Los políticos libran una batalla de cifras que es, en esencia, una batalla por la conectividad, el progreso y la credibilidad. El Aeropuerto de Badajoz se ha convertido en el epicentro de un pulso entre el Gobierno central y la Junta de Extremadura, una disputa donde la visibilidad política parece tan escasa como la aérea en los gélidos amaneceres de diciembre.
La chispa que ha encendido la mecha fue una pregunta parlamentaria del senador Juan Antonio Monago. La respuesta del Ejecutivo de Pedro Sánchez fue tan fría como precisa: según sus registros, la niebla solo afecta a un 1,2% de los vuelos. En otras palabras, el 98,8% de las operaciones aterrizan sin contratiempos. Traducido a números absolutos, apenas 24 vuelos comerciales se vieron alterados durante el año pasado. Una estadística que pinta una realidad idílica, casi despejada.
Sin embargo, esa versión oficial contrasta de forma dramática con la realidad que maneja la Administración regional. Un informe detallado, enviado en febrero al Comité de Coordinación Aeroportuario de Extremadura, arroja una cifra muy distinta: 172 vuelos afectados en los últimos siete inviernos. Esto se traduce en una media de 25 incidencias anuales –entre retrasos, desvíos (mayoritariamente a Sevilla) y cancelaciones– concentradas en los meses de noviembre, diciembre y enero. La conclusión es demoledora: durante un tercio de los días invernales, la niebla altera la normalidad operativa. Dos realidades, dos verdades, un mismo aeropuerto.
La solución técnica al problema parece tener un nombre y unos apellidos: el Sistema de Aterrizaje por Instrumentos (ILS). El aeródromo pacense, que comparte instalaciones con la Base Aérea, cuenta actualmente con un ILS CAT-I, el mismo que opera en la mayoría de aeropuertos nacionales. Este sistema guía al piloto hasta que obtiene referencias visuales de la pista. El problema es que en Badajoz, la niebla es tan densa que a menudo esas referencias no llegan a aparecer.
El siguiente escalón tecnológico sería la instalación de un ILS CAT-II o CAT-III, como los que tienen aeropuertos en La Coruña, Valladolid o los grandes hubs de Madrid y Barcelona. Estos sistemas permiten aterrizajes con visibilidad casi nula. He aquí el primer escollo: el Gobierno central, en su respuesta, argumenta que incluso con esta mejora, el porcentaje de vuelos afectados solo bajaría cuatro décimas, hasta el 0,8%. Además, esgrime que ni las aeronaves que actualmente operan en Badajoz (pertenecientes a Air Nostrum) ni sus tripulaciones están homologadas para usar tecnología de categoría superior. No obstante, esta afirmación choca con las declaraciones de expertos y autoridades locales.
El alcalde de Badajoz, Ignacio Gragera, ha sido contundente al respecto, calificando el nuevo sistema de “totalmente necesario”. Y los datos técnicos le dan la razón: según los expertos consultados por COPE, Air Nostrum sí cuenta con aviones equipados con la tecnología necesaria y pilotos capacitados para operar con ILS de categoría superior. La clave, como casi siempre, reside en la inversión y la voluntad política.
El pasado jueves, Pedro Sánchez hizo públicas las líneas maestras del Documento de Regulación Aeroportuaria (DORA) 2027-2031, que prevé una inversión histórica de 12.900 millones de euros en la red de AENA. Una cifra colosal que multiplica por cinco el plan anterior. Sin embargo, para desazón de los extremeños, el ansiado sistema antiniebla para Badajoz brilla por su ausencia en los planes inmediatos.
Mientras los organismos se enredan en una maraña de datos contrapuestos y tecnismos, la realidad para los extremeños es simple y frustrante: uno de cada tres días invernales, el aeropuerto que debería ser su puerta al mundo se cierra. La niebla, un fenómeno natural previsible y recurrente, se ve agravada por la otra niebla, más dañina y persistente: la de la descoordinación política y la desidia administrativa. Badajoz no pide un milagro, pide tecnología. Y mientras la discusión se centra en el porcentaje de vuelos afectados, se olvida lo esencial: para ese pasajero cuyo vuelo se cancela o termina aterrizando en San Pablo (Sevilla), la estadística de fracaso no es un 1,2% ni un 10%, es un rotundo 100%.