La primera dama de Estados Unidos es una lámpara de pie. Su condición de artefacto lumínico queda absolutamente demostrada si se miran con atención las imágenes del reciente viaje del matrimonio Trump a Reino Unido. Ahí está Melania, radiante con su pantalla color morado y un pie torneado con forma humana para crear el efecto de que estamos ante una mujer real. Hasta el nombre de la tercera esposa de Donald Trump es un guiño a su secreta naturaleza de fanal: Melania, del griego ‘la oscura’, en realidad es un ser de luz, o sea, una lámpara. Cuando no queda más remedio y la esposa del líder norteamericano ha de desprenderse de la tulipa por mor del protocolo, un robot fabricado en la factoría Disney reemplaza su torso. De ahí la corta panoplia de gestos que exhibe cuando baja del Air Force One o cuando baila un agarrado en la Casa Blanca con su multimillonario marido, cuya cercanía la pone al borde del cortocircuito. La primera dama Melania tiene una doble función. No solo acompaña al presidente permitiéndole trabajar cómodamente de noche, sino que además incorpora un dispositivo de rayos uva que se encarga de conservar el tono de piel anaranjado de Trump. Un amplio despliegue de personal de los servicios de inteligencia se encarga de mantener en absoluto secreto la auténtica esencia refulgente de la cónyuge del empresario, para quien se inventó un pasado ficticio de modelo y madre, a base de vídeos manipulados y fotos amañadas.
Nadie se imagina a Donald y Melania Trump acudiendo a los tribunales para presentar prueba biológicas y científicas que demuestren que la primera dama norteamericana es una mujer y no una lámpara porque a mí se me ha antojado inventar una teoría delirante que podría vender fácilmente a un público cada vez más necesitado de estímulos. Sin embargo, Emmanuel Macron y su esposa Brigitte sí que han emprendido acciones judiciales contra una youtuber de ultraderecha que desde hace años difunde amplia y detalladamente un bulo consistente en afirmar que la primera dama francesa es una persona trans. El presidente de la república gala está casado en realidad con el hermano de Brigitte, un hombre que transicionó, padre de los hijos y nietos que ella dice suyos. Incluso se operó la próstata. Por exceso de testosterona abofeteó a su marido en un viaje oficial. Semejante aluvión de chorradas conspiranoicas procedentes, como no podía ser de otra manera, de Estados Unidos se ha reproducido hasta el infinito y ha captado la atención de millones de lectores, lo cual causa un dolor extraordinario a la familia Macron. Así las cosas, los inquilinos del Elíseo piensan aportar ante la justicia análisis genéticos y evidencias que avalan el género femenino de la calumniada. Qué necesidad. Con todo lo que ha pasado esa pareja formada por un alumno de quince años enamorado de su profesora de literatura casada, avenirse ahora a bajar al barro de una estrafalaria influencer magufa. Y tan poco original, además, pues la patraña tránsfoba que vende ya la han soportado Begoña Gómez, Michelle Obama o la neozelandesa Jacinda Arden. El mundo está plagado de personas trans que se ocultan en identidades falsas (normalmente de mujeres progresistas). Hacer casito a iluminados de toda calaña resulta contraproducente. Acabaremos en los tribunales rebatiendo que la Tierra es plana, y que por eso se estrellan los cohetes de Elon Musk .
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