En Guanarteme habita un rincón donde los sabores viajan libres y, mezclando acentos y memorias de viajes, se transforman en recetas que hablan de mares lejanos y de calles bulliciosas. Al cruzar la puerta de Buena Onda, el visitante no entra únicamente en una cafetería: accede a un refugio luminoso donde el aire huele a pan recién hecho y a especias que parecen traer noticias de otros continentes. La brisa marina acaricia las mesas y se mezcla con el murmullo de los clientes que desayunan mientras el mar rompe a unos metros. En ese ambiente cotidiano y a la vez extraordinario, cada detalle parece tener un propósito: invitar a quedarse, a conversar y a dejarse llevar por una atmósfera que combina la calma isleña con la energía cosmopolita de quienes han recorrido mundo.
Pan brioche casero elaborado por Mateo Bregante, cocinero de Buena Onda. / LP / DLP
Buena Onda no nació de un plan de negocio calculado al milímetro ni de una estrategia de mercado, sino de algo más íntimo: un deseo compartido. Vera Simone lo recuerda con ternura: «Fue simplemente la gana mía y de Mateo de abrir un sitio nuestro con una filosofía. No solo de la comida, sino de todo lo que somos». Ese impulso inicial, casi espontáneo, se transformó en un proyecto vital. Mateo Bregante, cocinero de oficio y de pasión, aportó los viajes, los estudios y la creatividad sin límites; Vera, con años de experiencia en la hostelería, sumó el calor humano, la cercanía y la visión estética que convierte cada rincón en un lugar con alma. El resultado es un espacio que respira autenticidad.
La cocina como cuaderno de viajes
La cocina de Mateo, cocinero y viajero, recoge lo vivido en diferentes países y lo traduce en un lenguaje culinario. Cada receta funciona como un cuaderno de viaje: apuntes en forma de especias, recuerdos materializados en salsas, aromas que se convierten en patrimonio personal. «Es una comida ecléctica, que respeta todo el viaje de Mateo y sus estudios, porque le encanta de verdad su trabajo». Marruecos, México, Japón, Canarias… los platos son un mapa.
El menú de Buena Onda se construye sobre ese diálogo entre culturas. Un ejemplo es el shakshuka, plato de origen marroquí que en su versión se tiñe de influencias mexicanas y canarias. «Mateo lo hace con un toque canario porque lleva también chorizo, por ejemplo».

Cous Cous de cordero al estilo Marroquí / LP / DLP
Los favoritos de la carta
Los pancakes japoneses son su emblema, suaves y esponjosos como nubes que parecen escapadas de Tokio, pero que encuentran en la Isla un eco inesperado gracias al toque canario que los acompaña. «Son los únicos que hay en la Isla», asegura Vera con orgullo. A ellos se suman tostadas con pan de focaccia casero o versiones revisadas de clásicos como la pulguita.
La apuesta por lo artesanal es innegociable. «En la cocina Mateo hace todo: el pan, las natillas… todo hecho a mano». Solo se salvan los croissants de Stefano, imprescindibles para Vera.

Fluffypancakes salados de Buena Onda / LP / DLP
Un refugio frente al mar
No es únicamente lo que llega al plato: es también la sensación de entrar en un refugio distinto al bullicio de la ciudad. Las paredes respiran historias, los muebles reciclados tienen cicatrices hermosas y los libros circulan de mano en mano como si fueran semillas de conversación. Vera lo decoró sin guion previo, con objetos de rastros, plantas propias y libros para book crossing. «Espero que siempre sea diferente, que siempre tenga algo nuevo», explica mientras acaricia la idea de dar segunda vida a los objetos.

Interior de Buena Onda / LP / DLP
El ambiente lo confirma: «Me encantaría que la gente aquí se sintiera como en casa». Y lo consiguen. Clientes frente al mar, vecinos que aportan y viajeros entre olas.
Inspiración canaria
Aunque aún no cumplen el año, la evolución ha sido constante. Han sumado nuevas recetas, explorado el gofio y tejido vínculos con productores. «El cerdo de aquí es una materia buenísima», confiesa Vera, vegetariana confesa pero curiosa de la cocina canaria.

Tostada casera de focaccia con lomo de cerdo, salsa de manzana y salvia y cebolla caramellata / LP / DLP
Al final, Buena Onda se sostiene en una idea clara: tomar lo mejor de cada cultura y servirlo con honestidad. Ese gesto, aparentemente sencillo, encierra una declaración de amor sincera a la diversidad gastronómica. Es una forma de decir que cada cultura tiene algo valioso y que, en la cocina, todas pueden encontrarse sin fronteras. El resto lo hace la brisa marina y una energía con mucha «buena onda».









