En Galicia, se puede caminar por casi cualquier localidad o parroquia y encontrar un ‘cruceiro’ erguido en una encrucijada, en un atrio o en una plaza. No es casualidad: la comunidad gallega concentra alrededor de 10.000 ejemplares, lo que la convierte en el territorio con mayor densidad de estas cruces de piedra en toda Europa.
La tradición comenzó en la Edad Media, pero fue sobre todo entre los siglos XVII y XIX cuando los ‘cruceiros’ se multiplicaron por toda Galicia. Estos elementos patrimoniales están muy ligados a la leyenda de la Santa Compaña, la procesión de ánimas en pena que, según la tradición popular, recorre los caminos en las noches oscuras. Quien tenía la desgracia de encontrarse con ella corría el riesgo de ser condenado a liderar el lúgubre cortejo. Para evitar ese destino, se decía que el mejor refugio era acogerse a la protección de un cruceiro.
Cruceiro de San Lázaro, en Santiago / CC
Algunos destacan por su valor artístico, como el Cruceiro do Hío, en Cangas, esculpido por el Mestre Cerviño y considerado una auténtica joya del barroco; el de la plaza de Fefiñáns, en Cambados, que forma parte de uno de los conjuntos monumentales más hermosos del país; o el de la plaza de San Lázaro, en Santiago, donde reciben la bienvenida los peregrinos del Camino.

Detalle del Cruceiro de Hío, en Cangas / FdV
El cruceiro más antiguo de Galicia
El más destacado, por importancia histórica, es el Cruceiro del atrio de San Roque de Melide. Ubicado junto a la capilla homónima, en pleno Camino Francés, está datado en el siglo XIV y fue considerado por Alfonso Daniel Rodríguez Castelao como el más antiguo de Galicia.

Cruceiro de San Roque de Melide, considerado el más antiguo conservado en Galicia / CC
Su cruz, de estilo gótico, muestra en el anverso a Cristo en majestad, resucitado, con postura hierática y rostro imberbe que recuerda los cánones románicos. En el reverso representa una escena de la crucifixión, con Cristo acompañado por la Virgen, San Juan y una figura arrodillada que podría ser María Magdalena. Esta segunda cara introduce ya trazos más dinámicos propios del arte gótico.
El único elemento original que se conserva es la cruz, mientras que la columna y la base son añadidos posteriores, unidas recientemente por el herrero compostelano Chago Martínez. No se conoce con certeza su origen: podría proceder de la desaparecida iglesia parroquial de San Pedro, del convento de Sancti Spíritus —hipótesis más aceptada— o incluso de la antigua ermita de San Sebastián.
Hoy, el cruceiro puede verse en el lateral de A Capela de San Roque, edificada en Melide en 1949.















