Rupert Murdoch. / AP
Roger Ailes crea Fox News señalando que «nuestro segmento de audiencia va desde los 55 años hasta los muertos». Es oportuno recordarlo, cuando el dueño de un canal informativo de ultraderecha que le ha reportado miles de millones de euros de beneficios observa como cada mención a su figura se asombra de su longevidad. El australiano, británico y estadounidense Sir Rupert Murdoch (94) es el periodista a muerte, en todos los sentidos y pese al título oficial de editor.
Mientras el mundo se plantea a cada paso qué sucederá cuando Murdoch fallezca, el heredero de un tabloide de Adelaida titulado The News controla el tráfico planetario de información. Fox, The Sun, Times, Sunday Times, New York Post, Wall Street Journal y así sucesivamente. Los teóricos del periodismo aburrido lo acusan de sensacionalista, concretando su crimen en la invención del infotainment o infoespectáculo, que a continuación practican todos sin rubor empezando por esta sección despiadada.
Murdoch es el diablo, a saber, el más astuto y volcado en su tarea.
Usted también le odia, como todas las personas decentes. No voy a presumir de admirarlo por los mismos motivos, ni siquiera pretendo arrancarle de su error de apreciación. En cambio, me atrevo a replicar cada acusación con un logro que ha salvado el periodismo de masas o mainstream, que Trump desea enterrar al etiquetarlo como legacy media.
Empecemos. Usted pone sobre la mesa al Murdoch thatcheriano, que se planta ante los piquetes sindicales y arruina la mitología periodística de la Fleet Street londinense. De acuerdo, pero Tony Blair no llega a Downing Street hasta que el magnate no vira su portaaviones The Sun hacia el nuevo laborismo. Sin el editor, no hay tercera vía ni socialismo al estilo de Zapatero, ahora no vale refugiarse en que mejor nos hubiera ido. Y por supuesto, más adelante colocaría al primer ministro de izquierdas frente a un gigantesco «¿Es este el hombre más peligroso de Inglaterra?» Puedes despreciar a Murdoch y llamarlo Mordor, pero encarna un periodismo con las manos en la masa, que le mantiene vivo. Me recriminarán el «Cuerpo sin cabeza en un bar de topless», considerado el mejor titular del sensacionalismo neoyorquino en el Post, pero les replicaré que los Simpson son otro producto de la Fox del australiano, quién da más en libertad de creación.
Me reprocharán la apuesta del Sun por el Brexit y su homofobia, por no hablar de titulares a toda página como «Uno de cada cinco musulmanes británicos sienten simpatía por los yihadistas» o «El hombre que nos trajo el sida», este último en el Post. De acuerdo, pero quién rescató al ultraprogresista Village Voice, la voz de la comunidad gay neoyorquina.
Redoble de tambores, porque entra en juego el presidente de Estados Unidos. No es exagerado afirmar que Trump se convierte en el ocupante número 45 de la Casa Blanca en 2016 gracias al apoyo incondicional de su amigo Sir Rupert, aunque ahora se burle de que «me llama y no se acuerda de que habíamos hablado el día anterior». Ahora bien, Fox es la primera en anunciar en la madrugada electoral de 2020 que los republicanos se quedan sin la presidencia. Por no hablar de otro titular descomunal, «Detenga esta locura, usted ha perdido las elecciones«.
Como ustedes son persistentes, me remitirán a la segunda victoria de Trump, con el ahora 47 presidente aupado de nuevo por el incombustible nonagenario. Muy bien, y a quién pertenece el Wall Street Journal, que anunció que el amigo de Jeffrey Epstein le había felicitado su cincuenta cumpleaños con el dibujo de una mujer desnuda y una leyenda comprometedora. La furia presidencial adquirió una dimensión jupiterina.
«Ya le advertí a Rupert que yo no hago dibujos, y ahora me he querellado contra su periódico por diez mil millones de dólares». No es la cantidad que uno reclama a un amigo al que debe el trono.
Hemos orillado por obvio el escándalo de las escuchas telefónicas, que pudo acabar con Murdoch y le obligó a cerrar el criminal News of the world. Primera réplica, también ha ofrecido al mundo el Sunday Times, un prodigioso periódico de fin de semana que solo ha logrado mejorar el estratosférico dominical del Financial Times. Segundo y principal, Murdoch sobrevivió.
Podríamos seguir hasta el infinito, debería usted concederme al menos un generoso empate. Pero no, prefiere rematar que hasta varios de los hijos de Rupert Murdoch se avergüenzan del periodismo de su padre, de ahí que James Murdoch se retire de la lucha para que herede Lachlan Murdoch. Muy bien, pero gracias a esta feroz guerra intestina tenemos Succession, lo más parecido a Shakespeare que ha dado el siglo XXI.