El novelista Thomas Pynchon (nacido en Long Island, Nueva York, en 1938) y el cineasta Paul Thomas Anderson (Studio City, Los Ángeles, 1970) coinciden en varias cosas. Ambos son posmodernos en sus respectivas disciplinas. Les gustan las estructuras laberínticas –recuerden ‘Magnolia’ (1999), de Anderson, uno de los filmes más conseguidos en la modalidad de historias cruzadas– y, mientras que la prosa de Pynchon puede llegar a ser muy hiriente y paranoica, algunos de los personajes que pueblan la filmografía de Anderson también lo son.
Uno tiene la sensación de que a Pynchon, otro de los eternos candidatos al Nobel de Literatura, debe de gustarle ‘El hilo invisible’ (2017), la obra maestra de Anderson, retrato de un cotizado modisto británico de los años 50 a partir de la compleja relación que establece con una joven convertida en amante, después musa y finalmente esposa. El personaje lo interpreta Daniel Day-Lewis, a quien Anderson ha logrado convencer en dos ocasiones para que saliera de su retiro y le brindara, además, excelsas interpretaciones (la otra es en ‘Pozos de ambición’, de 2007). Es un tipo creativo, solitario, hosco y reservado, que viste a la burguesía y a la realeza, pero a quien no le gusta salir en público, un poco como Pynchon, que detesta la exposición pública, guarda celosamente su intimidad y apenas tiene desperdigadas una decena de fotos suyas por internet (básicamente, de cuando era joven). La ordenada vida del modisto cambia a causa del amor hasta llegar a un final trágico que las dos partes asumen. Parece la sinopsis de una novela de Pynchon, quien padece fobia social.
Paranoia y misiles
Anderson debutó tras la cámara con una atractiva muestra de drama e intriga ambientada en Reno, la ciudad del juego, ‘Sydney’ (1996). Pynchon lo hizo mucho antes, en 1963, año de la publicación de su primera novela, ‘V’, a la que seguiría en 1966 ‘La subasta del lote 49’, un verdadero ejercicio paranoide. La tercera le consagró: ‘El arco iris de gravedad’ va de la ficción histórica (está ambientada a finales de la segunda guerra mundial) a la ciencia ficción. Al parecer, fue rechazada por el premio Pulitzer por considerarse obscenos algunos pasajes. En los primeros años 60 Pynchon trabajó en la multinacional Boeing, empresa que fabrica aviones, helicópteros, satélites y misiles, y de ahí, sin duda, sacó una parte sustancial de ‘El arco iris de gravedad’ y de ‘V’, como el diseño y lanzamiento del cohete V-2, el misil balístico del ejército alemán.
Pynchon publicó en 1990 su cuarta novela, ‘Vineland’, cuya trama protagonizada por una cineasta radicalizada y un agente del FBI vinculado a los programas de contrainteligencia, excusa para una panorámica encarnizada sobre los movimientos sociales de los 60, haría las delicias de Anderson. Pero no sería hasta la séptima novela del escritor, ‘Vicio propio’ (2009), que los universos de Pynchon y el cineasta conectarían directamente: Anderson la adaptó en ‘Puro vicio’ (2014), un delirio ‘neo-noir’ o ‘post-noir’ ambientado en Los Ángeles en los años 70 y protagonizado por un peculiar detective (Joaquin Phoenix) a quien su exmujer pide que investigue la desaparición de su acaudalado amante. Utilizando códigos de la novela negra clásica, con tramas que se espesan cada vez más y personajes que aparentan ser lo que no son, Pynchon y Anderson –la adaptación es bastante fiel– recorren la cultura californiana de aquellos años, embriagada de LSD, psicodelia, surf, combatientes de vuelta de Vietnam, agentes federales de incógnito y una organización secreta de dentistas cortesía del humor negro de Pynchon.
La literatura del neoyorquino es complicada de trasladar al lenguaje cinematográfico. ‘Puro vicio’ era tan alambicada como desperdigada. Estaba planteada así. Solo en otra ocasión el escritor ha sido llevado al cine y, por supuesto, es Anderson el director. ‘Una batalla tras otra’ (2025), que llega a las salas españolas el próximo 26 de septiembre, es precisamente la adaptación de ‘Vineland’, esa novela que por trama y personajes hizo las delicias del director de ‘Punch-drunk love (Embriagado de amor)’ (2002), su deconstrucción de las comedias románticas protagonizada por Adam Sandler y Emily Watson.
También ‘Una batalla tras otra’ es una reconstrucción, en este caso del ‘thriller’, la comedia negra y el cine de acción, con música del habitual colaborador de Anderson Jonny Greenwood (del grupo Radiohead) y reparto encabezado por Leonardo DiCaprio, Sean Penn, Regina Hall y Benicio del Toro, quien ya estuvo presente en ‘Puro vicio’. Parece que solo Anderson se atreve a versionar a Pynchon y solo él puede filmar los complejos engranajes expuestos por el escritor en una sabia mezcla de cultura popular y reflexión crítica sobre los estamentos y el paroxismo estadounidense de las últimas décadas. En el fondo, no hay tanta diferencia entre la experiencia alucinada y metafórica de los protagonistas de ‘Una batalla tras otra’, un grupo de ex-revolucionarios que vuelve a las andadas para rescatar a la hija de uno de ellos, y los de ‘Boogie Nights’ (1997), retrato agridulce de la industria del cine porno en los 70 y 80.
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