Su nombre significa «fuego». Se llama Lume, es una pastora alemana y, a sus tres años, es todavía una becaria en la Unidad de Guías Caninos de la Policía Nacional. El año pasado estuvo en la provincia de Valencia buscando a víctimas de la Dana y esta semana ha demostrado que tiene futuro dentro de la policía. Gracias a esta agente de cuatro patas y a su guía, la agente Olalla, se pudieron localizar y recuperar los cadáveres de Fabio y de Cristian, los dos hombres fallecidos en el número 3 de la calle Manuel Maroto de Madrid que explotó el pasado 13 de septiembre y dejó además 25 heridos.
Los vídeos de la intervención policial, publicados por el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica, muestran cómo el local, ubicado en Puente de Vallecas, quedó reducido a escombros tras la explosión, que afectó también a varias viviendas y a un bar. Según las primeras pesquisas uno de los fallecidos vivía en el local siniestrado y estaba haciendo obras para reformarlo. «Los primeros en entrar al edificio fueron los perros de rescate, con la esperanza de encontrar a alguna persona con vida. Cuando nos comunicaron que el resultado era negativo, Lume y yo accedimos al sótano», recuerda la agente Olalla.
Olor a gas
Como sus compañeros de unidad, especiazados en localizar Restos Humanos, Lume es entrenada a diario y a conciencia, desde hace dos años, para trabajar en todo tipo de escenarios: puede encontrar cadáveres en grandes superficies, cuerpos inhumados, víctimas sumergidas a gran profundidad en el agua… Tiene un olfato privilegiado, que puso especialmente a prueba en el sótano de Manuel Maroto, donde los olores provocados por los gases de la explosión, en un bajo sin ventanas ni ninguna salida al exterior, se mezclaban con los de los cadáveres. Aún así, Lume no tardó ni un minuto en señalar dónde había quedado sepultada la primera víctima mortal.
«Nada más entrar al sótano, se dirigió directamente a una zona concreta, en la esquina derecha del local, que estaba completamente siniestrado. La perra empezó a olfatear en un área pequeña que estaba llena de escombros y arena, y en seguida, ladró para marcar positivo en el lugar exacto donde luego lograron desenterrar, tras desescombrar, a más de un metro de profundidad, al primer fallecido», explica Olalla. Dos días después, fueron también Lume y su guía las que consiguieron encontrar, entre una nevera y restos de otros electrodomésticos, el cadáver del segundo fallecido, después de que su familia alertara de que estaba desaparecido. Para localizarlo, Lume tuvo que saltar por encima de los escombros para oler con mayor precisión.
Paté, una pelota, un frisbi
«No dudó en ningún momento. Es una perra muy meticulosa, minuciosa, tiene un don especial para distinguir y aislar con mucha eficacia partículas olorosas, es útil en estructuras colapsadas como la de Manuel Maroto porque es una perra ágil, que ha sido entrenada para lograr que no tenga miedo de seguir buscando a pesar de encontrarse en un lugar hostil», cuenta Olalla. «Es muy reconfortante poder ayudar en este tipo de situaciones. Para llegar hasta ahí, hacemos en la unidad un trabajo muy difícil con los perros, entrenamos con ellos a diario, exponiéndolos a distintos escenarios. Por eso, ver cómo todo lo que hacemos con ellos tiene al final una recompensa, que es localizar a las víctimas, es muy gratificante», añade la policía.
Para Lume todo forma parte de un juego con su guía, ella busca lo que Olalla le pide para obtener una recompensa, que en su caso es una lata de paté, su pelota o un frisbi detrás del que le gusta correr cuando su guía se lo lanza.
Gran parte del éxito del trabajo de los guías radica en el especial vínculo que tienen con sus perros. En el caso de la agente Olalla y su perra Lume, la guía canina lo explica así: «Además de mi perra de trabajo, donde yo soy para ella su figura de referencia, Lume es miembro de mi familia y es fantástica. Tenemos la opción de que los perros duerman en las instalaciones de la unidad, pero Lume vive conmigo, es muy buena tanto en el trabajo como en casa, es muy cariñosa».