales por causar un incendio.
Se llama Durek (en realidad Derek) Verrett (50) y dice ser la reencarnación de un faraón con naturaleza reptiliana. La pareja acaba de estrenar en Netflix el documental Realeza rebelde: una insólita historia de amor, en la que cuenta mucho sobre su relación y sobre todo se queja. De las reticencias de la familia real noruega al romance, del racismo que destila la gente en aquél país y sobre todo de la prensa, empeñada en ensuciar la reputación del polifacético galán. Con personajes tan deliciosos y dispuestos por un precio a destapar las miserias de las monarquías europeas como Marta Luisa y Durek, Enrique de Inglaterra y Meghan Markle, o nuestro emérito Juan Carlos I, que ya tiene en imprenta sus memorias con vistas a la campaña de Navidad, quién necesita republicanos.
Marta Luisa y Verrett se casaron en un hotel y caminaron hacia el altar rodeados de sábanas que impedían que nadie captara una imagen porque habían vendido la exclusiva a Hello! No es el único asunto bochornoso que aparece fielmente registrado: decidieron la fecha, el 31 de agosto de 2024, tras una consulta a los espíritus de ambos en trance, y tanto los reyes como el heredero Haakon se negaron en redondo a aparecer en ninguna foto o vídeo (el hermano sale en una única imagen en la preboda). Antológico es el saludo con cara de circunstancias que Harald y su mujer Sonia dedican desde la cubierta del yate real a los invitados del novio, un crucero de personajes multicolores que parecían salidos de una pesadilla friki de los Village People. «Estoy haciendo historia, soy el primer hombre negro en una familia real», repite Durek exhibiendo sus esfuerzos por acoplarse al protocolo (en el primer encuentro con sus futuros suegros iba ataviado con un kimono y botas de cowboy), mientras reprocha lo superficial que le parece la vida de su familia política.
Antes del enlace, Marta Luisa, que es la cuarta en la línea de sucesión, fue apartada de todas sus funciones oficiales. «Soy buena aceptando lo que no puedo cambiar», asegura.
Desde niña se ha sentido una «incomprendida. Tenía que ponerme muchas prendas raras e incómodas, tenía que sentarme bien, comer bien y odiaba estar en este entorno, fue entonces cuando empecé a pensar que soy totalmente diferente al resto de mi familia, soy muy sensible», asegura la princesa noruega, que estudió fisioterapia, escribió libros infantiles y abrió una ‘escuela de ángeles’. Se casó con el escritor y artista Ari Behn, con quien tuvo a sus tres hijas. Tras separarse con cierto escándalo, y en la primera Navidad que pasaba con el chamán Verrett, conoció la noticia del suicidio de su ex, un desgarro que también cuenta al detalle en su documental. Su nuevo novio ha sido «la roca» a la que agarrarse «en momentos tan duros». También hablan sus niñas, que a menudo demuestran más sentido común que los adultos de la casa. «Cuando me lo dijo le contesté: ¿estás enamorada de tu mejor amigo gay?», explica una de ellas. «No me podía creer que mi tío se fuera a casar con una mujer, ¡si es gay!», apostilla la sobrina del curandero. Él mismo habla abiertamente de su bisexualidad y de sus reticencias a conocer a Marta Luisa porque pensaba que en su destino había un varón. «En el momento en el que ella dijo ‘yo ya te conozco’, vi mi pasado en Egipto y me vi en el trono junto a ella. Pensé: ‘Te he encontrado, mi amor», agregaba un emocionado Verrett.
En la película se revelan asimismo los problemas de salud que sufre. Hace años recibió un riñón de su hermana, pero el órgano ha vuelto a fallar y el chamán se encuentra en lista de espera para otro trasplante. Marta Luisa le daría uno, pero no es compatible, y calculan que el proceso para obtener un órgano puede demorarse diez años. «Soy un sanador herido, me curo a mí mismo, pero no hasta el punto de hacer funcionar el riñón». Un auténtico príncipe de las evasivas.