José Bordalás es un malote. De pie en la banda, con los brazos cruzados, parece aquel Alex de La Naranja Mecánica que, después de relajarse con la Novena Sinfonía de Beethoven, mandaba a repartir a sus colegas. Tiene su qué declararse ‘cruyffista’ mientras conviertes al Getafe en los Pistons de los ‘bad boys’ (aunque aquellos tipos ganaron dos campeonatos de la NBA). Entre sus méritos, convertir cada partido en un infierno para el rival.
Que el Barça ganara jugando como los ángeles al Getafe en la caja de zapatos del Johan (5.711 espectadores esta vez) habla muy bien del equipo de Hansi Flick, quien logró mantener la calma que no tuvo Raphinha. El brasileño, que arrastraba una amarilla por sacar una falta antes de tiempo, se libró de la expulsión al final del primer acto al no saber enfriar su sangre. Le dio un empujón a Rico, pero el árbitro, Ricardo de Burgos, optó por absolverle. Ya no salió tras el descanso. A Bordalás se lo llevaron los demonios. Ya perdía 2-0.
La alineación de Flick, claro, hubo que interpretarla otra vez a partir de lo que queda habitualmente oculto y que el técnico alemán, valiente, se niega a tapar. Los camerinos con tantísima purpurina sólo pueden cuidarse si la zanahoria viene acompaña del palo. Marcus Rashford, el héroe de Newcastle que debía continuar con su buenaventura frente al Getafe, llegó tarde al entrenamiento matutino del domingo. El día de perros no invitaba a madrugar. Y Flick le mostró el mismo camino que en su día a Iñaki Peña, Koundé o Raphinha hace una semana:el banquillo.
Rashford, del castigo al campo
Como en el caso de Raphinha, fue más un señalamiento que un azote deportivo, porque Rashford pudo salir más tarde. Ferran Torres, bendito rendimiento el suyo esta temporada (cuatro goles ya), fue quien se quedó en la orilla izquierda. Mientras que Raphinha se fue a la derecha otra vez ante la ausencia del lesionado Lamine Yamal, al que este lunes veremos vestido de Dolce&Gabbana en disputa con Ousmane Dembélé por el Balón de Oro.
En cuanto al resto de cambios en la alineación destacó, cómo no, otra vuelta de tuerca en la pareja de centrales –Eric Garcia y Christensen, concentrados y fiables, ocuparon las plazas ocupadas por Araujo y el lastimado Cubarsí en la Champions–, pero también la titularidad de Dani Olmo, futbolista que había perdido comba y que esta vez se reivindicó con un taconazo celestial en el 1-0.
Lluvia sin charcos
Agradeció el Barça que el Johan tenga un césped que, pese a derrumbarse el cielo en Sant Joan Despí, absorbió el agua de lo lindo. Ni un charco nació. Así que Bordalás, pese a lo trabajado de su plan, táctico y anímico, no pudo seguir el ritmo con la pelota impuesto por los jugadores de Flick. Fue una locura. Pedri se puso a dirigir la orquesta y los violines se pusieron a toda mecha.
En el gol inaugural de Ferran Torres, Raphinha, de frente, y Olmo, de espaldas, descuartizaron la retaguardia del Getafe. Y en el 2-0, quien abrió en canal el sistema defensivo fue Eric Garcia, capaz de convertir un rechace en un pase al pie de 40 metros. Raphinha y Ferran, exultante éste, hicieron el resto. Y aún pudo haber atrapado el delantero valenciano un hat trick, pero su latigazo acabó en el larguero.
Las llamas no se apagaron hasta el 3-0, cuando Rashford, ya perdonado y envalentonado, corrió solo por el extremo sin que Davinchi le siguiera y cedió a Olmo para que éste zanjara su gran noche. Mientras eso ocurría un aficionado se ponía a correr por el césped con una bandera de Palestina.
Bordalás, por entonces, ya se había sentado. No así Flick, que quiso ver de pie cómo su Barça volaba hasta el final.
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