Poblet es uno de esos polos por los que pasan las nervaduras históricas de Europa. Tras las murallas del monasterio, pasadas las arquerías del claustro, amenizado el paseo por el rumor de una fuente, en una de las iglesias más singulares del continente descansan los huesos de reyes de la corona de Aragón y de esposas provenientes de la intrincada trabazón dinástica europea, como Leonor de Portugal y Leonor de Sicilia. Puede que por eso ha sido muy especial la visita que, pasando bajo esas tumbas de alabastro suspendidas en la nave central del templo, ha hecho este jueves un grupo de intelectuales y de militares.
Reunidos por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Regimiento de Infantería Barcelona 63, historiadores y oficiales formaban una comitiva especial, distinta de los pelotones de turistas de la tarde, porque estos visitantes de la Universidad y del Ejército andan reflexionando en el monasterio sobre el pasado y conexiones con el presente, las que pudiera tener el viejo Tercio de Barcelona -antecedente del regimiento de hoy- y, tres siglos después, una Europa en busca de identidad para su defensa.
El historiador Enrique García Hernán. Detrás el coronel Amable Sarto. / Marc Asensio Clupes
Puesto a hallar lecciones que se puedan extraer de la muy intraeuropea monarquía hispánica del XVI y el XVII para la Europa que se rearma en el siglo XXI, el historiador Enrique García Hernán, que investiga la historia del Tercio de Barcelona, encuentra precedente en Lepanto: «No había una idea de Europa, y cada monarca, y la república de Venecia, participaban en aquella batalla campal sobre tablas por sus propios intereses, pero aquel enorme despliegue de 100.000 hombres de orígenes diversos en Mesina tuvo que articular un sistema de pago común mucho antes del Euro, y actuaron en una defensa común ante una amenaza común”.
Sin cohesión
Lo ha explicado en la segunda jornada de las que forman el ciclo sobre el Tercio de Barcelona y la guerra y sociedad en Catalunya durante la Edad Moderna, como antecedentes para una identidad europea de defensa.

Enrique Gomáriz, general jefe de Operaciones del cuartel OTAN de alta disponibilidad de Bétera (Valencia). / Marc Asensio Clupes
Uno de los intervinientes en una animada mesa de debate, el notario, articulista y ensayista Juan José López Burniol, ha matizado la idea, no tanto el pasado como el presente, lamentando: “Europa no es una comunidad, es una mera unión aduanera, un mosaico, y así no será un actor de la política global”.
O sea, antes de tener una identidad de defensa, es preciso adquirir identidad de comunidad. No es leve esa carencia para el reto de un mundo inestable, que Francisco Javier Sánchez Cano, director del Centre d’Estudis de Temes Contemporanis, sitúa pasada la postguerra fría.
No es leve carencia a ojos, también, del coronel del Ejército y experto en Unión Europea Amable Sarto. En su opinión, el principal déficit defensivo de Europa lo constituyen “los problemas de cohesión interna”, diferencias con los húngaros o eslovacos como también los tenían aquellos soldados alistados por el Consell de Cent con los que enviaba el Sacro Imperio. “No hemos avanzado mucho desde entonces”, concluye.

Una de las sesiones de trabajo de las jornadas organizadas por el CSIC y el Regimiento de Infantería Barcelona 63. / Marc Asensio Clupes
En el caso de la unidad militar barcelonesa sí se ha producido una interesante evolución, una especie de vuelta a los orígenes. En su día, el Consell de Cent alistó su primer tercio con ciudadanos solo de Barcelona. Pasados los siglos, este jueves ha contado el jefe del regimiento, el coronel Pedro Valdés, que, en la última hornada de soldados que recibe en el cuartel de El Bruc, “casi el 100% han nacido en el área metropolitana de Barcelona”.
Es un dato de actualidad tan curioso hoy como lo fue en el pasado, en 1920, el hecho de que el primer contingente de voluntarios que se apuntó a la Legión lo integraron 400 hombres de Barcelona, como ha recordado el general Enrique Gomáriz, jefe de Operaciones del cuartel OTAN de alta disponibilidad de Bétera (Valencia).
Saber de dónde se viene
En la calma de Poblet se ha constatado que el problema de la inestabilidad que rodea a Europa está ahí, hierve fuera sin que podamos permanecer insensibles intramuros a su creciente temperatura. Juanma Jaime, asesor técnico de la Delegación del Gobierno en Catalunya, ha dado otro dato significativo en una de las tres mesas de trabajo de este jueves: en 2018, Catalunya, zona de tránsito para una inmigración en fuga de los conflictos de África y Oriente Medio, tuvo que habilitar 600 plazas de acogida. En 2025 ya van 6.000.

Adam Casals, experto en geopolitica y colaborador de El Periódico, moderó una de las mesas de la jornada. / Marc Asensio Clupes
“La defensa ya no es solo un tema de los militares, de la misma forma que las guerras ya no se libran solo en el campo de batalla”, había sentenciado un momento antes el profesor Ángel Casals.
Entre los apuntes de lo dicho por este historiador de la Universitat de Barcelona sobre antecedentes para la construcción de una identidad europea de defensa, destaca: “¿Qué inspira carácter a una unidad militar? Entre otras cosas, saber de dónde viene”.
Eso contribuye a la formación del “espíritu de cuerpo” en las distintas fuerzas armadas. Eso es también identidad de defensa. Al fin y al cabo, como asegura el coronel Alejandro Rubiella, de la Inspección General del Ejército, que tiene su sede en Barcelona, “el Ejército es un productor principal de historia”.
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