Parece ser que Franz Kafka nunca tuvo especial interés en ser conocido, o recordado, o incluso leído. El escritor checo no terminó ninguna de sus novelas y quemó la inmensa mayoría de sus escritos, y cuando murió a los 40 años a causa de la tuberculosis era un perfecto don nadie. Posiblemente, que alguien hiciera una película sobre su vida le parecería una idea terrible. Y en ese sentido cabe matizar que ‘Franz’, el nuevo trabajo de Agnieszka Holland, al menos no es exactamente eso. “Su vida fue más bien aburrida, y lo más interesante acerca de él sucedió en el interior de su cabeza”, explica la directora polaca, que este lunes ha presentado la película a concurso en el festival de San Sebastián. “Además, a estas alturas se han escrito cientos de libros que repasan su existencia, y él mismo dejó escritos muchos diarios y cartas, de modo que no le vi el sentido a hacer una biografía al uso”.
En cambio, ‘Franz’ trata de reflejar la fracturada psicología del escritor y su prosa enigmática mezclando episodios esenciales de su vida con visitas a sus mundos de ficción, incursiones en lo onírico y alusiones a su actual condición de fenómeno cultural y turístico, y con ese fin recurre a una cantidad de virguerías formales -anacronismos, rupturas de la cuarta pared, transiciones radicales- suficiente para sugerir cierta desesperación por convencernos de que lo que estamos viendo es mucho más que un biopic.
Para Holland, trabajar en un proyecto como ‘Franz’ supuso una oportunidad para distanciarse de la polémica generada por su película inmediatamente anterior, ‘Green Border’ (2023), drama sobre los refugiados premiado en festivales de la Mostra de Venecia pero ferozmente atacado por la extrema derecha polaca. “Aún sigo recibiendo amenazas de muerte y mensajes de odio a través de las redes pero, ¿qué le voy a hacer? No puedo evitar meterme en problemas”, lamenta la directora, en su día candidata al Oscar en tres ocasiones gracias a sus dramas sobre el nazismo ‘Amarga cosecha’ (1985), ‘Europa Europa’ (1990) y ‘In Darkness’ (2011).
‘Franz’ no es una película especialmente kafkiana; no incluye escenas de laberíntica burocracia ni imágenes de seres humanos transformados en cucarachas. Pero el momento en el que ve la luz sí lo es. “Desgraciadamente, su visión de una sociedad en la que la ley es arbitraria e inhumana y el individuo es aplastado por el sistema es muy relevante. Hace 10 años yo creía que tal vez podríamos evitar la catástrofe, pero ahora ya no. La crisis causada por la revolución de las redes sociales y la muerte de la democracia liberal no nos dan alternativa: estamos abocados al desastre”.
Sin duda, Kafka nunca imaginó que su pensamiento llegaría a ser tan profético. “De lo contrario, se habría sentido horrorizado”, añade Holland. ¿Y qué habría opinado al verse convertido en atracción turística, y contemplar su rostro estampado en las camisetas y las tazas de café que desbordan las tiendas de suvenires de Praga? “En realidad, Kafka tenía un gran sentido del humor, así que tal vez le habría parecido absurdamente divertido”.
También aspirante a la Concha de Oro este año, la nueva película del checo Olmo Omerzu trata de hablar sobre la angustia típicamente ‘teen’, el daño que los errores de los padres causan sobre sus hijos aunque sean cometidos por amor, la presión ejercida por la obsesión de nuestra sociedad por la imagen y el aislamiento que imponen las redes sociales, pero a lo sumo farfulla. Es un retrato familiar de vocación melodramática que a menudo resulta risible, aunque muchos de sus espectadores sin duda no le verán la gracia a la frivolidad con la que aborda un asunto tan serio como los desórdenes alimentarios entre las adolescentes. Por lo que respecta a sus protagonistas, no son más que toscos generadores de complicaciones argumentales, y todos ellos son adictos a la toma de decisiones obviamente equivocadas. Los comportamientos estúpidos son una de las formas más efectivas que un narrador tiene de generar drama, pero abusar de ellos es hacer trampa.
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