La historia de la patronal valenciana CEV, que se aproxima al medio siglo, está escrita bajo el signo de una cierta maldición, la que afecta a sus presidentes, muchos de los cuales han tenido salidas traumáticas. El último capítulo lo ha protagonizado Salvador Navarro, el dirigente que más tiempo ha estado al frente de la organización: 14 años. Había adelantado las elecciones dos meses y se había postulado para otro mandato sin percatarse de unos movimientos más que soterrados que menos de dos semanas después le han llevado a renunciar al cargo a partir de los comicios del 6 de noviembre y dejar paso al líder del metal, Vicente Lafuente, para evitar la ruptura interna.
Su salida tiene poco que ver con la de su antecesor, quien dejó el cargo en loor de multitudes, como quien dice. José Vicente González, que venía de sanear la entonces provincial de Valencia CEV, se había erigido en el gran líder patronal de la autonomía y en 2011, seis años después de ser elegido por primera vez, dio el salto a la por aquella época autonómica Cierval, que empezaba su agonía y que en realidad solo había sido una marca paraguas para lograr representación institucional y dineros públicos. González llegó para dinamizar la organización y relanzarla pero se topó con un muro en Alicante y Castellón.
José Vicente González y Rafael Ferrando / Levante-EMV
Las patronales de ambas provincias estaban carcomidas por una mala gestión, singularmente de fondos públicos avalados por Cierval, y su desaparición comportó la caída de la autonómica. Fue entonces cuando la CEV se convirtió en la patronal de la Comunitat Valenciana. Era 2018. González se refugió en la presidencia de Feria Valencia, un cargo que ejercía desde octubre de 2013. Seis años más tarde, en diciembre de 2019, dimitió para dejar paso precisamente a Vicente Lafuente, quien a la postre renunció a optar al cargo.
Ferrando
José Vicente González llegó a la presidencia de la CEV en 2005 tras los 8 años de Rafael Ferrando al frente de la organización. El empresario de la construcción accedió al cargo con la misión de restañar las numerosas heridas que había dejado su antecesor, principalmente los problemas derivados del mal uso de los fondos de formación. Su empeño pareció dar sus frutos al principio, pero luego la organización recayó en la misma práctica. Eso y los problemas y polémicas derivados de la venta de la antigua sede de la CEV, en la calle Músico Peydró de València, sellaron su destino, sin olvidar su seguidismo del entonces poderoso poder autonómico del PP. Fue forzado a no presentarse a los comicios de 2005, a pesar de que aún estuvo hasta 2011 en Cierval.

José María Jiménez de Laiglesia, en febrero de 1997, tras dimitir / EFE
Su llegada a la presidencia de la CEV se produjo en la etapa más convulsa de la historia de la organización, tras la dimisión en febrero de 1997 de José María Jiménez de Laiglesia, uno de los promotores del pacto por el que el PP de Eduardo Zaplana se hizo con la Generalitat junto a Unió Valenciana y que sucumbió en buena medida por su pretensión, junto a la AVE de Federico Félix, de ejercer la tutela sobre el Consell. Durante cerca de medio año, una gestora liderada por el entonces presidente del metal, Federico Gómez-Lechón, condujo la CEV hasta el triunfo de Ferrando, en un ticket que incorporaba como secretario general a Pedro Coca, impuesto por el presidente de la Cámara, Arturo Virosque.
Agramunt
Pedro Agramunt accedió a la presidencia de la CEV en 1986, pero duró poco en el cargo, apenas tres años. Impulsado también por el entonces influyente secretario general Luis Espinosa, en 1989 dio el paso a la política, concretamente a las filas del PP, del que sería presidente. Esperanza blanca de la derecha, se estrelló en las elecciones autonómicas de 1991 frente al socialista Joan Lerma y dos años más tarde dejó el liderazgo del partido en la Comunitat Valenciana para pasar a ser senador hasta 2019.

Pedro Agramunt, en el 25 aniversario de la CEV, entre Rita Barberá y Vicente Rambla / Levante-EMV
La hora de Agramunt en la CEV llegó tras el escándalo SAVE, en el que se vio involucrado el primer presidente de la organización y uno de sus fundadores: Vicente Iborra. Cuando se descubrieron irregularidades fiscales en dicha empresa, de la que era presidente, Iborra dimitió en la patronal.
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