El planeta Tierra acaba de someterse a un chequeo de salud y los resultados no son buenos. Según alerta el último informe sobre salud planetaria del Potsdam Institute for Climate Impact Research (PIK), el mundo ya ha superado al menos siete de los nueve límites planetarios que sostienen las condiciones seguras para la vida. Los «sistemas críticos» que ya no se encuentran dentro de lo que los expertos definen como «zona segura» incluyen desde el cambio climático hasta la integridad de la biosfera, el uso de la tierra, el agua dulce, los flujos de nutrientes, las entidades novedosas y, desde este año, la acidificación de los océanos. «Más de tres cuartas partes de los sistemas de soporte de la Tierra están fuera de la zona segura. Estamos aumentando el riesgo de desestabilizar el planeta», advierte Johan Rockström, autor principal de este trabajo.
«Más de tres cuartas partes de los sistemas de soporte de la Tierra están fuera de la zona segura»
Hace ya 16 años que los científicos monitorizan nueve elementos que permiten la estabilidad del sistema terrestre y que, una vez cruzados, exponen al planeta a un gran riesgo de «sufrir cambios irreversibles», incluidos los temidos puntos de no retorno. Según el último balance elaborado sobre la cuestión, en estos momentos solo hay dos fronteras que permanecen dentro del rango seguro: la capa de ozono, que se está recuperando progresivamente gracias a la aplicación del Protocolo de Montreal y a la restricción del uso de ciertos productos, y la carga de aerosoles atmosféricos, que también disminuye a escala global pese a la existencia de «focos peligrosos» de contaminación en Asia, África y América Latina. Fuera de estos dos factores, todos los demás elementos estudiados han sobrepasado su respectiva línea roja.
Código rojo en los océanos
Este año, por primera vez desde que existen registros, los análisis desvelan que la acidificación de los océanos ha sobrepasado el límite seguro. Los expertos afirman que la causa principal detrás de este fenómeno es la quema de combustibles fósiles, que libera dióxido de carbono y provoca que los mares absorban cantidades crecientes de este gas, alterando su equilibrio químico. Los análisis indican que, desde la Revolución Industrial, el pH superficial de los océanos ha caído en 0,1 unidades, lo que se traduce en un aumento de entre un 30% y un 40% en la acidez de las aguas. Y esto provoca consecuencias ya visibles, como el debilitamiento de los corales y de pequeños organismos como los pterópodos, que a su vez indican una preocupante degradación de la cadena trófica que amenaza tanto a la biodiversidad marina como a la seguridad alimentaria humana.
Desde la Revolución Industrial, el pH superficial de las aguas ha aumentado entre un 30 % y un 40 %
«El océano se está volviendo más ácido, los niveles de oxígeno están cayendo y las olas de calor marinas se están intensificando. Todo ello ejerce una presión enorme sobre un sistema vital para estabilizar las condiciones del planeta«, explica Levke Caesar, co-líder del Planetary Boundaries Science Lab. En esta misma línea se posiciona la oceanógrafa Sylvia Earle, quien denuncia que «la acidificación de los océanos, el gran sistema de soporte vital del planeta, es una luz roja parpadeante en el tablero de control de la Tierra. Ignorarla significa arriesgarnos a colapsar los cimientos de nuestro mundo vivo«.
Emergencia planetaria
El informe señala que las siete luces de alarma que ya se han encendido no solo preocupan por separado sino que, además, también amenazan con retroalimentarse. Por ejemplo, porque sabemos que un océano debilitado no solo pierde capacidad de absorber carbono sino que, además, contribuye a agravar el cambio climático. O como es el caso de la deforestación, cuyo avance no solo compromete el uso de suelos sino que también reduce la capacidad de la biosfera para amortiguar impactos. «Un planeta bajo presión, tanto a nivel local como global, se convierte en una amenaza planetaria para todo el mundo en todas partes», recuerda el investigador Boris Sakschewski, quien también firma el análisis, presentado este miércoles.
«Aunque el diagnóstico es grave, la ventana de cura sigue abierta. El fracaso no es inevitable, es una elección»
Los científicos afirman que «el panorama es inquietante, pero no necesariamente irreversible». El éxito del Protocolo de Montreal –que logró revertir la destrucción de la capa de ozono– y las regulaciones sobre aerosoles demuestran que las políticas internacionales coordinadas pueden cambiar el rumbo. «Aunque el diagnóstico es grave, la ventana de cura sigue abierta. El fracaso no es inevitable, es una elección«, concluye Rockström, quien insiste en que la ciencia ya ha dibujado la hoja de ruta para salvar el planeta y, aunque el tiempo se acorta, el margen de acción aún existe. «Proteger los sistemas de soporte vital del planeta es, en última instancia, protegernos a nosotros mismos«, defiende.
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